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Zárate, éxito inspirado en baloncesto

Muchas son las historias de estrellas que se arruinan tras retirarse, pero ésta es justo lo contrario: Javier Ortiz nos cuenta la transformación de Aitor Zárate, un base correcto, en un hombre rico, inversor y escritor de éxito

Aitor Zárate, en su época en el Cajabilbao
© Aitor Zárate, en su época en el Cajabilbao
  

La vida no se acaba en el baloncesto profesional, aunque muchos exjugadores intenten alargar su vida al calor del parquet, en unos escenarios que conocen bien. Los que eligen el camino de reinventarse no lo tienen fácil: la historia de Aitor Zárate, base de la ACB durante diez temporadas, es un ejemplo extremo de esto, un camino de superación y, finalmente, éxito. De marcar jugada por las canchas españolas ha pasado a ser uno de los “gurús” de las inversiones bursátiles en nuestro país. Sus libros dando consejos sobre dónde y cómo meter el dinero y con qué actitud hacerlo son “best sellers” y sus cursos (nada baratos, por cierto) agotan las plazas disponibles. Lo que él diga va a misa para muchos. Pero el baloncesto sigue latiendo en él como motor para muchas cosas. Descubramos por qué.

Zárate se formó en la cantera del Baskonia, actual Caja Laboral. Era un base rápido, valiente, con dosis de clase, aunque, como casi todos los directores de juego de la época, con un físico ampliamente mejorable. Los 80 eran los años de las calzonitas cortas, de las camisetas por debajo de las de tirantes. Y a los que subían la bola no se les pedía atleticismo, sino más bien temple, descaro para el contraataque y, en estático, poner la bola en las manos adecuadas. Con apenas 18 años ya debutó en la primera edición de la ACB, la 83-84, con el equipo de su ciudad, Vitoria, en la que había nacido el 9 de enero de 1966. A su lado, mitos como Essie Hollis, profesionales consolidados como Josean Querejeta y otras promesas como Pablo Laso.

Aitor Zárate fue un base correcto
© Aitor Zárate fue un base correcto
No era extraño que destacase y que luchase por hacerse un hueco en una competición todavía en mantillas en muchas cosas y en las que apenas un par de pabellones llegaban a los 5.000 asientos. Había sido internacional en categorías inferiores de la selección, obteniendo la medalla de plata en el Europeo de Tubingen-83 (Alemania) junto a Juan Antonio Orenga o Paco Zapata. De esa época conserva a sus mejores amigos en el baloncesto, sobre todo un Rafa Jofresa con el que en muchas ocasiones se tenía que jugar los minutos.

El chico prometía, pero ya no pudo subir el siguiente escalón y se quedó en un jugador cumplidor, al que no le faltaron equipos. Tres años en Vitoria (hasta 1986) acabaron cuando empezó el típico periplo de casi todo profesional: Cajabilbao, Caja San Fernando, Coren Ourense, Granada y finalmente Zaragoza, a finales de 1993. En la ACB menos un par de años que pasó en Primera. Sus números no fueron de relumbrón (un máximo de 11,4 puntos en la 89-90 en Bilbao), pero casi siempre rondó los 20 minutos en pista. En total, 202 partidos en la máxima categoría, 1.522 puntos, 349 asistencias…

La transformación

Portada del libro
© Portada del libro "Cambio de vida: Cómo me hice rico"
Llegó el momento de la retirada y tocaba darle un giro a todo. “Sabía que tenía que formarme, que no me podía quedar anclado en lo que yo pensaba que ya sabía. Si no estudiaba duro a partir de entonces no iba a ninguna parte”, cuenta. Licenciado en Comercio Exterior y Finanzas, Master Fiscalidad Internacional, Master Gestión del Conocimiento, Operador en Futuros MEFF… Se fue a Estados Unidos y todo lo que oliese a Bolsa y a fiscalidad que caía en sus manos lo devoraba. Pero algo faltaba para dar el salto.

Y ese algo lo rescató del baloncesto. “Mi clave ha sido la disciplina, la perseverancia, y hacer también algo que quería y que me gustaba”, analiza. “Me di cuenta de que lo que se me pedía para poder llegar lejos ya lo había pasado con el baloncesto: la disciplina de entrenar, la competitividad de los partidos… Creo que no hubiese podido hacerlo sin el basket”, añade. Invirtió y ganó. Mucho, por lo visto. Una historia “american style”, pero con acento vitoriano.

No se quedó ahí. Se puso a escribir sobre sus experiencias y se generó una legión de seguidores, primero con “Cambio de vida. Cómo me hice rico” (2006), que ya ha superado la séptima edición. Después, el filón se ha abierto definitivamente: “Mueve tu dinero y hazte rico” (2007), “La trampa del oso” (2008), “El factor K” (2008) y el último, “Espabila y gana dinero con la crisis” (2009). “El título lo puso la editorial”, dice con algo de resignación. “Lo que quiere decir es que cuando hay crisis, no tiene por qué haberla para todos. Se pueden buscar oportunidades en los mercados, que normalmente están bajos cuando hay problemas”, asegura.

Zárate, en la actualidad, firmando ejemplares de uno de sus libros
© Zárate, en la actualidad, firmando ejemplares de uno de sus libros
Su otro gran campo son los cursos que organiza su empresa, FH Inversiones, durante todo el año. También hace seminarios gratuitos. Aseguran que son de una intensidad increíble. En ellos se enseña cómo invertir en tiempo real. Y el baloncesto reaparece a menudo con todas sus referencias y enseñanza profunda. “En verano, los cursos son como campus de basket, están inspirados en ellos. Metemos a la gente en un hotel concentrada durante una semana y estamos todo el día “entrenando”, como se hace en los campus”. Una muesca de nostalgia se intuye cuando Zárate cuenta una anécdota que le retrotrae a cuando manejaba un balón: “Al principio de todos ellos, apuesto con los alumnos a ver cuántos tiros libres meto de 100 intentos. Y en estos tres últimos años llevo marcas de 88, 94 y 94. Quizás ya no estoy tan “finito” como cuando era jugador, pero conservo la muñeca, eh”.

Los paralelismos se hacen inevitables. ¿Era el mismo tipo de base que de inversor? “Yo creo que sí, que como jugador era un tío agresivo, que no especulaba, y en esta faceta actual de la vida también. No soy diésel, soy gasolina. En la vida hay que arriesgar”, proclama un hombre que, asegura, con diez años se escapó de casa durante un par de días.

Las canchas en las que se curtió las mira ahora solamente de reojo, pero no deja de admirarle el talento de los actuales jugadores españoles. “Creo que Gasol y compañía son mucho mejores que lo que éramos nosotros. No tiene ni punto de comparación. Son más altos, más fuertes y hasta más guapos. El nuestro era otro baloncesto”, comenta entre risas. Sí que han cambiado las cosas, sí. “Es que esto es un negocio. Ahora se tiende al modelo de la NBA, que jueguen los mejores sean de donde sean. En la actualidad apenas hay jugadores de la misma ciudad en los equipos”, considera, sin atreverse a dar consejos económicos a los clubs.