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Dzanan Musa: Batir las alas
Niño prodigio elevado a los altares del baloncesto continental, la historia de Dzanan Musa es la de un joven que hizo realidad su sueño de infancia. Destacó en Europa en tiempos imberbes, pero su paso a la NBA encapsuló un talento que vuelve a emerger en Lugo. Erigido en líder de Río Breogán, nuevamente su baloncesto bate las alas y Dzanan vuela alto.
  

El relato de una vida se cuenta a través de la mirada y los pasos que se dan. Los ojos construyen un álbum de imágenes que capturan instantes de felicidad y pena, y nuestros pasos marcan el camino vital que recorremos. En la vida de Dzanan Musa, además, su maleta es la más fiel confidente de todo aquello que ha experimentado y sentido en sus 22 años. Una vida corta pero intensa donde el constante ir y venir ha marcado un agitado trayecto que hoy le lleva a disfrutar de la Liga Endesa en el Río Breogán.

Lugo disfruta de un niño prodigio que acaparó titulares desde sus inicios. Uno de esos jugadores que parecen haber nacido con un balón en sus manos, aunque la realidad no es siempre así y Dzanan Musa, como otros muchos, dio sus primeros pasos en el mundo de la canasta siguiendo la estela del hermano mayor. “Comencé viendo entrenar a mi hermano quien ya jugaba a baloncesto. Cuando tenía seis años jugaba al fútbol, pero después de verle quise ser como él y empecé a practicarlo”. Sin embargo, más allá de tener como piedra fundacional de su pasión el deseo de imitar a su hermano, lo curioso es que en el recuerdo de Musa hay una imagen muy impactante de la que subyace su amor por el juego. “El primer partido de NBA que vi fue uno de los Lakers de Kobe Bryant y Shaquille O’Neal. Al verlo pensé que era muy divertido y automáticamente me enamoré del baloncesto”. Desde entonces guarda pasión por un deporte e idolatría por un jugador. “Kobe Bryant, él fue mi ídolo”, apunta.

Sus progresos fueron inmediatos y, cuando otros niños jugaban en el parque y soñaban con imposibles, Musa dejó su pequeña ciudad natal de Bihac para viajar a Sarajevo con solo ocho años. Abandonar una ciudad de menos de 60.000 habitantes para instalarse en la capital del país solo fue el primer movimiento de una fugaz infancia. En la academia KK Kos permaneció tres años, el tiempo necesario para que otros ojos se posaran sobre su precoz talento y emprendiese un segundo viaje, este más largo. Con 14 años se alejó definitivamente del confort y cobijo de su familia, y fichó por el Cedevita croata.

La apuesta personal estaba a la altura de la confianza que el club depositó en él, pero no hizo más llevadera la nostalgia por dejar atrás a su hogar durante aquellos años donde se estaba formando como jugador… pero también como persona. “Fueron duros, realmente duros. Dejar a tus padres, a tus amigos… dejarlo todo e irte a una ciudad donde nunca has estado y estar solo, fue difícil. Es cierto que mi familia estaba cerca, pero no estaba tan cerca como en casa”, confiesa. La lejanía de aquellos a quién más quería fue el precio que pagar para cumplir un deseo que, poco a poco, iba materializándose. “Tuve que esforzarme y hacerme a mí mismo, pero si amas al baloncesto haces lo que sea necesario por él”, afirma.

Musa fue quemando etapas sin vértigo porque todas las promesas de la infancia tenían el suficiente fundamento para pensar en un brillante futuro dentro del baloncesto. Con determinación y convicción, el alero cimentó una meteórica carrera que lo llevó a debutar en Euroliga con apenas 16 años. “Tenía claro que quería dedicarme al baloncesto y que quería triunfar, por lo que hice todo lo necesario para conseguirlo. Estuve tres años en Sarajevo y luego marché a Croacia en lo que fue mi primer movimiento como profesional. Allí jugué Eurocup y Euroliga por lo que fue un movimiento inteligente para mi carrera”, nos cuenta.

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DE LOS CIELOS EUROPEOS AL ASFALTO DE BROOKLYN

Su nombre fue popularizándose a pasos agigantados y en 2015 era uno de los mayores proyectos que vislumbraba el baloncesto continental. Había derribado muros con un talento abrumador y su carácter sobre el parqué destrozaba cualquier creencia en los carnés de identidad. Aun siendo junior competía con una madurez innata.

Así lo evidenció en el Eurobasket U16 de Kaunas donde su nombre pasó de oírse en los corrillos de especialistas a saltar al gran público. Él fue el gran causante de que Bosnia Herzegovina consiguiera la primera medalla de oro continental y sus actuaciones, especialmente en la ronda de eliminatorias, lo encumbraron a ser nombrado el mejor jugador del torneo tras promediar 23,3 puntos, nueve rebotes y 6,3 asistencias.

Para el jugador, aquel torneo “fue fantástico porque significó la primera medalla de oro para nuestro país en torneo europeo y estoy muy orgulloso de poder haber formado parte de ese hito. Es muy emotivo poder conseguir algo histórico para tu país porque mi país lo es todo para mí. Estoy muy orgulloso de haber formado parte de un grupo de chicos muy especiales para mí, ellos me ayudaron mucho y son el orgullo de Bosnia”.

En Kaunas se forjó el primer recuerdo que el aficionado español tiene de Musa, pues fue el diablo que cerró las puertas de la final a la España de Sergi Martínez, Josep Puerto o Miguel González. Con 24 puntos, ocho rebotes y cuatro asistencias, el alero tumbó a España 86-78 en un dramático choque solo resuelto tras dos prórrogas. “Creo que en ese momento tanto España como Turquía eran los mejores equipos de Europa y ese partido contra España fue inolvidable” afirma el jugador. Ese día, Musa jugó 43 minutos de un partido que lo exprimió tanto física como mentalmente. “Acabé muy cansado y de vuelta al hotel no creía lo que había pasado. Ellos eran un gran equipo, liderado por el que ahora es mi amigo, Sergi Martínez. Ellos eran muy competitivos y nos llevaron al límite, pero por suerte al final el partido cayó de nuestro lado”, señala.

Bosnia, que había caído en dos partidos de la fase preliminar, había encontrado un unicornio capaz de superar los límites del agotamiento para hacer historia en una final a la que llegó casi directamente del hospital. “Fue muy difícil porque acabé muy cansado e incluso cuatro horas antes del partido estaba en el hospital porque tenía gripe. No me sentía muy bien porque estaba cansado del partido contra España y todo lo demás, pero ya en el partido les dije a mis compañeros: ‘tenemos que ganar este partido, no podemos volver si perdemos el partido por la medalla de oro’. Al final conseguimos ganar en Kaunas con un pabellón lleno y me siento muy orgulloso de ese momento porque dimos el máximo para conseguir un gran logro”, nos cuenta. Sus 33 puntos, ocho rebotes y siete asistencias agrandan la épica de su sobresfuerzo físico y la relevancia de un triunfo que le llevó a los altares del baloncesto en su país. Convertido ya en una realidad, en Cedevita dio los últimos pasos y completó los últimos ajustes para presentar su candidatura al draft de la NBA en 2018.

acb Photo / C. Castro
© acb Photo / C. Castro

Todas las imágenes del pasado, los viajes y cambios de ciudad, las horas de entrenamientos… todos los sacrificios en la sombra se vertieron a través de lágrimas en el momento en el que su nombre sonó aquella noche del draft. El niño veía cumplido su sueño, el hombre comenzaba a construir su historia.

Lo hacía, además, en el hogar de quien fue otro de sus héroes de infancia: Drazen Petrovic. El genio de Sibenik sigue siendo un referente para generaciones que, como la de Musa, ni siquiera lo vieron jugar en directo. Para el alero del Río Breogán esa noche se cerraba un emotivo círculo que se inició semanas antes a miles de kilómetros del Barclays Center. “Fue muy especial porque mi último partido en Europa fue contra su equipo en Zagreb y en el pabellón que lleva su nombre. Después viajé a Nueva York y fue seleccionado por los Nets, que fue el último equipo donde Drazen jugó. Fue un momento extraordinario y estoy muy feliz por haber vivido esa experiencia”, señala.

En el Drazen Petrovic Basketball Hall el Cedevita venció 68-77 a la Cibona y, con 21 puntos y tres asistencias, Musa lideraba el triunfo en la final liguera. Sin duda que era su momento, la crítica en general se rendía a su calidad y en su horizonte no había atisbo de dudas. El problema es que, sí, la NBA ficha pensando en el futuro, pero apenas deja margen para su maduración. Sí, habla de proyectos y umbrales de potencial, pero son pocas las oportunidades para que ofrece y menos paciencia tiene si los resultados no son inmediatos. New Jersey Nets conocía del potencial de Musa y entendía la adaptación que debía existir para que sacar el máximo rendimiento de sus cualidades físicas y habilidades técnicas… pero no fue suficiente.

Sin apenas oportunidades en su año de novato, destacó en la G-League (19.5 puntos por noche en 31 minutos con los Long Islands Nets) y Summer League (11,5 puntos y cinco rebotes) ganándose un hueco en la plantilla de los Nets. En el lujoso proyecto que se estaba construyendo en Brooklyn pudo coincidir con Kevin Durant de quien habla maravillas. “Fue muy especial compartir equipo con KD porque, para mí, es ahora mismo el mejor jugador del mundo. Es increíble tener la oportunidad de compartir vestuario. Él me enseñó mucho y estoy agradecido de poder decir que es un amigo además de un mentor”, dice. Aquella fue la parte más agradable de una experiencia que nunca fue completa porque jamás pudo expresar su baloncesto plenamente sobre el parqué.

Él huye de las comparaciones que se hicieron durante años con Luka Doncic (número tres del draft ese año), “Luka es Luka y yo soy yo. Durante nuestra carrera nos hemos hecho grandes amigos, él es un gran jugador y le deseo la mejor de las carreras porque es un gran jugador y un gran tipo. Yo tengo mi propia carrera, estoy luchando por jugar cada minuto al máximo nivel y es lo único en lo que me centro”, asegura y no se arrepiente del salto a la NBA. Para Musa “cada persona debe elegir su propio camino y… no sé, a veces este pasa por ir a la Universidad, a veces por jugar en Europa. Cada jugador joven debe tomar su propia decisión. Por mi parte, no hay ningún arrepentimiento sobre las decisiones que he tomado. Estoy feliz con todo lo que ha sucedido en mi carrera porque ha supuesto vivir experiencias y ofrecerme la posibilidad de estar donde estoy ahora”.

acb Photo / C. Castro
© acb Photo / C. Castro

LA FELICIDAD DEL AHORA

Esos pasos le han traído a España tras un efímero paso por Estambul. Fue uno de los fichajes más sorprendentes del verano pues, aparentemente, resultaba atrevida y arriesgada su apuesta por un equipo recién ascendido. El salto era importante por el cambio que implicaba, pero si eso no le asustó en el pasado, está claro que ahora no lo iba a detener. “Es una oportunidad muy buena para mí. Estoy en un gran equipo y dentro de una gran organización. Hablé con mi agente, Misko Raznatovic, quien habló tanto con el entrenador como con el club, y vimos que era una gran oportunidad. La ciudad ama el baloncesto y estoy muy feliz de estar aquí. El equipo está jugando bien, esperamos seguir peleando cada partido y yo deseo que todo siga yendo de la misma forma”, nos dice.

"Mi carrera va en la buena dirección. Ahora simplemente voy día a día, partido a partido. Disfruto de la vida que tengo"
D. Musa

Todo el mundo llega a tiempo, sólo hay que saber esperar. No por correr más se llega antes a la meta y el baloncesto es uno de esos pocos aspectos de la vida donde no hay ni que llegar antes ni después, sino en su preciso momento. Algunos dirán que el baloncesto le ha dado una segunda oportunidad, pero él tiene otra opinión: “creo que es mi primera oportunidad. Todavía soy joven, solo tengo 22 años. Me queda mucho camino por recorrer y quiero jugar el máximo tiempo posible al máximo nivel en Europa. Ahora la Liga Endesa es la mejor liga de Europa y todos pueden ver que Río Breogán está jugando un gran baloncesto. Estoy muy contento con mis compañeros y por todo ello pienso que es mi primera oportunidad en el baloncesto”.

Muchos confiaban en él como uno de los grandes nombres de la presente temporada pero pocos imaginaban que tuviera un impacto tan grande e inmediato como el que está teniendo. Desde el primer día demostró ser un jugador diferencial y su carta de presentación fue inmejorable: 16 puntos sin fallo en el tiro en el primer cuarto de su debut. “Quería marcar el territorio”, nos cuenta. “Ya desde el principio quería guiar al grupo, ser un ejemplo y un líder para el equipo y ahora solo espero continuar siéndolo en el futuro. Es muy enriquecedor poder ser parte de este equipo y fue muy bueno empezar de la manera en la que lo hice”.

Musa ha recuperado su esencia. Es un anotador clásico (es segundo máximo anotador en Liga Endesa con 16,2 puntos por encuentro), un perfil de jugador que necesita un volumen alto de lanzamientos y que mantiene una relación estrecha con el balón. En la NBA apenas sentía su tacto, pero en Río Breogán ha recuperado su estatus de jugador referente en ataque. Nunca ha tenido problemas para asumir responsabilidades, creció derribando ideas preconcebidas y ahora la presión de asumir galones en un recién ascendido no le asusta. Al contrario, le motiva. “Al principio de mi carrera era el líder en mis equipos y jugaba muchos minutos. Es más fácil jugar mucho que no jugar, por lo que la adaptación ahora es muy sencilla”, nos cuenta con una sonrisa que delata la felicidad del momento.

Jornada tras jornada, su figura corre con paso ágil por las canchas, esquivando rivales y cuestionando aritméticas de lanzamiento con escorzos animados. Su juego recuerda al de un ave que bate sus alas y vuela alto (es quinto en valoración con una media de 16,4 créditos). Musa afirma que “disfruto jugando al baloncesto y siempre que estoy sobre una pista de baloncesto recuerdo cuando empecé a jugar al baloncesto, cuando no lo hacía por dinero ni nada de eso. Ahora estoy feliz de estar en este equipo y con el estilo de juego que desarrolla… y, por supuesto, cuando juego a baloncesto estoy feliz y me voy a casa contento”.

acb Photo / G. Pozo
© acb Photo / G. Pozo

Una carrera construida con imágenes aceleradas, viviendo deprisa y quizá sin el poso necesario para asimilar la complejidad del mundo que le rodea ha dado paso a una realidad pausada. Descarta cualquier reproche y mira con optimismo al futuro. “Creo que mi carrera va en la buena dirección. Ahora simplemente voy día a día, partido a partido. Disfruto de la vida que tengo”, asegura.

En Lugo, donde el tiempo transcurre como en cualquier otra ciudad, pero se disfruta a otra velocidad, Musa disfruta nuevamente del baloncesto. La hospitalidad y respeto de su gente le ha acogido como a uno más, quizá porque Galicia es una tierra que no conoce fronteras, quizá porque reconoce en quien llega a ella a todos quienes un día marcharon de ella.