Puede que el primer modelo de jugador rigurosamente individualista sea el de Pete Maravich, un artista extraordinario que nunca atendió a nada que no fuera de cosecha propia. Su juego burló todas y cada una de las pautas largamente trabajadas en el paso de los años. Y es precisamente el tiempo el que está dando el verdadero sentido a su aportación, que bien puede ser la de vehículo entre dos épocas del baloncesto. La subversión que parecía estar revelando a cada momento aceleró inevitablemente la decadencia de un conjunto de formas que, según Nate Archibald, puede que estuvieran tocando a su fin. 'Pistol trajo un nuevo atractivo al juego, una forma mucho más descarada de jugar' .
La cosa extraña, ya que su padre, Press Maravich, jugador de la prehistoria de la liga, dedicó después sus esfuerzos al ultraacadémico juego escolar y trató de encarrilar a su hijo. Demasiado tarde. El único juguete del pequeño Pete era un balón y ninguna compañía. 'Es el mejor manejador de balón 'apunta Dave Cowens- que yo haya visto' . Cosa cierta, ya que siendo un niño, a Pete solamente le faltó saber qué había dentro. De ahí su obsesión puramente lúdica por este juego, que nunca dejó de serlo para él. Rechazado por el equipo del colegio, la Daniels High School, en Clemson, hizo de la humillación un voluntarismo salvaje. A la segunda tuvo ocasión, pero sólo de entrar en la plantilla, casi como favor. Al cabeza de banquillo no le hacían ninguna gracia sus 'payasadas' desafiantes, como mantener una hora entera girando el balón sobre su dedo. La fortuna quiso que el base titular cayera lesionado antes de la final del campeonato escolar. Pete dijo 'esta es la mía' y el partido fue suyo: 45 puntos y la canasta del título.
Dos institutos de Carolina del Norte después, elige Lousiana State, universidad sin brillo que dirige su propio padre. Contra lo que se pueda pensar, Pete hace lo que le da la gana porque no soporta la disciplina oficial. Había conocido el baloncesto de forma solitaria, y no termina de entender la utilidad de los entrenamientos 'en equipo' y qué hacen todos esos esperando recibir algo que es sólo suyo. De hecho, su primer año es como un partido continuo de 17 tiempos en los que promedia más de 43 puntos por choque. Los tres siguientes ridiculiza la mejor marca de la historia universitaria, los 31 de media de Oscar Robertson, y supera en las tres campañas los 44, rebasando en 28 ocasiones los 50 puntos. Deja para la historia el tiro más mortífero jamás visto en la cantera oficial de los profesionales. La impronta de su padre se deja notar y su baloncesto en esos cuatro años es un aluvión de lanzamientos en suspensión, de forma académica en calidad, escandalosa en cantidad: llega a superar él solo en una noche el promedio de tiros a canasta de todo un equipo, 57 contra Vanderbilt en 1969 -Chamberlain tiró 63 en su partido del centenar en ocho minutos más-. Tira todo lo que bota y lo que le llega también, con un porcentaje que más de uno quisiera para el tiro libre. Sus marcas permanecen por los siglos... 30 de 31 tiros libres en un solo partido, 61 puntos contra Vanderbilt (11-XII-69), 64 a Kentucky (21-II-70) y 69 a Alabama catorce días antes.
Rechaza erróneamente un terreno mejor cultivado para él, el circo libertino de la ABA por no considerarlo como el primer escenario del baloncesto, y Atlanta lo selecciona con peor acierto para hacer pareja con el cerebral Lou Hudson. Pero a Pete le da igual, en la NBA también hay balones para él, pero de otra manera; papá ya no está en el banquillo y conviene reducir el egoísmo salvaje de forma inteligente. ¿Cómo? Dando a la suerte del pase una gracia y encanto sin precedentes, algo que no es más que una sola porción de su baloncesto, un rematado número de circo. Se ríe del mundo con acciones de pase que sólo ha protagonizado él. Deja el balón suelto botando varias veces y cuando el defensor se dispone a tocarlo, Pete lo golpea en la dirección correcta; utiliza el triángulo abierto de sus piernas para picados en contraataque; sus pases de larga distancia no parten del brazo como en el béisbol, sino como en los bolos, y los de pecho los hace a una mano, sin mirar, y girando sobre sí mismo. Lo nuevo es que su recreo inagotable baila al compás de la eficacia: el fin, de hecho, justificó siempre los medios de Pistol. 'Los pases que daba y las cosas que hacía en la pista, no creo que ningún jugador pueda hacerlas. [']. Es el tipo de cosas que los jugadores de hoy no son capaces de imitar. Fue el mejor 'showman' de todos los tiempos', dice su mayor admirador, Isiah Thomas.
Maravich podía haber aparecido en cualquier época, pero hubo una compacta solidaridad entre su temperamento y el espíritu de la era que le acogió como jugador. 'Todo el mundo quería seguir su propio camino 'indica Spencer Haywood-. En los primeros setenta nos gustaba disfrutar del nuevo ambiente de libertad'. Pero los equipos no viven de ella, y finalmente Atlanta, tres Playoff sin fondo, prescinde de sus acrobacias merced al empeño de una nueva franquicia, New Orleans Jazz, que hipoteca su futuro por el resplandor de la estrella. Nueva y libre, porque Maravich decide hacer de este equipo su mejor escenario. Liberado de presiones de victoria, el espíritu del genio alcanza el cenit.
Su juego es pura galería. La riqueza del yacimiento que despliega es tan grande que los partidos y los rivales ¿individualmente- le vienen pequeños; su instinto creativo no repite dos acciones iguales y no puede mostrar todo el repertorio porque es literalmente imposible poder hacerlo. 'Cómo evaluar un estilo que no atiende a leyes? 'Cómo delimitar una extensión que parece no tener fin? Maravich contaba, como el resto, con lo elemental. Las piernas le deslizaban por la pista y las manos le permitían lanzar. Pero la dimensión era otra. Ignoraba a tal punto la ortodoxia que ni siquiera su lanzamiento más sensato, la suspensión, atendía al común. Cuando no había semicírculo de triple y la distancia no marcaba el valor de la canasta, Pete aprovechaba el repliegue lógico de la defensa para cascarse canastones en carrera, tiros sin situación, de más de siete u ocho metros que valían lo mismo que una simple bandeja. Su forma de afrontar la canasta respondía únicamente a un caprichoso apetito de talento inagotable. 'Nadie botaba el balón como él lo hacía. Sus entradas a canasta cambiándose el balón de mano en plena acción de tiro dejaban boquiabierto a todo el mundo 'aporta el periodista Agustín Bernad-, y había desarrollado un lanzamiento a canasta que resultaba imprevisible, y que también le valió el sobrenombre de 'Pistol' Pete'. Como dato, citemos sus 68 puntos contra New York el 25 de febrero del 76, la mayor anotación de la historia para la neta posición de base; una etiqueta que provoca hilaridad pues suele seguir al concepto aquello de 'organizador de juego'.
El rey del desorden fue una fuente interminable de recursos y muchas de sus acciones son hoy realizadas, o tratan de serlo, con cierta frecuencia. 'Era maravilloso 'dice Cowens-. Cualquier cosa que sentía la ponía en práctica. Eso dio lugar a un montón de jugadas espectaculares'. Un gesto técnico tan habitual hoy como pasarse el balón por la espalda, lo hacía Pistol de un modo precario, ya que en lugar de llevar el balón abajo lo dejaba ligeramente suspendido antes del bote pasado, para después agarrarlo. En una acción rápida de contraataque en el Forum, acuñó el balón con su muñeca derecha haciendo el gesto de pasar por detrás de la espalda para terminar dejando una bandeja con la misma mano; una finta nunca superada en resolución. 'Yo no he visto a nadie tan increíble como Pistol' , acredita de hecho Magic Johnson. Y hablando de fintas: el mejor engaño que yo haya visto nunca es, cómo no, obra suya. Jugando contra Baltimore encaraba sólo el aro corriendo y dos defensores se apresuraron al tapón; al llegar bajo canasta como para dejar la bandeja, Pete se quedó clavado en el suelo 'como las fintas marcadas de Petrovic-, ambos saltaron y por la inercia desaparecieron por el fondo; su arrogancia le hizo seguir pegado al piso mientras anotaba de forma insultante a tabla con una sola mano. Puro 'globetrotter'. 'Nunca he visto hacer a nadie las cosas que Pistol realizaba en la pista' , sentencia Rick Barry. Le encantaba hacer cosas que superaran lo imaginable: en los entrenamientos, hacía girar el balón en su dedo, lo soltaba al aire para golpearlo a tabla con la cabeza y el efecto del giro hacía lo demás para colarse en el aro. Los dos pasos libres de bote podían servir para mover mucho el balón, y así era cuando lo pasaba por su espalda y bajo una pierna levantada para dejar la bandeja a aro pasado. Por todo ello, también Moncho Monsalve se apunta a la lista con un categórico: 'Él hizo cosas que nadie ha repetido'. Había otra en que cogía el balón' acrobacia.
Sus filigranas las para en seco los problemas en su rodilla derecha en los últimos setenta. Ni Hudson en Atlanta ni Gail Goodrich en los Jazz fueron nunca su media naranja. Jamás la tuvo y sólo Rich Kelley parece comprender la soledad del genio: 'estaba muy por delante de todos nosotros'. El anecdótico paso por Boston mediado su último año confirma la mala suerte de los 'tocados por Dios'; un año más y hubiera recibido allí un bonito anillo. Nada en comparación con su muerte prematura, ocurrida durante un partidillo de amigos en Pasadena (California) en enero del 88, debido a un problema cardíaco que, según los médicos y para mayor confusión, era congénito, o lo que es lo mismo, siempre lo había padecido.
Contemplando en su carrera la ausencia de triunfos colectivos, da la impresión de que sus diez años en la liga buscan la diversión infantil y un cierto intento de humillar el baloncesto obsoleto que todos practicaban. Sus detractores no entendieron nunca el mensaje expansivo latente en su juego, la única y verdadera lectura del legado de Pistol: 'El baloncesto es infinito'. En rigor, es justo rescatar a George Gervin y Michael Jordan para formar la tripleta de jugadores con un mayor repertorio ofensivo en la histora de este deporte. Maravich veía el aro y cualquier forma valía para anotar. 'Sus posibilidades en ataque eran tan grandes 'insiste Thomas- que sinceramente uno no sabía qué esperar de él'.
A diferencia del experto, maestro de una tarea bien definida que sitúa en la pura perfección de la norma su arte, es el genio su contrapunto, un voluntario transgresor de este presupuesto, un impulso centrífugo hacia nuevos horizontes. Si a esto añadimos que, en algunos casos, el carácter afirmativo de este tipo humano busca ofender las formas trabajosamente elaboradas en el transcurso de los años, damos por suerte en el caso que hoy nos ha ocupado, el de un talento muy superior, un impresionista del juego. Pero, como era de esperar, el entero mensaje nunca se correspondió con su baloncesto real; su práctica nunca se extendió a los demás porque el genio no puede transmitir su colosal energía sin llegar al receptor como una serie de mensajes codificados que no puede entender. De hecho, todo genio es un incomprendido, pero, amigo Jayson, no todo incomprendido es siempre un genio.
PARA VER A MARAVICH:
La videografía del gran genio es realmente escasa. No hay en el mercado un montaje de imágenes dedicado íntegramente a su figura. Recuerdo haber encontrado hace unos años una vieja cinta de video que rezaba algo más o menos así: 'Aprende fundamentos con Pistol'. Desconfiad siempre de este tipo de cintas si lo que queréis es una intromisión seria en la carrera del protagonista. Sin embargo, sí podemos encontrar imágenes de Maravich con cuentagotas en otro tipo de montajes más genéricos. En el catálogo que la FOX inició mediados los ochenta, encontramos: -'NBA All Star': la cinta es un seguimiento del All Star de Dallas de 1986. Para que veáis lo difícil que es ver a Maravich, en ella hay tan sólo tres canastas del genio. Hasta hace unos años, cualquier centro comercial albergaba en sus vitrinas de video varias ofertas NBA de la CBS/FOX, pero el repertorio ha ido aumentando y aquella primera hornada podrá sólo encontrarse en mercadeo de segunda mano. Aunque yo intentaría asesorarme en el mismo Centro por la posibilidad de adquirir ofertas antiguas de la misma productora que puedan tener en stock.
-En los vols. I y II de 'Mates impresionantes y errores divertidísimos' (CBS/FOX) encontraréis dispersas algunas acciones de Pistol, perdidas entre varios de los montajes de video. Os quedaréis con las ganas. -La única recomendación rigurosa que yo haría es la del 'NBA at 50', el mejor y más completo montaje de video que se ha hecho jamás de la gran liga. Presentado por Denzell Washington, muestra, como indica su nombre, un repaso a los primeros 50 años de la gran liga. A destacar la porción dedicada a los años 70, entre la que se encuentra un número considerable de acciones de Maravich, incluidas tres acciones consecutivas en una exhibición personal del año 77. Todavía podéis conseguirla a través de la web nba.com y deberéis tener en vuestro video el sistema NTSC para poder visualizar el sistema americano. También hay DVD.
-En cualquier caso, las escasas imágenes que pueblan algunas privilegiadas estanterías de este país, han sido logradas, como en mi caso, en breves monográficos que los resúmenes semanales NBA para televisión, lo que hoy conocemos por 'NBA action', han ido mostrando en ocasiones muy esporádicas, a una media de uno cada tres años. Bajo el epígrafe 'Legends', la NBA acostumbra a insertar pequeños homenajes a sus glorias del pasado. Intuyo que en los resúmenes de este año, caerá uno para Pistol.
Gonzalo Vázquez
ACB.COM