La transición
Las estrellas de principio de década seguían siendo Cosic, ya en declive, Delibasic y Dalipagic. Dado que de Delibasic, por sus trágicas circunstancias, ya se ha hablado suficiente (ver artículo de Mateovic al respecto), hablaremos del cañonero Dalipagic, un tirador implacable que hizo historia en Italia, tanto en Venecia como en Verona y que una vez llegó hasta 70 puntos en la Lega.
Su depurada técnica, su velocidad en los movimientos, su longevidad deportiva y su carácter ganador hacen de 'Praja' un espécimen único en el avispero de los Balcanes. Solo un dato: con 38 años de edad aún promediaba 35 por partido en una liga tan competitiva como la Lega. En su tiempo Dalipagic llegó al punto de rechazar una oferta de los Celtics, que lo querían para sustituir a Havlicek, para convertirse en el máximo anotador de la historia del Partizán, con más de 8000 puntos, y de la selección yugoslava en los Mundiales, con 562 puntos. Consiguió, además, 5 títulos de máximo anotador en Italia y dos en Yugoslavia (el 1982 se fue casi hasta los 43 por partido). En Madrid, y sólo en Copa de Europa, pudieron disfrutar de este excepcional tirador, aunque no se alcanzó ni la final de la competición.
Del resto de jugadores que realizaron la transición de una época a otra se puede destacar a gente como Grbovic, que acabaría en el Puleva Granada metiendo puntos sin parar, Radovanovic, un sólido pívot algo tosco, Knego, más rocoso aún pero muy buen defensor, o el propio Alexander Petrovic.
Drazen Petrovic
Definir como jugador a Drazen Petrovic en pocas líneas es imposible. Tirador infalible, grandísimo triplista, a la vez era capaz de generar sus propios tiros con una capacidad para driblar nunca vista en Europa. Pasaba el balón por detrás de su espalda, o entre las piernas para, en décimas de segundo, lanzar con una velocidad inusitada. Podía aprovecharse de su altura y calidad para anotar en el poste bajo y anotaba en penetración como nadie. Era una máquina ofensiva del más alto nivel, ya que anotaba sin cesar y a la vez asistía a sus compañeros, haciendo mejores a un grupo de jugadores que como bloque no hubiesen llegado a ningún sitio sin los Petrovic: Nakic, un 4 con alta de alero alto, Sunara, un estilista con buen tiro, Arapovic, un buen defensor con nula capacidad ofensiva y poca predisposición al trabajo, Cutura, el más inteligente de todos, o el propio Cvjeticanin, el escolta de las mil fintas, bien conocido por la Demencia y los aficionados de Estudiantes.
Con Drazen la Cibona -que pese a ganar la Recopa del 82 de la mano de Cosic, Nakic y Alexander Petrovic no podía considerarse un club puntero en Europa- llegaría a conquistar dos copas de Europa: en 1985, ante el Real Madrid, y en 1986 ante el Zalgiris. Los duelos con el Madrid de Robinson, Martín, Corbalán y especialmente Iturriaga, que llegó a hacerle varias faltas fuertes seguidas en algún partido, fueron insuperables.
Y es que Petrovic no sólo era capaz de anotar más de 40 puntos por partido en su equipo, sino que podía dirigir el juego, dar espectáculo con pases de todo tipo y mofarse del equipo contrario de forma que Kicanovic pareciese un gentleman a su lado. Así era Petrovic: disfrutaba el partido celebrando cada canasta, poniendo el corazón en todo lo que hacía y, siempre junto a su hermano, desesperando a afición y equipo rival. De esta forma, introdujo una nueva forma, más pasional y visceral, de entender el juego. Los hermanos Petrovic, aliados con Danko Cvjeticanin, eran capaces de dejar el balón en las manos de un rival caído tras canasta, de imitar a Slavnic y Kicanovic pasándose la pelota en medio campo a medio metro el uno del otro al tiempo que protestaban todas y cada uno de las decisiones arbitrales. Su osadía llegaba al extremo de cantar el himno del Madrid cuando les iban ganando sin posibilidad de remontar mientras se pasaba la pelota entre las piernas, además de los tiempos muertos 'estilo Novosel', para mofarse aún más...
La gota que colmó el vaso vino en la final de la Copa de Europa del 86, donde desesperaron al mismísimo (y entonces, ágil) Arvydas Sabonis, que perdió los nervios tras una falta antideportiva de Nakic y se cruzó el campo para golpearlo, ganándose la expulsión y la derrota de su equipo. Las lágrimas de Sabonis en el banquillo quedan como uno de los recuerdos imborrables de la década de los 80. Pero, como veremos posteriormente, Sabas tendría su venganza.
La Cibona también ganó la Recopa del 87 precisamente a la Scavolini y jugó la final de la Korac del 88 que perdió ante el Real Madrid, vengando así afrentas pasadas. En el partido de vuelta en Zagreb, al que el Madrid llegó con 13 de ventaja y que fue el último a nivel internacional de clubs para Drazen con la Cibona, anotó 47 puntos. Una vez en Liga Yugoslava llegó hasta los 100, eso sí, jugando ante juveniles por un error federativo de su oponente.
Podríamos concluir afirmando que ofensivamente ha sido, junto a Óscar (eso sí, en distintos estilos...) el mejor jugador del baloncesto FIBA. En la NBA acabó aprendiendo a defender, a tirar aún más rápido, a superarse a sí mismo... hasta convertirse en una estrella de fama mundial. Todo lo contrario que Alexander, quien tuvo un breve y caótico paso por la Scavolini de Pésaro y que era un jugador inteligente con un buen tiro de tres puntos y mucho carácter, pero poco más.
Selección yugoslava
En lo que respecta al papel de la selección yugoslava durante esta etapa, llegó a la plata en el adiós de Cosic en 1981 y le arrebató el bronce a España en el Mundial de Colombia'82 en un escándalo sin precedentes, ya que anularon tres canastas válidas en el último minuto a los españoles, que acabaron perdiendo 117-119. No hubo medallas en el '83, donde España se tomó la revancha ganando de 1 tras un tiro de Radovanovic en el último segundo que dio varias vueltas por el aro para salirse, ni en el '85, donde Yugoslavia sencillamente fracasó. Se llegó al bronce en la olimpiada de Los Angeles gracias a los 37 puntos de Dalipagic ante Canadá el último día, ya que España apeó a los balcánicos de la lucha por el oro en el partido más memorable de la historia del basket en nuestro país.
Lo del año 86 no tuvo nombre. Tras un muy buen campeonato, en el que sería el adiós de Dalipagic, y pese al borrón ante Estados Unidos, en el que Tyrone Bogues frenó en seco al imparable Petrovic y lo dejó en unos ridículos 12 puntos, llegaron al último minuto y medio de partido ante la Unión Soviética con 9 de ventaja en pleno show de los hermanos Petrovic... en pleno pabellón de la Comunidad de Madrid, donde entonces eran los enemigos públicos número 1 tras arrebatar las dos Copas de Europa antes reseñadas al Real Madrid. Entonces pasó lo impensable: un triple de Sabonis a tabla, un robo de balón con otro triple de Tikhonenko, la negativa de los yugoslavos a tirar tiros libres (en aquella época se podía elegir entre saque de banda o ir a la línea tras la séptima falta) que derivan en una pérdida de balón por dobles de un jovencísimo Divac, y triple sobre la bocina de Valters para empatar el partido con media Madrid boca abajo. Prórroga y victoria soviética. Los 30 puntos, otra vez, de Dalipagic, hundieron a Brasil en la miseria en el partido por la medalla de bronce, pero el URSS- Yugoslavia del 86 queda como uno de los mejores partidos de la historia del basket europeo.
Posteriormente vino el bronce ante España en Grecia'87, en la que los 'plavi' remontaron 13 puntos a España en la segunda parte de la mano de un jovencísimo Djordjevic para ganar por 9 con 31 puntos de Petrovic, y la plata en Seúl'88, ya con Kukoc, Paspalj, Divac, Radja y Vrankovic, siempre con Drazen Petrovic encabezando el plantel. En la final ante la URSS, que venía de eliminar a los Estados Unidos, estuvieron 9 minutos sin anotar una canasta de campo, lo que les condenó.
Todo lo que hemos narrado dio lugar a una generación de jugadores hambrienta por devolver pasadas glorias a su selección, y que formarían el mejor equipo de la historia del basket europeo, ya sea a nivel de selecciones, con la Yugoslavia del trienio 89-91, como a nivel de clubs, con la insultante, poderosa y casi ilegal (por lo bueno, se entiende) Jugoplastika de Split, con Kukoc, Radja, Ivanovic, Perasovic.... y donde un jugador como Naumoski era totalmente marginal.
Javier Gancedo
ACB.COM