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Nate Davis: El Extraterrestre

"Este tío es un extraterrestre". Esta frase de Mario Pesquera define lo que fue Nate Davis en el baloncesto español, algo nunca visto, inhumano. Saltaba como nadie y jugaba como pocos habían hecho en la historia de la Liga Nacional. San Sebastián, Valladolid, Santiago de Compostela y Ferrol tuvieron el privilegio de contar con un jugador que marcó una época, pero que llegó a España tras haber abandonado el baloncesto y ejercer como ayudante de sheriff. Quique Peinado nos cuenta la increíble historia de el extraterrestre en la quinta entrega de la serie de Históricos de la Liga Nacional

  

"En ataque era algo descomunal. Cuando tiraba saltaba muchísimo, lo estabas defendiendo y te ponía los huevos por encima de la cabeza... Era una bestia, capaz de, en las canastas esas de brazo que había antes en los pabellones, agarrarse de un hierro del lateral, soltarse y machacar". (Manolo Aller). "En un entrenamiento le vi hacer algo que no olvidaré nunca. Había un jugador lanzando un triple desde la esquina y Nate llegó desde el medio de la zona, dio dos pasos a la velocidad del sonido y le puso un tapón que no se me va de la cabeza. Fue una sensación muy extraña, ver algo que no te puedes creer. Me dije: "Este tío es un extraterrestre". (Mario Pesquera). "Lo vi por primera vez en un partido contra el Estudiantes en La Nevera. Yo tenía 19 años y estudiaba en la Complutense. El Miñón Valladolid ganó con dos tiros libres suyos al final. Lo vi volar, pero recuerdo algo que no se me olvidará en la vida. Cuando iba a lanzar los tiros, la Demencia le estaba intentando distraer. Antes de tirar el primer lanzamiento, se giró, les hizo la señal del uno y lo metió. Antes del segundo, volvió a darse la vuelta, hizo la señal del dos y lo volvió a clavar. Nunca había visto un partido de baloncesto, pero después de verlo a él pensé: "Éste es el mejor deporte del mundo". Unos años después lo vi tocar una moneda que le había colocado el utillero del OAR en el canto de arriba del tablero. No la cogió, pero la golpeó y se la llevó. Esto se dice de muchos, pero yo se lo vi hacer". (Jaime Fernández).

No hay mejor manera de explicar qué significó Nate Davis que dar la palabra a los que coincidieron con él de alguna manera en una cancha y le vieron hacer cosas que ningún humano había logrado llevar a cabo en un país que abría los ojos decididamente al baloncesto. Todo lo que rodea a Davis, la mitología que se ha desatado con los años alrededor de él, hacen de Nate un jugador con un halo de no ser de este mundo que provoca que la gente que lo vio jugar hable de él con un tono casi místico, fuera de lo normal. "En el basket español se veía meterla para abajo a los grandes, a los pivots americanos, pero nunca a un tío de 1.94. Volaba, era muy espectacular, por eso para la gente quedó como algo legendario", dice Manolo Aller, compañero suyo en el Clesa Ferrol, quizá dando en el clavo del porqué de su leyenda. Tim Shea, uno de los entrenadores que tuvo en el OAR, dice que "saltaba como Chandler Thompson, pero 20 años antes. Tenía menos potencia porque Nate era todo suavidad. Cuando él se elevaba parecía que no había tierra, flotaba. Era algo extraordinario, de verdad que sí".

Escuchar eso de hombres que compartían vestuario con él no deja de ser sorprendente, pero era sin duda el aficionado medio el que lo colocó en un pedestal. Un niño de Valladolid llamado Francisco García recuerda que "una vez obligué a mi padre a quedarnos después de un partido sólo para darle la mano. Recuerdo una carpeta que tenía decorada con fotos de baloncesto de las que salían en "Nuevo Basket" en la que había tres o cuatro de Nate. Me vienen a la cabeza los alley oops con Carmelo Cabrera, cómo se levantaba desde cinco metros y medio... Me parece estar viéndolo ahora. Él marcó a mi generación, sin duda". Hoy ese niño es el entrenador del Fórum y al igual que él creció amando el baloncesto gracias a Nate, muchos otros lo hicieron en San Sebastián, Santiago y Ferrol, las otras tres ciudades que lo disfrutaron en sus equipos.

La llegada de un fuera de serie

Que Nate Davis llegara a España fue fruto, como muchas de las cosas que sucedieron en su carrera, del misterio. Tras ser el fiel escudero de otra metralleta espectacular, Alex English, y de Mike Dunleavy en South Carolina (entrenada por el mítico Hall of Famer Frank McGuire), Davis acabó siendo elegido por los Chicago Bulls en el número 13 de la quinta ronda del draft de la NBA de 1975. Sin embargo, no entró a jugar en ninguna franquicia de aquella Liga y decidió abandonar, al menos temporalmente, el baloncesto. Así, la temporada después de graduarse la pasó en su ciudad natal... ¡como ayudante del sheriff! Fue entonces cuando Josean Gasca, uno de los fundadores y alma del Askatuak, pidió a un contacto suyo que le trajera un jugador de las características de Nate y por poco dinero para intentar paliar la marcha de otro fuera de serie, Essie Hollis. Así llegó a Donosti el ayudante del sheriff.

Fernando Galilea, tío de José Luis y actual entrenador del Askatuak en Primera Nacional, era el base de aquel equipo de finales de los 70. "Cuando llegó Nate nos estuvo enseñando sus fotos como ayudante del sheriff. Llevaba un año sin jugar y sí que se le notaba en el tiro y en la resistencia, pero era tal portento físico que nada más llegar, después de un año parado, en las carreras de100 metros nos sacaba 50", dice bromeando. Les habían advertido de que el nuevo saltaba mucho y poco más. "Enseguida empezamos a hacer alley oops. Le enseñamos la puerta atrás y, como los americanos siempre estaban sobremarcados, lo conseguía fácilmente. Se dice que los primeros alleys los hizo en Valladolid con Carmelo Cabrera, pero en realidad los hicimos en el Askatuak", señala. En San Sebastián se vieron las primeras evoluciones de un jugador en el que enseguida se fijó el Miñón Valladolid.

Las exhibiciones que dio desde entonces fueron antológicas, con picos de anotación brutales. Las tres veces que fue máximo anotador de la Liga promedió 29.7 (79-80, Miñón Valladolid), 28.2 y 30 (83-84 y 84-85 en Ferrol). "A mí me impresionaba mucho cómo tiraba. Tenía una mano alucinante. En los entrenamientos hacía series de 46 de 50 en triples y cosas así con normalidad", recuerda Aller. "Tenía un gesto natural, la finta, bote, parada y tiro, inigualable. No era un chico muy alto, pero era un portento físico. Era el único jugador entonces que aunaba unas cualidades físicas impresionantes y una grandísima puntería en el tiro", añade Moncho Monsalve, que también lo tuvo a sus órdenes en el conjunto gallego. Esa conjunción hacía de él un arma ofensiva mortal, lo que, añadido a su elegancia, le hacía muy superior a la media. "Era uno de los pocos jugadores capaces de ganar un partido él solo", asegura Mario Pesquera, que lo entrenó en Valladolid.

"Con su uno contra uno, cogiendo rebotes, intimidando el tiro de su rival por su salto... El famoso día en el que íbamos 26 abajo contra el OAR de Ferrol y él se vistió en la segunda parte y acabamos ganando es un ejemplo. No recuerdo qué tenía, pero sí que llevaba la mano muy vendada, casi escayolada. Le quitaron la escayola y salió. Si él quería jugar es que podía, así que le dejé. Lo metía todo. El resto del equipo se puso a defender a muerte, al OAR se le paró todo y ganamos. Se caía el pabellón", rememora el hoy seleccionador nacional. Ese día está en la mente de todos los aficionados de Valladolid como una de sus grandes gestas extraterrestres. Ganó el partido en 20 minutos con una mano. Tenía la izquierda dañada, con el escafoides roto, y no podía ni botar con ella. Hay fotos que demuestran cómo tenía que tirar sin apoyar el lanzamiento.

Sin embargo, nunca llegó a jugar en un grande. Tim Shea cree que "no lo hizo porque no tenía esa ambición. Él quería ganar partidos, pero no tenía en la cabeza irse del equipo. Estaba a gusto allí, su familia estaba bien, y realmente no se preocupaba demasiado por ganar más dinero. Quería disfrutar y estar bien. Su filosofía era no cambiar algo si eso lo podía estropear". Otros argumentan que el juego giraba demasiado a su alrededor para encajar en el Madrid o el Barça y que, además, no defendía un pimiento: "No es que se despistara, es que había veces que no defendía nada de nada", dice Shea. Monsalve añade que "tenía nivel ofensivo y físico para jugar en la NBA, pero atrás era muy limitado. Además, yo creo que le faltaba inteligencia para jugar allí. Entonces te daban unos sistemas y te los tenías que aprender; era, trasladado, más táctico que ahora. Con Nate había que jugar sencillo, por conceptos".

Y entonces, desapareció

La historia de Nate Davis cuando dejó España es tan triste como enigmática. Tras romperse la clavícula en un partido en Santa Coloma como jugador del OAR, fue cortado y su carrera parecía abocada al fin, a un año de obtener la nacionalidad española por residencia. Sin embargo, fue la tragedia la que le retiró del baloncesto. Su mujer, Anne, comenzó a sentirse mal unos meses después de tener a su segundo hijo, Mathew. En aquel parto había tenido problemas y necesitó una transfusión sanguínea. Empezó a recorrer médicos en busca de la solución a sus males físicos. En los Estados Unidos la medicina sólo es de pago y, hasta que dio con un profesional que le diagnosticó lo que tenía, gastó todo el dinero que había ganado jugando al baloncesto. El diagnóstico, además, fue terrible: sida, un virus totalmente desconocido a mediados de los 80 para el que no había cura ni medicación posible. Anne murió al poco tiempo y Nate se quedó arruinado, por lo que tuvo que ponerse a trabajar en lo primero que surgió: guardia jurado en una empresa de mensajería. Ante sus apuros económicos, el Fórum y el OAR hicieron un par de partidos amistosos con los que recaudaron unos cientos de miles de pesetas que le ayudaron a salir del paso.

Después, nadie más supo de él. Sólo Jaime Fernández, un periodista gallego con afinidades religiosas con Davis que lo había conocido en su juventud, mantenía algún contacto. En 1996 se marchó a Atlanta y lo encontró, haciendo un reportaje emitido en la TVG que fue un exitazo en Galicia. En octubre de 2002 la revista "Gigantes del Basket" conseguía hablar con él. Su nueva vida, con su segunda mujer, Yolanda, y los cinco hijos de ambos es una existencia de lo más normal. Nadie sabe que es una leyenda, ni siquiera sus hijos. No conserva tampoco recuerdos de cuando jugaba. Davis delegó en un supuesto amigo hacer una mudanza y él le robó todo lo que tenía. Pero mientras Davis viva, el basket estará con él. Jaime Fernández cuenta que, cuando lo encontró en 1996, Nate hacía mucho que no jugaba. "Nos pusimos a tirar en una canasta que había por allí y me dijo que iba a apuntarse al equipo de su iglesia. A los seis meses me llamó y me contó que su equipo iba primero de la Liga arrasando y que metía 40 puntos por partido". Más de uno mataría por ver esos encuentros.

FICHA PERSONAL

Nate Davis
Columbia, North Carolina (Estados Unidos), 20/10/1953. Alero, 1,94 metros.

Trayectoria deportiva

  • 1972-75: South Carolina University
  • 1978-79 : Askatuak Egin
  • 1979-80 : Miñón Valladolid
  • 1980-81 : Miñón Valladolid
  • 1981-82 : Miñón Valladolid
  • 1982-83 : Obradoiro Santiago (tras probar en la NBA, se incorpora ya comenzada la temporada)
  • 1983-84 : OAR FERROL
  • 1984-85 : CLESA FERROL
  • 1985-86 : CLESA FERROL (en enero se rompe una clavícula y es sustituido por Otis Howard).

Logros individuales

  • Máximo anotador de la Liga española con el Miñón Valladolid con 654 puntos (29.73 por partido) en la temporada 1979-80
  • Máximo anotador de la Liga ACB con el OAR Ferrol con 789 puntos en la temporada 1983-84
  • Máximo anotador de la Liga ACB con el Clesa Ferrol con 840 puntos en la temporada 1984-85