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Juan Carlos Navarro: El heredero

Navarro deslumbró en la Final ACB, alzándose con su quinta liga y su primer MVP. Prometió hace años liderar a su equipo y no faltó a su palabra, convirtiendo su nombre en leyenda en su regreso al Palau y siendo heredero de mitos barcelonistas

Estallido de alegría de Juan Carlos Navarro tras conquistar el título de liga
© Estallido de alegría de Juan Carlos Navarro tras conquistar el título de liga
  

Juan Carlos Navarro regresó de Estados Unidos el pasado año cuando concluyó la temporada NBA. Había sido una interesante experiencia, algo dura tal vez, pero, con un promedio de casi 11 puntos por partido, su estreno al otro lado del charco se podía calificar de positivo. En plenas vacaciones, Navarro se interesó especialmente por la Final ACB que en 2008 disputaron TAU Cerámica y su ex equipo, el Barça.

La tierra tira. Los recuerdos, también. Desde que se había incorporado a la disciplina blaugrana como infantil, en la temporada 92-93, Juan Carlos había vivido quince temporadas en ese club, subiendo escalones y sumando importantes éxitos para su club. ¿Cómo olvidar sus raíces? ¿Cómo disimular su amor a su ex equipo? En aquella serie, el TAU arrasó al FC Barcelona y eso provocó que Navarro sintiese la necesidad de regresar: “Al acabar la temporada, cuando vine de nuevo aquí, sentía impotencia cuando veía los partidos de Playoff en el Palau y no podía ayudar al equipo. Ha sido una decisión que me ha salido de dentro\". Acababa de poner los cimientos al regreso más esperado.

Regal Barça decidió hacer más ambicioso su proyecto, rodeando lo que ya era una buena plantilla con jugadores de postín, como David Andersen. Navarro sería la pieza más importante del engranaje culé, el sueño dorado de un equipo destinado a luchar por todo. La apuesta por el escolta fue fuerte, tanto en el plano económico como en deportivo, y el ex de Memphis se dejó seducir por esos cantos de sirena. Amor correspondido.

Juan Carlos se mostraba realmente ambicioso en su presentación. No sólo suponía una alegría para él regresar. No sólo caía tentado por un palmarés más rico en trofeos en el horizonte. Lo que más le atrajo era su rol de referente indiscutible, de estrella destinada a marcar diferencias y ser la llave de los títulos. Antaño eclipsado por otras estrellas como Gasol, Jasikevicius o Bodiroga, o con la miel en los labios a la hora de ganar cosas cuando él ya era la estrella. Tocaba reinar con trono y corona.

En su vuelta a casa, el de Sant Feliu no disimulaba sus intenciones: “Seré el líder de este equipo y ayudaré tanto como pueda a ganar títulos, que es lo que nos falta. Llevamos tres años con sólo una Copa del Rey y tenemos que cambiar la dinámica y estar arriba siempre. Los retos son ganar más títulos y, a nivel personal, incrementar mi palmarés. Repito seré el líder de este equipo y trataré de llevarlo donde se merece: a ganar títulos”.

Andersen era la gran estrella que debía acompañar a Navarro en su camino hacia el éxito
© Andersen era la gran estrella que debía acompañar a Navarro en su camino hacia el éxito
Podía hablar más alto pero no más claro. Este sería su año. O, por lo menos, haría todo lo posible para que así ocurriera. Tras los Juegos Olímpicos, Navarro vivió sensaciones extrañas y desconocidas en pretemporada. Como cuando en un 20 de septiembre reaparecía en el Palau tras un adiós que se tornó en hasta luego, reconociendo al término del partido que se había sentido “nervioso. Hacía tiempo que no vivía una situación como esta en el Palau y lo he notado personalmente”. Empero, el Palau era su casa de toda la vida y poco tiempo le hizo falta para recuperar las sensaciones.

Una temporada muy completa

No debutó hasta la tercera jornada por lesión, sin poder anotar en aquel encuentro frente a Pamesa en sólo cinco minutos de juego. Unos días más tarde, en el CID, volvió a deslumbrar en ACB después de quince meses sin hacerlo, con 20 puntos ante el Kalise. Navarro se acostumbró pronto a vivir en las dobles figuras en anotación y valoración, siendo más letal desde 6,25 desde la segunda vuelta y llegando muy fuerte a la Copa, donde, a pesar de exhibirse y promediar 23,5 puntos de valoración media en cuartos y semifinal, no pudo levantar el título. En Euroliga su rendimiento también resultaba brillante, mejorando en cada partido el ya de por sí alto listón previo y ofreciendo un espectacular y constante rendimiento tanto en el Top16 como en cuartos de final contra el TAU que decantaron su nominación como MVP del torneo europeo. Casi nada.

Mientras tanto, en ACB protagonizaba actuaciones inolvidables, como los 32 puntos y 47 minutos jugados en el imborrable encuentro de las cuatro prórrogas ante el Ricoh Manresa o los 25 frente al Unicaja, convirtiendo todas las canastas de su equipo en la prórroga, incluida la ganadora. Su recta final fue también muy productiva, acabando la fase regular en el quinteto ideal de la liga. Además, fue el jugador barcelonista más valorado (14,8), lideró a su equipo en anotación (15,7 por choque), tiros de tres (2,1 con un 41%), tiros libres (3,2 -86,5%), faltas recibidas (4,5) y concluyó segundo en asistencias, con 3,36 de media que le permitieron estar en el Top10 de la liga en este apartado, el único de la lista que no era base.

La conjura del Playoff

El mítico 11 del Regal Barça se conjuraba para alcanzar con los suyos un título que se le resistía desde hacía un lustro. El escolta ya suma cuatro ligas, una Euroliga, una Korac y tres Copas del Rey allí pero, perdidas ya las opciones en el torneo del K.O y en el viejo continente, ese Playoff 2009 era la última esperanza para él.

La ACB 2008-09, la del retorno de Navarro, aquella liga que se paró por el regreso de uno de sus astros, podía injustamente ser recordada como aquella en la que el escolta falló en su objetivo de poner nuevamente en lo más alto a su club tras su vuelta triunfal. ¿Sería capaz de convertirse en el Pau, Dejan o Sarunas de antaño? Esa losa, parecida a la que el propio Kobe Bryant ha tenido que soportar en la NBA en los años post-O’Neal , podía crearle ansiedad o lastrarle en los momentos más importantes y su arranque no resolvió la incógnita. Frente a Pamesa, en cuartos de final, demostró que puntos no faltarían (13,5 por encuentro), aunque su 2/13 en el tiro ante Unicaja en el estreno de semifinales provocó dudas.



Pronto se encargó de disipar cualquiera de ellas. Tras el partido de Málaga, todo era enfado por la derrota y nervios por tenerse que jugar a cara o cruz una plaza en la final. Pero, en realidad, aquel día acaba de nacer el arma más importante del Regal Barça en la Final ACB. Navarro, con 26 puntos, triples inverosímiles incluidos, que compatibilizó con una generosa distribución del balón, tomó carrerilla. Aún no ha parado de correr desde entonces. 18 puntos más ayudaron a eliminar al Unicaja y su serie ante el TAU ha sido fantástica.

¿La versión más completa de Navarro jamás vista? Certero en el triple ante el TAU, repartiendo más asistencias que nunca, el más listo de la clase a la hora de defender las líneas de pase rival, un más que correcto marcaje a Rakocevic y una constante amenaza para los baskonistas, que se han volcado en defenderle a él, generándose así espacio para que brillaran otros hombres, como Vázquez, Andersen o el propio Basile. Por no hablar de las faltas que forzó en el bando adversario.

La serie de Navarro ante el TAU ha sido más que brillante
© La serie de Navarro ante el TAU ha sido más que brillante
El cuarto partido no sólo le valió una liga que ansiaba. Le permitió conquistar un MVP que era el mejor premio posible a una carrera llena de éxitos que bien merecía un día así. Su compañero Andersen, vaya serie la suya, también rozó la distinción individual más deseada, mas este jueves era el día del 11, aquel que abandonaría en un brillante laureado como segunda espada para devenir en una estrella capaz de cambiar el destino de un club o de encontrar agua tras años de sequía.

Su arranque del partido fue simbólico. Su triple inicial (3-0) era un mensaje a navegantes. “Hoy me toca a mí”. Otro enceste de tres puntos volvía a impulsar al Regal Barça en el ecuador del primer cuarto, aunque la exhibición más salvaje que ofreció en el partido, y tal vez en todo el Playoff -en dura pugna con su show en Málaga- se pudo ver en el segundo cuarto. Corría el minuto 15, el cuadro barcelonista se había venido arriba y mandaba por 33-26 pero la renta era escasa aún ante un rival con tanto corazón.

El 11 barcelonista decidió estirar la diferencia hasta los diez con un triple. En la siguiente jugada, un nuevo triple hacía saltar al Palau, extasiado ante el acierto de su ídolo y, un poco más tarde, pudo asistir a Sada para que le pusiera la guinda a un parcial de 10-0. Incluso tuvo tiempo para hacer un poco más grande la ventaja de su equipo (43-28) con dos tiros libres. Tres minutos estelares que valían un partido, que valían un título. Juan Carlos llegó con 14 puntos y 16 de valoración a vestuarios y, tras el descanso, volvió a darle una nueva vuelta de tuerca a su juego, engrandeciendo un poco más su figura.

¿Qué era el jugador más defendido por el TAU? Pues a generar juego. Un pase por aquí, un alley-hoop por allá. Hasta cuatro canastas regaló el escolta en el tercer cuarto, algunas de ellas que llegaron cuando el cuadro vitoriano más apretaba. Y es que ese era el cuento del partido, el resumen de la Final ACB. Los de Ivanovic lo daban todo, tiraban de casta y de orgullo mas Navarro decidía. El partido estaba en su mano y en su mano se quedó.

Splitter le dio el último instante de emoción a la temporada 2008-09, dejando al TAU a ocho (80-72). Fue el momento elegido por Navarro para anotar otro triple letal, que acompañó, para disfrute local, de un excepcional pase en la jugada siguiente para que Fran Vázquez ‘matara’ y la final se tiñera de blaugrana. 85-75. Con tres minutos aún por disputar, el héroe del día, del mes y del año en Barcelona se sentó al banquillo, miró a su alrededor y comprendió que tenía por fin lo que llevaba buscando durante toda su trayectoria.

La sonrisa del MVP
© La sonrisa del MVP
Su nombre entre las leyendas

Los fríos números engrandecían su figura al término del Playoff, con 17,2 en valoración, 16 puntos por choque, el reinado en triples y hasta en asistencias, con casi 5 por partido, que se dice pronto. Pero las sensaciones superaban a las estadísticas, las emociones eclipsaban cualquier análisis racional y el MVP era, más que una recompensa, un alivio. Odisea con final feliz, 17 años después de que entrara, con toda la ilusión del mundo y un talento especial para este deporte, en la cantera barcelonista.

El trono era suyo. Aquel que le dejó un día su amigo Pau Gasol cuando se marchó de la Ciudad Condal en busca de su sueño NBA. Aquel que sólo estrellas de primer orden europeo como Bodiroga o Jasikevicius se atrevieron a robarle. Hasta el jueves. Hasta el 18 de junio de 2009, la fecha en la que el heredero tomaba definitivamente el relevo, en su etapa de mayor madurez, y miraba a los ojos a los Djordjevic, Norris, Solozábal o Epi.

“Volví al equipo para lograr títulos y la liga ACB de hoy hace que acabe la temporada con muy buen sabor de boca. A mí me quedan cuatro años de contrato, quiero acabar aquí mi carrera y ganar muchos más títulos. El año que viene lucharé aún más para tratar de ganar muchos más títulos”. Hagan caso a sus palabras. Son retos por cumplir de un MVP que, pasados los años, verá su camiseta ondeando en lo más alto del Palau. Son sentencias de un heredero realmente digno a otras leyendas y héroes barcelonistas. Son, al fin y al cabo, promesas de campeón.