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Ibon Navarro, el triunfo de la bondad

Hombre sereno y afable, el triunfo de Unicaja en la Copa del Rey ha provocado el aplauso unánime hacia Ibon Navarro. El técnico ha sido definido por todos como la piedra fundacional del éxito malagueño

  

Lamentable vivimos en una sociedad donde impera el ruido y se afilan los palos para atizar con dureza a quién no concuerda con la idea imperante o, sencillamente, no está en el lado vencedor.

El discurso pausado no está de moda y parece que el abrazo y el afecto no pueden conducir al éxito. Quizá por ello haya sorprendido tanto el triunfo de Unicaja y, sobre todo, la unanimidad en el aplauso a Ibon Navarro.

"El 90 por ciento del mérito lo tiene Ibon ya que él ha confeccionado una plantilla nueva, de nueve jugadores, y la ha convertido en un equipo campeón en seis meses. Eso no lo hace cualquiera y es para tener todos los elogios que tiene y más", aseguró Alberto Díaz.

El reconocimiento a su labor técnica ha sido absoluto. La preparación de las eliminatorias y su gestión de partido fueron elogiados, aunque los ecos más profundos de su participación en la Copa del Rey ponen el foco en su calidad humana.

Porque Ibon es un entrenador que, por encima de todo, es persona y del que todos destacan la infinidad de gestos que mantiene con quienes le rodean. Un protector que cuida a la gente dentro y fuera de la pista.

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Quizá porque cuánto más gruesa es la palabra, más fina es la razón, Ibon práctica el discurso sereno y empático. Arengas que huyen de la tempestad del grito, pero que calan en el vestuario como lluvia fina y que generan el sentimiento de familia dentro de un equipo. Esta es una fortaleza sin igual en un deporte donde el éxito y el fracaso se distingue por detalles y que ha hecho que Unicaja fuese capaz de tumbar a dos titanes competitivos o revertir situaciones adversas en la final.

'Ibon es la clave, es nuestro líder, ha preparado los dos partidos de forma increíble. Está siempre para nosotros. Y es una persona muy especial y se merece todo lo que le pase. Todos sabemos lo bien entrenador que es, pero la gente no sabe lo buena persona que es y lo que se merece esto", reconocía Darío Brizuela al concluir la final.

Las palabras de cada jugador o miembro de Unicaja justo al terminar (cuando la emoción saca a relucir los sentimientos más verdaderos) lustran más que el valioso trofeo que levantó hace una semana. Triunfo, además, que hace justicia a un hombre que fue despedido hace un año cuando, caprichos del destino, ese mismo manual de estilo no funcionaba.

Fiel a su carácter, no claudicó y no cambió su forma de ser o de entrenar. La espera le ha dado la razón y recompensado en tiempo récord porque, al final (y aunque no siempre lo veamos), a las buenas personas siempre les pasan cosas buenas. No por casualidad, sino porque cada día trabajan para que así sea. Felicidades, Ibon.