"El éxito es la paz interior que resulta directamente de la autosatisfacción de saber que has hecho todo lo posible para ser tan bueno como eres capaz". John Wooden
Redacción, 4 de junio.- A la hora de escribir estas líneas, el mítico entrenador John Wooden está debatiéndose entre la vida y la muerte. Una leyenda del baloncesto estadounidense cuya alma estaba a punto de agotarse, pero no su legado, que ha trascendido incluso la de este deporte. El cuerpo teórico de su filosofía como entrenador, denominada "La pirámide del éxito", se enseña incluso en cursos gestión de empresas y de recursos humanos.
Wooden se hizo legendario en California, en la UCLA, situada en Los Angeles. La misma ciudad que ha albergado esta madrugada el primer partido de las NBA Finals más esperadas: Lakers-Celtics. Seguramente los jugadores no eran muy conscientes de lo que significa el temido fallecimiento de John Wooden. Sólo hay que recordar que Rajon Rondo confesaba no haber visto nunca un partido de Michael Jordan. Pero sin duda, tanto Phil Jackson como Doc Rivers conocen su legado a la perfección.
Ambos son excelentes motivadores. Los "mind games" de Phil Jackson, y los discursos épicos de Doc Rivers acostumbran a sacar lo mejor de sus jugadores. Todo por el éxito. Aquél que John Wooden saboreó hasta 12 veces como entrenador de la UCLA entre 1964 y 1975 (y una como jugador, allá en 1932). Y en el primer asalto, los Lakers han demostrado estar más preparados.
Ya no sólo por que los números no deberían tener ya ninguna duda (ese 47-0 de Phil Jackson cuando gana el primer partido de una serie de playoff), sino por sensaciones. En ataque, la maquina amarilla funcionó bien, en ocasiones magníficamente, aunque siempre siendo consciente que falta ese papel de base genial que sepa dar ese pase imposible. Algo que sí que tiene Boston en la piel de un Rajon Rondo del que asusta lo bueno que puede llegar a ser... salvo cuando tira de lejos.
Derek Fisher tiene muchas virtudes, pero nunca fue un gran director de juego. Eso sí, tiene carácter de líder, una muñeca prodigiosa, y nunca se rinde en defensa (aunque lo pase mal ante los bases de calidad). Sus tiros exteriores descongestionaron el partido en más de una ocasión, y ese papel, como bien saben muchos cadáveres en la cuneta del camino Laker durante muchos años, es auténticamente asesino.

Pau Gasol enterró aún más profundamente su fama de blando fajándose, y saliendo vencedor, a un Kevin Garnett que no repartía caramelos en la zona, y Kobe Bryant anulaba a Ray Allen, desquiciado por las faltas pitadas en contra. El diabólico Ron Artest no permitía milagros ni resurreciones a Paul Pierce, y sólo cuando Rajon Rondo se sentía cómodo los Celtics estaban en el partido. Pero ni el presuntamente mejor banquillo del que dispone Rivers funcionó, y sólo Rasheed Wallace en el primer tiempo hizo algo potable hasta perderse en sus protestas habituales.
Y en defensa... ¡ay!, los Celtics haciendo aguas. Pau Gasol se exprimía ante el mal estado físico de Bynum y el exceso de faltas de Lamar Odom, se merendaba como quería al pobre Kendrick Perkins y ajustaba viejas cuentas con Kevin Garnett. Mientras tanto, Kobe Bryant cargaba de faltas a los dos Allen (Ray y Tony) y anotaba con esa facilidad pasmosa que sólo habíamos visto en muy pocos jugadores. Salvo Odom, todos los que tenían que sumar lo hacían.
La "Pirámide del Éxito" de Wooden empezaba con 5 factores: diligencia, camadería, lealdad, cooperación y entusiasmo. No siempre los Lakers han hecho gala de estas virtudes casi teológicas, pero en este primer partido han llegado a parecerlo. El segundo nivel consistía en autocontrol, concentración, iniciativa e intensidad. Hasta la "grandeza competitiva", el último estadio del éxito, hay cuatro pasos intermedios. Los Lakers ya tienen uno dado. Phil Jackson, ya el entrenador NBA con el mito de Wooden más al alcance, estará encantado de seguir su legado. Hoy está más cerca de conseguirlo.