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Forjadores de la acb (XXXIII): El CAI inauguró la nueva era de la Copa

Con la Liga acb ya en marcha, llegó el momento de estrenar un nuevo formato para el torneo del KO. Y esa primera edición ya se vivió con enorme interés y... ¡con sorpresa!

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Igual que la primera Liga ACB, la primera Copa de la nueva era del baloncesto español fue la de la temporada 83-84. La jugarían en una sede única los dos primeros clasificados de cada grupo (Par e Impar) al término de la primera fase de la Liga. Zaragoza jugó fuerte: pagó los 5 millones de pesetas estipulados, además de los 3 de gastos de organización, a pesar de que el equipo de la ciudad, el CAI, que había subido a Primera poco antes, en 1979, no tuvo garantizada su presencia en la última jornada, en la que se combinó su victoria en l’Hospitalet con la del Real Madrid en la pista del Cajamadrid. Al final salieron las cuentas: al millón largo correspondiente a la tercera parte de los derechos de televisión de la semifinal Barça-Madrid (la final ya entraba en el paquete concertado a comienzos de temporada) se sumaron más de 8 millones de recaudación por las entradas, con llenos absolutos pese a disputarse en dos días laborables, miércoles y jueves. Aunque lo mejor para la ciudad anfitriona fue que el título, contra todo pronóstico, lo consiguió el CAI. Fue el primero de su historia, al que seguiría otro seis años después en Las Palmas.

El torneo comenzó el 30 de noviembre de 1983 a lo grande. Nada menos que un Barcelona-Real Madrid con una estrella indiscutible, nacida precisamente en Zaragoza: Juan Antonio San Epifanio, autor de 40 puntos con sólo 19 lanzamientos en juego, y eso que todavía no había triples. Un 15 de 19 de dos puntos y un 10 de 11 tiros libres dan fe de su puntería. Su equipo fue superior, pero unos errores al final redujeron su ventaja hasta el definitivo 102-100. Sin prórroga. ¡Menudo marcador para estrenar una competición! Los estadounidenses Jackson (23) y Robinson (19) fueron los máximos anotadores de los blancos.

La segunda semifinal trajo la primera satisfacción para el público local, que vio cómo su CAI derrotaba merecidamente (87-83) a un Joventut Massana lejos del nivel que le había llevado a ser el mejor equipo de la primera fase de la Liga con 13 victorias (tres más que los aragoneses) y una sola derrota. La pareja de estadounidenses del CAI hizo estragos, en un anticipo de la relevancia que tendrían en la final: 36 puntos y 12 rebotes de Magee (40 de valoración) y 20 y 9 respectivamente de Allen. También los dos americanos fueron los mejores de la Penya, pero a un nivel muy inferior: Russell (20 puntos) y Stewart (18).

El día siguiente, 1 de diciembre, se disputó la gran final, después de que el Real Madrid venciera en la de consolación al Joventut Massana (88-84). A pesar del factor pista, el favorito era el Barcelona, que había ganado las seis últimas Copas disputadas con el sistema anterior. El primer tiempo se atuvo a esa lógica y el equipo de Antoni Serra llegó al descanso 9 puntos arriba (38-47), que aumentó a 10 (46-56) cumplido el minuto 5 de la segunda parte. Pero a partir de ahí empezó a cambiar todo. El regreso a la pista del base Bosch le hizo tanto bien al CAI como daño a su rival las faltas de sus dos pívots titulares, Starks y Davis. Los locales remontaron (61-60) y a falta de 3:10 ganaban por 77-72.

Llegó después un grave error de la mesa, al anotar un solo tiro libre de Epi de los dos que había anotado. Luego quisieron arreglarlo cuando fue Sibilio a la línea, pero no corrigieron bien el marcador, que quedó en 79-77 cuando debía ser 79-78. Una bandeja de López Rodríguez puso el 81-77. Quedaban todavía 6 segundos en el crono, pero algunos espectadores saltaron a la pista, dando por hecha la victoria local. Cuando volvió la calma, al cabo de un buen rato, la mesa determinó que quedaban 2 segundos y los árbitros señalaron una técnica a Magee porque había desplazado el balón. Epi convirtió el primer tiro libre y lanzó a fallar el segundo, pero el rebote lo capturó Zapata, entonces un júnior del CAI que años después ficharía por el Barça. Tampoco habría cambiado nada. Recordemos que entonces no había triples. “Sí, les han quitado un punto, pero pensar que por ello habrían ganado es como pensar que, por el hecho de que yo canto tangos, soy Carlos Gardel”, manifestó al respecto León Najnudel, técnico del cuadro aragonés, al final del choque.

La magnífica defensa del equipo que entrenaba el argentino fue un factor decisivo para el definitivo 81-78 (que debió ser 81-79) y los lanzamientos de Epi y Sibilio (23 puntos cada uno) no pudieron compensar la extraordinaria labor, otra vez, de la eficacísima pareja que formaban en defensa y en ataque Kevin Magee (19 puntos y 13 rebotes) y Jim Allen (16 y 9, respectivamente). Una pareja que antes de la final acudió al presidente de CAI, José Luis Rubio, en el hotel de concentración para ver qué había de una posible prima. Venía a cuento el asunto porque sus compatriotas del Barça les habían explicado que cada jugador azulgrana tenía una de 325.000 pesetas por llevarse el título, que al final se quedaron en 150.000 por ganar al Madrid en la semifinal. Rubio les dijo que no había nada previsto y Magee, un profesional de pies a cabeza, hizo ver a su compañero que si no figuraba en su contrato ninguna cláusula en ese sentido su obligación era simplemente jugar a tope, sin pensar en un premio extra. ¡Y vaya si lo hicieron! Aunque al final sí tuvieron una prima de 25.000 pesetas, pero no del club, sino del patrocinador, la Caja de Ahorros Inmaculada.

Gloria, pues, para el Club Baloncesto Zaragoza, el CAI. “Es un triunfo histórico para el baloncesto, ya que por fin se ha acabado la hegemonía de los dos grandes”, proclamó aquel día el presidente de la Federación Española, Ernesto Segura de Luna. El club aragonés volvió a ganar la Copa en 1990 y perdió las finales de 1992 y 1995, en los mejores años de la historia del club. Y fin de la gloria copera en aquella etapa para el Barcelona, que en la temporada 83-84 jugaría la final de las tres grandes competiciones (Copa de Europa, Liga y Copa)… y las perdería todas.

Aquella primera Copa ACB fue un éxito rotundo. Como las dos siguientes. Un éxito que hizo pensar que sería mayor si la final a cuatro se ampliaba a ocho, idea que se llevó ya a la práctica en la temporada 86-87. Hasta ahora, con el brillantísimo resultado que todos conocemos.