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Kosta Koufos: El coloso de Ohio

Apunten bien este nombre: Kosta Koufos, nada menos que MVP, máximo anotador, reboteador y taponador del Europeo Junior de Madrid, que dominó como nunca se había visto en los últimos años. Fran Guillén nos presenta a este joven prodigio de 2,13 y sólo 18 años, nacido y criado en Ohio (EE.UU.) pero de padres griegos y enamorado del baloncesto desde niño. “Aún hoy duerme con un balón”, asegura su madre, Kathy. Pero... ¿qué mejores palabras para definirle que las de Macvan, su gran rival en el Europeo: “Grecia es un gran equipo, pero Koufos… Bueno, Koufos es probablemente el nuevo David Robinson”. De momento será el encargado de sustituir a Greg Oden en la Universidad de Ohio State

Kosta Koufos ha sido un ciclón en Madrid: 26,5 puntos, 13 rebotes y 3,5 tapones por partido (Foto FIBA Europe / Emilio Cobos)
© Kosta Koufos ha sido un ciclón en Madrid: 26,5 puntos, 13 rebotes y 3,5 tapones por partido (Foto FIBA Europe / Emilio Cobos)
  

Canton, ciudad de casi 80.000 habitantes situada en el estado de Ohio, unas sesenta millas (casi cien kilómetros) al sur de Cleveland, ha sido, históricamente, un emplazamiento eminentemente consagrado al fútbol americano. No en vano, allí se sitúa nada más y nada menos que el Pro Football Hall of Fame, lo que guarda una patente relación con el hecho de que la American Professional Football Association, el embrión de la actual NFL, fuera fundada en un modesto negocio de alquiler de coches de este municipio allá por 1920.

Al pequeño Konstantinos Koufos, nacido allí un 24 de febrero de 1989, sin embargo, nunca le dejaron jugar al fútbol americano. “Era demasiado para él y podría haberse lesionado”, replica Kathy, su madre, griega de nacimiento pero norteamericana de adopción, quien cuidó y educó a Kosta desde que su padre (también griego) perdió la batalla contra el cáncer cuando él contaba únicamente con nueve años. El muchacho alternó el baloncesto y el béisbol, pero rápidamente decidió que su mundo no giraría alrededor de un bate, sino de una canasta. “Estaba y está loco por el baloncesto -dice su madre-. Aún hoy duerme con un balón”. Crecía idolatrando a Larry Bird y jugando al H.O.R.S.E. con el Reverendo Dan Rogich, quien poseía un desvencijado aro en los aledaños de la Iglesia Ortodoxa Griega de Holy Trinity, donde Kosta alternaba el baloncesto con sus quehaceres como monaguillo. En aquella época, su juego también se enriquecía enfrentándose a las mejores promesas del estado de Ohio, incluyendo a un carismático adolescente de la cercana Akron que por aquel entonces ya despuntaba. “Reconozco que el Padre Dan también tenía sus días buenos -admite, sarcástico, Koufos-, pero nada es comparable a jugar contra LeBron James, que, cuando yo tenía casi diez años, decidió hacerme un hueco en un partidillo veraniego”.

Su evolución natural continuó en el GlenOak High School, donde Kosta, por suerte o por desgracia, habida cuenta de su tremendo desarrollo físico, tuvo que olvidarse progresivamente de jugar lejos del aro. “Cuando era un crío soñaba con ser base y ahora mido más de siete pies”, comenta, hilarante, nuestro protagonista. Aún así, los que le conocen bien afirman que todavía hoy queda un poso de aquel Koufos que se desenvolvía con más soltura en el poste alto que en las cercanías del aro. “Recuerdo que una vez oí cómo un espectador sentado cerca del banquillo le decía a su acompañante, completamente extasiado, que no podía creer cómo el jugador más alto de todo el partido jugaba como si midiese dos metros”, dice Jack Greynolds Jr., su entrenador en el instituto. “Ofensivamente es realmente peligroso, porque puede tirar desde el perímetro y también penetrar -afirma-. Es un jugador muy sólido y, aunque no es, defensivamente hablando, alguien como Greg Oden, está mejorando muchísimo. Su juego es muy propicio para el estilo europeo -añade Greynolds- y, pese a que no es Dirk Nowitzki en cuanto a talento, su manera de jugar, en ocasiones, era muy similar. Él fue siempre un muchacho con muy buenos fundamentos, pero era muy delgado -finaliza el coach de los Eagles de GlenOak-. Le dije que no podía verse constantemente superado por chicos de 1’90 de altura”. Una vez que las pesas se introdujeron en la rutina diaria de entrenamiento de Kosta, cuya encomiable ética de trabajo aceleró ostensiblemente el proceso, todo cambió. “Ahora es un magnífico jugador interior -recalca Greynolds-. Cuando su cuerpo madure, será una verdadera fuerza interior”.

Kosta Koufos fue el rey de los tableros durante el Europeo Junior (Foto FIBA Europe / Emilio Cobos)
© Kosta Koufos fue el rey de los tableros durante el Europeo Junior (Foto FIBA Europe / Emilio Cobos)
Sus cuatro años en el instituto quedarán para los anales de un GlenOak High School que, pese a conocer sus mayores días de gloria gracias al baloncesto (ligeramente eclipsado a mediados de los ochenta por el waterpolo), jamás, hasta el último año de Koufos, había experimentado lo que era jugar una Final Four estatal. Desde que ingresó en la institución del condado de Stark, las estadísticas de Kosta mejoraron ostensiblemente curso tras curso, culminando en esos 25,4 puntos, 15 rebotes y 5,2 tapones por encuentro que le permitieron pulverizar los récords históricos del high school en las dos principales categorías y pugnar duramente por el premio de Mr. Basketball (mejor jugador de instituto del estado) de Ohio, galardón que, tras una reñidísima votación, fue finalmente a parar a manos de Jon Diebler, un alero que ha hecho añicos las mejores marcas anotadoras de todos los tiempos en el estado (40.8 puntos por encuentro la pasada temporada) y que, pese a actuar en la Division II, ha logrado llamar la atención de un Thad Matta que le ha reclutado para sus Buckeyes.

Nuestro protagonista también pondrá rumbo al campus de Columbus el próximo curso. Considerado unánimemente como uno de los tres mejores pívots de su camada (sólo el bruin Kevin Love y el aggie DeAndre Jordan pueden discutirle el cetro de mejor center de su generación), su reclutamiento causó un especial revuelo porque la sombra de Greg Oden, el gran pívot de la historia reciente de la NCAA, se hace patente. “No siento una especial presión por tener que sustituirle -apunta Koufos-. Sólo tengo que preocuparme de jugar bien cada día e intentar mejorar”. “No es un problema -afirma su madre-. Él, incluso, estaba deseando jugar con Oden. Kosta puede jugar de ala-pívot y, con Greg a su lado como pívot puro, hubiesen formado un gran tándem”.

Pese a ser uno de los highschoolers más cotizados del país (“Todos los días nos llegaba a casa una enorme caja llena de cartas con diferentes ofertas y proposiciones de muchas universidades -recuerda Kathy-. El cartero acabó quejándose”), todo en sus meses previos al desembarco en los Buckeyes no fue un camino de rosas. “Viajábamos mi madre y yo hasta Ann Arbor para conocer a Tommy Amaker y a todo el staff de la Universidad de Michigan -cuenta Kosta- cuando, después de más de una hora de viaje, empezó a salir humo del motor de nuestra furgoneta. ¡La transmisión se había roto y no había ni una sola casa de alquiler de coches cerca! Estábamos en uno de esos pueblos en los que lo único que puedes encontrar es un supermercado”. Al final, pese a que ambas partes consiguieron verse, nuestro protagonista acabó decidiéndose por Ohio State, desoyendo ofertas de los programas más prestigiosos del país. “Le gusta mucho el campus, está encantado con el profesorado (quiere estudiar Administración y Dirección de Empresas) y con el staff técnico del equipo de baloncesto y también ha valorado decisivamente que la universidad está a sólo dos horas de casa, así que el año que viene podremos ir a verle con frecuencia”.

En lo que a lo meramente deportivo se refiere, Kosta consagró la pasada primavera a ingentes raciones de gimnasio, ejercitándose, incluso, en triples sesiones. Y todo ello para aterrizar con la mejor preparación posible en unos Buckeyes que anhelan alcanzar logros similares a los de la temporada pasada. Allí, además, le esperará Thad Matta, que confía ciegamente en él. “Creo que va a tener buenas sensaciones muy pronto, pese a todo lo que va a tener que afrontar”, afirma un Matta que, sumando sus andaduras en Xavier y Ohio State, lleva casi seis años siendo, probablemente, el entrenador más influyente del estado, mostrando una habilidad casi virtuosa para hacer que el talento de Ohio permanezca, pese al acoso y derribo de otros colleges históricos, dentro de sus propias fronteras.

Dentro de la cancha, y ya con Oden fuera del nido, despertando pasiones en Oregon, Koufos actuará, presumiblemente, como “cinco”, dejando el puesto de “cuatro” a un Othello Hunter cuya potencia y entrega se complementarán a la perfección con las cualidades de nuestro protagonista. Si el coach Matta confía en su capacidad para romper las zonas jugando de cara al aro, el también freshman Dallas Lauderdale sería el jugador idóneo para ocupar el poste bajo como pívot puro.

Koufos y Macvan protagonizaron un duelo memorable en la final (Foto FIBA Europe / Emilio Cobos)
© Koufos y Macvan protagonizaron un duelo memorable en la final (Foto FIBA Europe / Emilio Cobos)
Pero si por algo ahora mismo el nombre de Kosta Koufos aparece en todas y cada una de las conversaciones que versen sobre baloncesto de base es por haber eclipsado, a la chita callando, a talentos como Milan Macvan y Ricky Rubio en un Europeo Junior de Madrid en el que se ha echado a la espalda a una selección griega en cuyo engranaje entró, tras más de un año de papeleos para tramitar el pasaporte, únicamente diez días antes de que el torneo echase a rodar. Unánime MVP (con unas despampanantes estadísticas finales: 26,5 puntos, 13 rebotes y 3,5 tapones de promedio), completando dobles-dobles en todos los encuentros del campeonato menos uno y dejando para la posteridad actuaciones antológicas, como los 37 puntos, 20 rebotes y 5 tapones que llevaron a los helenos a disputar la gran final, pasando por encima de toda una Lituania. Incluso el serbio Macvan, su verdugo en la final, se deshacía en elogios hacia la verdadera revelación del torneo. “No me lo puedo creer -afirmaba el balcánico-. Grecia es un gran equipo, pero Koufos… Bueno, Koufos es probablemente el nuevo David Robinson. Es un magnífico jugador. No tengo palabras para describirle”.

Y todo ello fue posible gracias a un chivatazo que permitió a Panagiotis Yannakis, técnico de la selección absoluta griega, descubrir a este diamante en bruto. “Le dijeron que había un muchacho de ascendencia griega que estaba destacando en un high school y Yannakis no dudó en viajar para conocer a su familia y poder verle jugar in situ”, relata Nikos Keramefs, entrenador de la selección griega junior que fue medalla de plata en Madrid, quien no titubea al afirmar que, junto a Sofoklis Schortsianitis, Kostas Koufos es el mejor jugador que ha tenido a sus órdenes. Yannakis, por su parte, se muestra aún cauteloso. “Necesita tiempo para ser productivo en la selección absoluta y poder mostrar todo el baloncesto que él puede ofrecer -afirma el histórico ex jugador de Aris de Salónica y Panathinaikos-. Tiene un enorme talento, pero necesita mejorar trabajando duro”.

Kosta, que habla griego fluidamente y ha visitado en varias ocasiones el país de donde provienen sus raíces y en el que aún vive la mayoría de su familia, sueña con jugar en los Juegos Olímpicos del año que viene con la selección absoluta y afirma que siempre acudirá encantado a su cita con la selección helena. Pese a que poco después de ser convocado por Grecia, Koufos recibió la llamada de la selección de Estados Unidos, él, en palabras de su madre, “está muy orgulloso de poder vestir la camiseta de la tierra en la que nacieron sus padres y, además, deportivamente, le viene muy bien, porque aprende a incluir en su juego lo mejor de ambos mundos. Ellos están gratamente impresionados con él -prosigue Kathy- y él se encuentra muy a gusto, porque esta selección junior griega es un grupo humano fantástico”.

La realidad es que el futuro de Kosta se torna espléndido. Tras su exhibición en tierras madrileñas, su caché entre los scouts de la NBA ha subido como la espuma, asomando ya, en algunas predicciones, la cabeza entre los diez primeros del próximo draft. Todo apunta a que su futuro, a corto-medio plazo, pasa irremediablemente por la NBA, pero el nombre de Kosta Koufos no pasa tampoco desapercibido para los grandes clubes del Viejo Continente, que, a buen seguro, harán todo lo posible por aplazar, aunque sea por una temporada, el ineludible porvenir en la mejor liga del mundo que le aguarda al joven talento greco-americano.

“Debe trabajar duro en la NCAA, intentar mejorar en todos los aspectos de su juego y aprovechar la oportunidad de la que dispone”, finaliza Kathy, la mayor influencia en la vida de un Kosta que no duda en afirmar que, si ha llegado donde está, es por ella. A buen seguro que el de la matriarca de la familia, al igual que lo fue en el Madrid Arena durante el pasado Eurobasket Junior, será un rostro habitual en las gradas del Nationwide Arena la próxima temporada. Allí, defendiendo el gris y escarlata de los Buckeyes, Kosta deberá confirmar todo lo bueno que nos ha ofrecido vistiendo la casaca helena, tanto dentro de la pista, siendo un jugador realmente imparable por momentos, como fuera de ella, mostrándose como una persona cercana y con la cabeza extraordinariamente bien amueblada. Esta vez, tanto los rodios como el resto de los griegos podrán volver a sentirse orgullosos de su nuevo coloso, quien, pese a no superar los treinta metros de altura, a buen seguro acabará, a la manera del gigante que esculpió en hierro y bronce Cares de Lindos, convirtiéndose en una de las cinco maravillas del mundo baloncestístico. Un coloso que, caprichos del destino, no nació en Grecia, sino en Ohio.