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Chus Codina, un peleón enamorado de la vida (I)

Chus Codina fue uno de los clásicos de Estudiantes gracias a su entrega y dedicación. Sin ser especialmente talentoso ni tener un físico desequilibrante, este segoviano se convirtió en un icono estudiantil que firmaba autógrafos por doquier años después de su retirada. Pionero en una época de amateurismo, su llegada al conjunto estudiantil tuvo un culpable sorprendente: Pedro Ferrándiz. Su etapa como jugador la relata Jordi López en la primera entrega sobre Codina que se añade a la extensa lista de Históricos de la Liga Nacional

  
  • Chus Codina, un peleón enamorado de la vida (II)

    El año 97, los Rolling Stones comenzaron la que todo el mundo decía que iba a ser su última gira, los puentes hacia Babilonia. Ese mismo año, el Estudiantes celebró sus bodas de plata con un acto en el Palacio de los Deportes. Tras los actos protocolarios, un audiovisual y una representación teatral a cargo de la cantera, se disputó un partido entre entre el primer equipo y la selección. En las gradas, un tipo que no llegaba al 1,90 y que hacía seis años que había cambiado las canchas por los verdes campos de golf, no paraba de firmar autógrafos. Se llamaba Chus Codina. Quizá por su actitud inconformista, por su capacidad de lucha o por su saber vivir -y por no haber jugado nunca en el Madrid- se había convertido en uno de los nombres legendarios para la afición de Estudiantes. Han pasado ocho años, los Rolling Stones vuelven a estar de gira y Chus Codina, aunque hace seis que nos dejó, sigue sonando a tiempos míticos: Nevera, copa de San Sebastián, la canasta de Segura, Martínez Arroyo, Pinedo o José Hermida. Y lo más divertido es que la culpa de que Chus Codina se convirtiera en un mito colegial fue de… Pedro Ferrándiz.

    Pero todo comenzó mucho antes, en un momento complicado. La madre de Jesús Codina pasaba el verano en su casa de la Sierra de Madrid y su marido, médico cardiólogo, se unía a ella los fines de semana. Un sábado, 18 de julio de 1936, el padre llegó a su casa de la Sierra preocupado por las noticias y el lunes 20, con muy buen criterio y un ojo que ya quisiera cualquier adivino, decidió no volver a Madrid. La familia Codina se estableció en Segovia para pasar ese epílogo-prólogo negro llamado Guerra Civil y allí nació Jesús. Una vez pasado el conflicto, la familia regresó a la capital, donde Chus comenzó a jugar al baloncesto, deporte que ya practicaba su primo Leopoldo, pívot internacional que se movió entre el Madrid y el Estudiantes. Jesús Codina dio sus primeros botes en el equipo de su colegio, el Estudio, gracias a uno de los grandes responsables de que el baloncesto echara raíces en nuestro país, Anselmo López. El mítico presidente de la Federación, recientemente fallecido, patrocinaba a través de su empresa, Cave-Transfesa, al equipo juvenil del colegio, un conjunto que jugaba como local en la azotea del Parque Móvil. El entrenador era Paco Hernández, otro hombre que también acabaría en Estudiantes por culpa de Ferrándiz. Vamos a explicarlo. Fue un partido entre el juvenil del Colegio Estudio y el del Real Madrid, entrenado por Ferrándiz, el famoso partido de la congelación. Javier Codina, hermano de Chus, recuerda que “jugábamos en el Frontón Fiesta Alegre y el Madrid ganaba por poco. Paco Hernández ordenó defender en zona y Ferrándiz les dijo a sus jugadores que no atacaran. Como no había tiempo de posesión, el partido se acabó como estaba”. Ferrándiz tiene otros nombres para esta historia pero el resultado fue que Jimena Menéndez Pidal, directora del colegio, decidió disolver la sección de baloncesto, muy molesta por la falta de deportividad del juvenil blanco. El entrenador y los jugadores con posibilidades, los hermanos Codina entre ellos, acabaron en el Estudiantes.

    Chus Codina llegó al Ramiro, donde jugaba su primo Leopoldo, en una de las numerosas etapas de renovación por las que el club ha tenido que pasar. Fue una de esas ocasiones en las que se habló de desaparición hasta que una nueva hornada de jóvenes tuvo que madurar en meses para conducir la nave a aguas tranquilas. Los nombres de esa hornada fueron Chus Codina, José Ramón Ramos, Juan Martínez Arroyo y Ben ‘Baby’ Mimoun, primero, y Vicente Ramos, Aíto García Reneses y los Sagi-Vela, después. Chus Codina fue el que primero despuntó y en 1960, con prácticamente un año en la Liga Nacional, se fue a los Juegos de Roma. “Cuando yo llegué, él era ya el jugador estrella, el más carismático de la plantilla. Con menos de 25 años, era el capitán del equipo. Y, además, había estado en unos Juegos, lo que le daba una especie de áura”, recuerda Juan Martínez Arroyo. El base, con el que compartió la dirección de juego del Estu durante la dulce primera mitad de los sesenta, afirma que aprendió mucho de Chus. “No era el que más saltaba, ni el que más corría pero tenía una gran concentración y peleaba mucho. Además, era muy valiente”.

    Otro de los componentes de aquella generación, José Ramón Ramos, destaca que “era un líder dentro y fuera. Tenía una visión de juego adelantada a su tiempo”. Su hermano Javier, jugador de club esos años en los que se tiraba poco de banquillo, recuerda que “técnicamente era poco vistoso, muy sobrio, pero fue uno de los primeros en adoptar cosas como el cambio de manos o el tiro en suspensión. Hoy son el abc pero, en los 60, había gente que todavía tiraba a cuchara. Y era el líder. Cuando había situaciones problemáticas dentro o fuera de la cancha, se recurría a él”. Javier recuerda una historia que resalta el carácter de Chus. “Fuimos a jugar a Bilbao y los árbitros, dos hermanos, nos machacaron. Pitaban faltas, camino -los pasos de hoy- o cualquier cosa. Nos dieron una paliza monumental y hubo compañeros, como José Ramos Ramos, que lloraron en el vestuario. En el partido de vuelta, Chus pidió que le dejásemos el tipo que le había marcado a él en Bilbao. No hizo ni un punto y les devolvimos la paliza”. Emiliano, al que Chus se enfrentó en numerosas ocasiones, tiene la visión del rival: “era un defensor terrible. Recuerdo que alguna vez tuvo que marcar a Luyk -casi 20 centímetros más alto- y lo frió a agarrones”. Juan Martínez Arroyo matiza: “cerraba muy bien el rebote”.

    Fueron temporadas en las que Codina no faltó a los compromisos importantes de la selección, donde encontraba en Alfonso Martínez a un compañero de diversión inseparable. José Ramón Ramos se acuerda del Europeo de Polonia del 63. “Hubo muchas historias que no se pueden contar, como que la policía no dejó entrar en el hotel a ciertas personas con las que habíamos quedado. De lo que se puede contar, lo más divertido es que, como estaba prohibida en España, nos fuimos a ver Viridiana con subtítulos en polaco”. De esos años en el Estu, el gran momento fue la Copa del 63 en San Sebastián. Javier Codina evoca: “fuimos en un autobús de gasóleo y tardamos como 15 horas. Allí nos alojamos en una pensión”. No había canchas y, como sucedía en Madrid con el Fiesta Alegre, la organización tuvo que habilitar los frontones. El de Tolosa para las semis y el de Urumea para la final contra el Real Madrid. José Ramón Ramos, que hizo 26 puntos en aquel partido, recuerda que “había una parte de cemento y otra, de madera; así que el balón botaba diferente según donde estuvieras”. Como en el resto de la temporada, la dirección de juego de Codina y Martínez Arroyo fue decisiva para derrotar a un Madrid que, en la Copa, no tenía el apoyo de sus extranjeros.

Del Ramiro a Barcelona con escala en Vigo


La siguiente temporada Chus Codina se hizo cargo de la dirección del equipo por motivos personales. En aquel entonces, el entrenador era el único que cobraba y Codina, recién casado, ya tenía obligaciones. La búsqueda de esa estabilidad económica fue el factor que le llevó a aceptar irse a Vigo para jugar en una categoría inferior pero con un trabajo estable y adecuado a sus estudios de perito industrial. En su siguiente movimiento, también tuvo que ver esa deseo de estabilidad. El Picadero de Barcelona, gracias a sus patrocinadores, Damm, primero, y Filomatic después, se convirtió en una especie de Akasvayu Girona y apostó fuerte por romper la hegemonía del Madrid. Habían fichado al mejor pívot de la época, Alfonso Martínez, y a jugadores como Soro, Lorenzo Alocen, el portorriqueño Theo Cruz o José Ramón Ramos. Este último recuerda que el club barcelonés le ofreció “más del triple de lo que me pagaba el Madrid”. Además del sueldo, Javier Codina recuerda que su hermano recibió una casa en una de las calles céntricas de Barcelona. El Picadero venía de dos subcampeonatos consecutivos de Liga y de ganar la Copa ante el Aismalíbar en Lugo. La apuesta era conseguir, por fin, el título. Pero no llegó. Otros dos subcampeonatos.

Lo más cerca que estuvieron de hacerse con la Liga fue en la temporada 69-70 en la que sólo faltó un punto. El hito más importante fue la Copa del 68, donde la dirección de juego de Codina fue decisiva para superar a la Penya en la final de Gijón. En el equipo verdinegro disfrutaba de una de sus mejores épocas gracias a que coincidían en él veteranos como Lluís o Alfonso Martínez, con jóvenes como los Margall, Gol, Oleart y Santillana y el siempre decisivo Buscató. Este triunfo copero permitió a Chus Codina recuperar su hueco en la selección, perdido después de su aventura viguesa, y participar en los Juegos de México, donde estuvo con otros tres colegiales: Juan Martínez Arroyo, Gonzalo Sagi-Vela y Vicente Ramos.

Tras ocho años en Barcelona, Codina rozaba los 30, edad de la retirada para la mayoría de gente de su generación y decidió colgar las botas. En su regreso a Madrid, se encontró con la posibilidad de hacerse cargo del banquillo del Estudiantes, sin propietario por el adiós de Ignacio Pinedo. Allí se encontró con viejos amigos como Juan Martínez Arroyo y José Ramón Ramos, aún jugadores, con el Magariños en lugar de la vieja Nevera y con un baloncesto que estaba cambiando. El dinero empezaba a ser importante gracias a los patrocinadores y, por primera vez, el Estudiantes tenía un extranjero profesional: Ron Taylor. José Ramón Ramos recuerda que “era una persona que había madurado mucho y que había aprendido cosas que hoy son la base del baloncesto como el estudio del rival, el ensayo de jugadas o la preparación física. Entrenábamos tres veces al día en la pretemporada”. Una cifra inusual en una época, recordemos, en la que muchos jugadores compatibilizaban el trabajo o los estudios universitarios con el baloncesto.

FICHA PERSONAL

Jesús Codina Bourgon (1,85 cm., base)
Segovia, 18/12/1938
Falleció el 19 de julio de 1999 en Madrid

Trayectoria como jugador
Estudiantes (58-59 a 63-64)
Vigo (63-64 y 64-65)
Picadero (65-66 a 72-73)

Trayectoria como jugador en la selección española
81 veces internacional
Dos participaciones en Juegos Olímpicos (Roma 60 y México 68)
Dos participaciones en Eurobasket (Belgrado 61 y Wroclaw 63)

Palmarés

  • Dos Copas de España
    1963 con Estudiantes en San Sebastián ante el Real Madrid (94-90)
    1968 con Picadero en Gijón ante el Joventut (58-55)
  • Tres subcampeonatos de Liga
  • Estudiantes (62-63)
  • Picadero (65-66 y 69-70)

Trayectoria como entrenador

  • Estudiantes (73-74 y 74-75) Sustituido a mitad de temporada por Fernando Bermúdez
  • Estudiantes (78-79 a 80-81)
  • Granollers (81-82 a 86-87)
    Entra sustituyendo a Pedro Zorrozua y el 28/04/87, acabada la ACB donde el Cacaolat es eliminado en la primera ronda del Playoff por el F.C.Barcelona, se hace cargo del Cajamadrid, de Primera B, en el tramo final de la Liga, sustituyendo al cesado Rafael Peiró.
  • Cajamadrid (Primera B, 86-87 y 87-88)
  • University of Missouri (NCAA, 88-89) Entrenador ayudante de Norm Stewart.
  • Cajabilbao (89-90 y 90-91)
    El 02/11/89, en la jornada 9, se hace cargo del equipo sustituyendo a Luis Ledesma, sustituto provisional a su vez del cesado Paco Garrido. El 30/11/90, después de 18 jornadas, es cesado y sustituido por Manu Moreno.