Seis minutos para la gloria
Madrid, 28 Dic. 2009.- Vistalegre acababa de recuperar la fe. El Real Madrid había salido de vestuarios tras el descanso de una manera frenética, endosando un 6-0 de parcial a su rival y creyendo por fin en la remontada. 31-43. De un partido roto a una posibilidad en el horizonte. El Regal Barça, perdido, sin anotar en casi cuatro minutos, perdiendo balones sin ton ni son y mostrando por primera vez en todo el encuentro señales de flaqueza.
Hasta que apareció Ricky Rubio. El pretendido, el eterno protagonista, el del culebrón del verano, el objeto de deseo blanco y de medio mundo más, el único, el de siempre. Ese balón que quemaba tanto acabó congelado en sus manos. Frío como el témpano, silencioso, ejecutor, letal. El base miró a canasta con seguridad, lanzó confiado y el balón le hizo un guiño en el aire antes de entrar por el aro. El partido era suyo.
Después de otro enceste lejano de Navarro, el de El Masnou penetró imparable con éxito, forzando además una falta. Otros tres puntos para dinamitar el partido. En una mezcla de homenaje y recital, Rubio siguió aportando su clase en las siguientes jugadas. ¿Qué me cierran ahora los espacios tras mis dos triples? Pues pase a Navarro que está solo para que anote otros tres puntos. ¿Qué me dan espacio? Pues vuelvo a lanzar desde más allá de 6,25 con acierto. Un robo por aquí, un par de tiros libres por allá. Y un 7-19 en seis minutos mágicos para convertir un amago de remontada en una rendición en toda regla.
Bandera blanca ante Rubio, principal culpable del 38-62 que señalaba el luminoso tras los minutos más salvajes del joven jugador con la camiseta blaugrana. Y eso que el listón estaba alto, especialmente en días grandes, como ante el DKV Joventut, Montepaschi Siena y Caja Laboral, donde demostró cómo se puede dominar un partido sin necesidad de destacar en la faceta anotadora.

Ricky es especial, resumía tras el choque Boniface Ndong con una sonrisa cómplice, llena de admiración. Como digo yo, las cosas que él hace no se pueden entrenar. Es puro talento, algo innato. El equipo está muy contento lo que ha hecho. Él siempre nos ayuda y, como te digo, es un jugador muy especial.
Rubio comenzó su exhibición en el primer periodo, con una línea más en consonancia de su temporada actual, brillando en todo aunque sin tirar demasiado a canasta. Ritmo pausado, tranquilo, brillante defensa a Prigioni, coherencia y las cosas bien hechas en ataque. Lo de siempre, vaya. Ya había hecho partidos muy buenos sin anotar aunque este domingo estuvo acertado y quizás por eso la gente le viera más. Pero Ricky Rubio es muy bueno y ha jugado a un gran nivel, comentaba Grimau, quizás uno de los máximos exponentes de que, aunque los amantes de las estadísticas se echen las manos a la cabeza, un jugador puede ser decisivo sin necesidad de hacer 20 puntos por encuentro.
En el segundo periodo ayudó a impulsar el despegue culé con un par de penetraciones antes del descanso, alguna de ellas con tímidos aplausos desde las gradas por su plasticidad. En el tercero, llegaron sus minutos más mágicos con la elástica blaugrana y aún le quedó tiempo para anotar su tercer triple y repartir tres asistencias más en el último cuarto. En total, 24 de valoración con 3/5 en tiros de 2, 3/4 en triples, 3/3 en tiros libres, 7 asistencias, 3 rebotes, 3 faltas recibidas y un balón recuperado.
Ha estado muy bien, nos ayudado muchísimo a los pívots, ha exhibido una gran defensa y ojalá siga creciendo con nosotros. Creo que está muy centrado en sí mismo y en ayudar al equipo en el que está, sostenía Fran Vázquez. Aunque el mayor elogio se lo llevaba del seleccionador, Sergio Scariolo, que quedó prendado tras su exhibición y que no dudó en mojarse a la hora de señalar su nombre como el mejor jugador del clásico: Ha jugado a gran nivel, dirigiendo con sobriedad, siendo efectivo y muy completo. Ese mismo adjetivo, aquel que le ha acompañado durante toda su carrera, fue el que usó el propio protagonista para definir su show en Vistalegre. ¡Completísimo!

Si ha habido otro tema recurrente a la hora de hablar de Ricky Rubio, éste es el de su edad. El niño precoz, el joven maravilla, la perla que desafiaba al tiempo y a la propia lógica para ser el mejor casi desde la propia cuna. Ahora, a los 19 años, tras casi un lustro ya transcurrido desde su debut en ACB, Rubio presenta su versión más excelsa en el mejor Barça de los tiempos recientes.
Sus fundamentos defensivos son de manual, como pudo comprobar en Madrid un Prigioni desquiciado por el derroche de Ricky, que no le dejó recibir y le atosigó hasta el límite cuando por fin conseguía el balón. Fue la última víctima de alguien capaz de cambiar un encuentro sólo desde la defensa y que en ataque no para de crecer. Dirige cómo los ángeles, con un talento innato para el contraataque, una inteligencia superdotada para jugar en estático y una especie de sexto sentido que le hace parecer siempre un punto por encima de su rival.
Si me intentas asfixiar la salida de balón corro hasta perderte el peligro, si me dejas sentirme sueño de la bola, pongo el ritmo que yo quiera y hago el partido mío. Y lo gano, claro. Dominio, puro dominio. Insultante, interminable. Pídele lo que quieras que te lo hace. Abusón, le llaman. Si decir que aún no es un Petrovic o un Parker es el mayor argumento en su contra para sus críticos, cuando aún ni ha cumplido los 20, está claro que va por el buen camino.
Por si fuera poco, su punto menos fuerte, el tiro, parece haber derivado en un arma más para el base. Su mecánica es más técnica y, especialmente, más rápida, por lo que su lanzamiento comienza a ser ya una seria amenaza, especialmente tras recibir en estático. Con exhibiciones como la del domingo ¿quién es el primero que se atreve a flotarle?

No obstante, en el baloncesto se puede tener talento, tiro y velocidad y fracasar, en un equipo o en el global de una trayectoria. No debe ser fácil asumir que eres un fichaje histórico por el montante económico de la operación ni entrar en la dinámica ganadora del vigente campeón, modificando tu rol y teniendo que rascar minutos entre tanta competencia. Empero, Ricky ha mostrado una línea de trabajo y compromiso desde el primer día y más que choques de ego o batallas por ser la estrella, en el banquillo blaugrana reina la unión.
Es el teléfono más fiable del mercado. Ricky conecta con todos, jamás comunica. Complementado a la perfección de Navarro, uno de los jugadores más beneficiados tras su llegada. Conexión con los interiores, cómo indicaba Ndong en la entrevista , algo que disfrutó especialmente en Madrid Fran Vázquez. Y conexión con una afición que en unos meses se ha ganado y que le tendrá en un altar tras su exhibición en Vistalegre.
El propio hecho de escribir un artículo o una columna de Ricky suena ya redundante. Sensación de déjà-vu. Elogiarle es tildar de azul al cielo o llamar frío al hielo. Pero toca hacerlo cíclicamente. Él nos obliga. En el clásico, se doctoró como barcelonista, en el epílogo perfecto a un 2009 repleto de sensaciones. De Ricky a Doctor Rubio en seis minutos repletos de la locura más armónica. Seguimos sin noticias de su techo.