Los noventa rezuman a clásico con toques de modernidad, a un baloncesto añejo que transitaba hacia un nuevo siglo y donde los golpes en la pintura se cruzaban con las delicias que hacían los locos bajitos que se atrevían a fantasear con el balón en las manos. Fue una década donde el baloncesto nacional recogió los frutos de los éxitos pioneros de los ochenta y que se llenó con una constelación de grandes jugadores norteamericanos que dejaron una profunda huella en muchos equipos.
Hubo grandes pívots como Granger Hall (vinculado a Huesca y Manresa principalmente), Ramón Rivas (Taugrés) o Mike Ansley (Unicaja), espectaculares aleros como Ricky Winslow o Chandler Thompson en Estudiantes y, sobre todo, mucho base. Los artistas del balón por antonomasia llenaron las canchas españolas con el inconfundible aroma de su frenético baloncesto. Alto ritmo, pases milimétricos, presión constante, y una actitud de constante desafío en el uno contra uno protagonizaron una etapa dorada en la liga española. Andre Turner, Darrell Armstrong, Eric Johnson, Alphonso Ford y Michael Anderson. El genial base de Philadelphia marcó una época en la acb disputando seis temporadas con el Real Madrid, Elosua León, Natwest Zaragoza, Valvi Girona, Baloncesto Murcia y, finalmente, Caja San Fernando.
En Sevilla jugó dos temporadas, las de su mejor baloncesto, dejando un gran recuerdo gracias al fantástico subcampeonato obtenido en la temporada 1995-96. Esa temporada logró una gesta nada habitual alcanzando la final tras quedar el equipo sevillano clasificado en el séptimo puesto y eliminando sorprendentemente al Real Madrid en cuartos de final y al TDK Manresa en un dramático quinto partido de semifinales. En la final, el equipo sucumbió ante el poderío del FC. Barcelona, pero Sevilla y la acb acabaron rindiendo pleitesía al menudo base convertido en MVP de la temporada.
Lo que mal empieza, bien acaba
Criado en las calles de Philadelphia, su baloncesto era pura magia underground. Un virlero forjado a base de golpes y caídas sobre el cemento que hipnotizaba a rivales con su control del balón. No sólo era un atacante con una endiablada velocidad, también le gustaba intimidar a adversario en defensa con una presión constante.
La supervivencia de la calle le hizo tener una habilidad especial para el manejo de situaciones complicadas en el baloncesto y no fue extraño que ya en su año de novato en la modesta Universidad de Drexel ejerciera de líder del equipo y en 1986 conseguir la primera aparición del equipo en el torneo final de la NCAA. Anderson todavía ostenta el mejor promedio anotador de la universidad (19,2 puntos por encuentro) y con motivo del centenario de la institución académica fue nombrado para el Hall of Fame de Drexel.
Ser cabeza de ratón le sirvió para tener visibilidad y convertirse en el primer jugador de su universidad en estar en el roster de un equipo NBA. Sin embargo, fueron años de gran opulencia de bases y la feroz competencia provocó que Indiana Pacers no le diera ninguna oportunidad tras elegirlo en tercera ronda del draft (número73). Si la tuvo durante 36 partidos con San Antonio Spurs (5,7 puntos y 4,3 asistencias de media) la temporada 1988-1989. En alguna otra ocasión, la puerta de la liga norteamericana pareció que se le pudo volver abrir, pero en todo caso a él nunca le fue lo de medias oportunidades y ya por entonces había hecho fama en España.
Cierto es que aterrizó en nuestro país para firmar con el Real Madrid en un momento complejo tras la marcha de Drazen Petrovic y el fallecimiento de Fernando Martín, factores que provocaron que su aclimatación al equipo quedase lejos de lo que se esperaba. Los 14,2 puntos y 3,2 asistencias no le sirvieron para terminar la temporada y por un momento pudo parecer que su carrera carecía de la suficiente regularidad para despegar en alguna parte del mundo.
Su arriesgado estilo ofensivo, siempre al borde de la pérdida de balón, quizá necesitaba de tiempo, vivencias, un buen mentor y la madurez que se adquiere con la acumulación de partidos al máximo nivel. Algunos jugadores ese camino lo tienen asfaltado desde el inicio, pero Michael Anderson lo recorrió en los viejos autobuses con los que viajaba de ciudad en ciudad compitiendo con los Rapid City Thrillers o los Tri-City Chinook de la CBA.
En la temporada 1992-1993 regresó a España como sustituto de Mark Tillmon en Elosua León y en esta ocasión la suerte y los números le acompañaron lo suficiente para ir encadenando contratos y temporadas en España en Zaragoza, Girona y Murcia donde creó una fantástica química con Bobby Martin y Johnny Rogers. Para el recuerdo de ese año queda su tope de anotación conseguido contra el Taugrés al sumar 40 puntos gracias a los 12/20 en tiros de dos, 2/5 en triples y 10/17 en tiros libres; cifra esta que evidencia a las claras el desequilibrio que ejercía sobre las defensas rivales.
Esa temporada, el equipo murciano logró un récord de 18 triunfos y 20 victorias aupado por su base estrella. Anderson había dado el paso adelante y la regularidad necesaria, y el Caja San Fernando le abrió las puertas para consagrarse definitivamente en nuestra liga.

EL AÑO DE LAS LUCES
Consolidado en la élite nacional de la mano de José Alberto Pesquera, esa temporada, y tras no entrar en Playoffs, Caja San Fernando apostó por Alexander Petrovic en el banquillo. El técnico croata contó con una plantilla corta, pero con una gran concentración de talento en su trío extranjero (Anderson, Warren Kidd y Richard Scott) y grandes nacionales como los históricos Raúl Pérez, Carlos Montes o Benito Doblado. Rápidamente el juego se adaptó a pocas rotaciones (Anderson fue el jugador que disputó más minutos de toda la competición) y mucho peso de tiros y decisiones puesto sobre las espaldas de su base norteamericano.
Michael Anderson no defraudó y sacó de su chistera el mejor repertorio de trucos baloncestísticos. Ya en la octava jornada dejó muy a las claras que este iba a ser su gran año y registró frente al Grupo AGB Huesca su mejor valoración. Frente a otro extraordinario jugador como Alphonso Ford, obtuvo 50 créditos de valoración por mor de los 35 puntos (11/ 15 en tiros de dos y 13/15 en tiros libres), cuatro rebotes, seis asistencias, tres recuperaciones y 12 faltas provocadas.
Anderson hacía de todo sobre el parqué: sabía interpretar los momentos de cada partido, si había mucha presión sobre él por el acoso de rivales, buscaba al jugador liberado para el tiro… y si el partido se ponía feo, él disfrutaba retando a su adversario en perversos duelos de un contra uno (o dos o tres, depende de lo que mandase el entrenador contrario).
El base encajó con la propuesta táctica de Petrovic quien aceptó que los arriesgados pases de su director de juego eran el peaje que pagar a cambio de hacer disfrutar a la afición local. Alexander Petrovic llegó a regalarnos una definición muy real de lo que suponía tener a Michael Anderson en el equipo: “Michael no tiene término medio, es el mejor o es el peor”. Por suerte hubo muchos más días buenos que malos ese año y el base acabó la temporada regular como jugador más valioso gracias a sus 22,5 puntos y 5,5 asistencias de media.
Pese a lo remarcable de su actuación, la realidad es que el séptimo puesto les ofrecía pocas esperanzas para el Playoff por la siempre dificultad que entraña superar el factor pista y más hacerlo contra el poderoso Real Madrid. Sin embargo, Caja San Fernando vivió un idilio con el baloncesto durante las semanas que duró la postemporada y no sólo batió al equipo madridista sino que se plantó en la final de la acb.
Frente al Real Madrid, el equipo tiró de la moral propia del que llega sin nada que perder y las estrategias defensivas que fueron poniendo en diversos problemas a los atacantes madridistas. La sorpresa saltó en el primer partido (75-83) con un Michael Anderson imperial que jugó los 40 minutos de encuentro para tumbar al favorito con 23 puntos y 10 rebotes.
Faltaba confirmar la rebelión del pequeño y hacer buna la primera victoria cerrando la serie en Sevilla. Lejos de especular o sentir presión, Caja San Fernando jugó a lo de todo el año: meter más puntos que el rival. El Real Madrid supo aguantar las diferentes embestidas de los locales y José Miguel Antúnez apretó el marcador en los minutos finales teniendo incluso la posibilidad de empatar a poco para final. Su falló cerro la serie y Michael Anderson (24 puntos, cuatro rebotes y cuatro asistencias en otros 40 minutos) se dispuso a vivir un mítico duelo con el gran Joan Creus.
Bello por contraste, el duelo era un goce para la vista del espectador neutral. Dos magníficos bases de estilos contrapuestos con una final de liga como telón de fondo. Por entonces ya nadie dudaba de quién era el peligro en Caja San Fernando y en la previa Jesús Lázaro, base del equipo manresano señalaba que “Anderson es el máximo peligro, no sólo por sus números sino también porque hace jugar a todo su equipo".
Las advertencias dieron su resultado y TDK Manresa pasó por encima de Caja San Fernando en el primer choque de la eliminatoria. El resultado, 102-70, no dio margen a la duda, pero sí al descanso y Michael Anderson solo jugó 29 minutos (seis puntos, cinco rebotes y siete asistencias). La pobre actuación del equipo andaluz se condensó en su líder y así lo reflejó Petrovic en rueda de prensa: “Se puede resumir en que Michael juega durante la temporada 30 partidos muy buenos y cuatro o cinco muy malos y ese primer partido ha sido de los malos. No se ha sentido cómodo en la pista desde el principio, ha tenido muchos problemas con la buena defensa a la que le ha sometido Lázaro”.
Pero los grandes jugadores no suelen tener dos malos partidos y en el segundo encuentro de la eliminatoria, Michael Anderson decidió pagar su redención deportiva con una exhibición ofensiva donde anotó 27 puntos y repartió seis asistencias. Fue el primer acto de una remontada que se alargó hasta un quinto y agónico partido.
En el decisivo choque, Michael Anderson volvió a vestirse de superhéroe y completó una portentosa actuación con 20 puntos, nueve recuperaciones y 13 asistencias en los ¡40 minutos jugados! Era otro baloncesto y por cuarta ocasión consecutiva, el jugador de Philadelphia jugaba todos los minutos del encuentro.

Agotados físicamente pero henchidos de moral, jugador y equipo apenas tuvieron margen de recuperación para medirse al F.C. Barcelona. La breve hoja de la historia recordará aquella final como una rápida eliminatoria resuelta en tres partidos… pero no fue nada fácil para los blaugrana y los tres triunfos se resolvieron por 10 o menos puntos.
Michael Anderson jugó 38, 39 y 40 minutos, volvió a acaparar los focos mediáticos y la atención defensiva pero nada le impidió que, tras un horroroso primer partido (seis puntos), sumara 31 y 28 puntos en el segundo y tercer partido.
ESTADÍSTICAS DE MICHAEL ANDERSON EN EL PLAYOFF DE 1996
Ronda | Rival | Puntos | Rebotes | Asistencias | Minutos |
---|---|---|---|---|---|
Cuartos (1) | Real Madrid | 23 | 10 | 2 | 40 |
Cuartos (2) | Real Madrid | 24 | 4 | 4 | 40 |
Semifinales (1) | TDK Manresa | 6 | 5 | 7 | 29 |
Semifinales (2) | TDK Manresa | 27 | 2 | 6 | 40 |
Semifinales (3) | TDK Manresa | 15 | 5 | 9 | 40 |
Semifinales (4) | TDK Manresa | 27 | 7 | 9 | 40 |
Semifinales (5) | TDK Manresa | 20 | 2 | 13 | 40 |
Final (1) | FC Barcelona | 6 | 11 | 5 | 38 |
Final (2) | FC Barcelona | 31 | 3 | 8 | 39 |
Final (3) | FC Barcelona | 28 | 5 | 3 | 40 |
PLAYOFF | MEDIA | 20,7 | 5,4 | 6,6 | 38,6 |
Fue el jugador más valorado de la final; un broche ideal para una temporada donde había sido el mejor en su fase regular, el máximo asistente, el máximo recuperador y el tercero en anotación. Número que dispararon su cotización en Europa y que le hicieron firmar un gran contrato con Ulker con quien sí conquistó el título que tanto persiguió.
No volvimos a verle por España, tras Turquía tuvo una estancia en la Cibona de Zagreb y luego regresó a Estados Unidos para competir con los Pennsylvania ValleyDawgs en la USBL. Se cerraba el círculo jugando en una liga menor cerca de casa; donde y como todo empezó. A nosotros solo nos quedó recuerdo de su baloncesto en una época donde la sonrisa del aficionado estaba en todo aquello que venía de lejos y de manos de gente que, como Michael Anderson, nos mostraban que el baloncesto era una fantasía al alcance de todos.