Cuando nací pesé 3,5 kilos. Era muy largo y canijo, según mi madre, Carmen, una sevillana casada con un uruguayo, Carlos, mi padre. Su hijo les salió malagueño y su hija Silvia, granadina ¡Vaya mezcla!
Así se presenta Carlos Cabezas en su sitio web. Es sólo el comienzo de la historia de uno de los jugadores más relevantes de la última década, un base que ha marcado un antes y después en el baloncesto español formando parte de la generación más brillante de baloncestistas. Campeón de liga ACB y Copa del Rey con Unicaja y de Europa y del Mundo con la Selección, hoy todos conocen y encumbran a Carlos Cabezas como uno de los grandes. Sin embargo, hace unos años, cuando nadie le conocía, es cuando se forjó su historia. A mitad de camino entre Marbella y Málaga la estrella que es hoy comenzó a labrarse un camino dentro del baloncesto. Conozcamos cómo fue su infancia
Un bebé de manos grandes
Cuando nací en lo primero que se fijaron mi madre y mi padre fue en que tenía las manos y los pies muy grandes. Mi padre como era jugador de baloncesto pronto se dio cuenta que las manos las tenía muy grandes porque supongo que también tendría ganas de que su hijo fuera jugador de baloncesto. Tenía buenas manazas como dice él.
De pequeño físicamente tenía muchas cosas de mi madre, pero luego también me he ido pareciendo a mi padre. Creo que soy una mezcla de los dos aunque para quedar bien creo que estas cosas siempre es mejor preguntárselas a ellos.
Carlos el travieso
Era un niño guerrero en el sentido que siempre me gustaba estar jugando. Como cualquier niño siempre estaba de un lado para otro pegado a la pelota, y luego tenía ese genio y temperamento del que quiere estar siempre danzando por ahí, arriba y abajo. Era un poco traviesillo. Recuerdo que una vez en la primera parte de un partido estaba yo con un coche que me compraron mis padres para Reyes y me metí a ver a mi padre en el vestuario. A él le llegaron incluso a multar por mi travesura.
Luego recuerdo que era muy malo para comer. A mi madre siempre le daba muchos problemas para que comiera lo que ella quería. Por suerte para ellos con los años me fui haciendo un niño más tranquilo.
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Alumno aplicado... cuando era necesario
Era un niño de los que se dicen que dan guerra a los profesores. Es verdad que todo fue según la edad y que cuando había que apretar y sacar buenas notas ahí estaba yo para aplicarme, pero, en cualquier caso, no me considero un empollón. Era tanta la afición por el deporte y el baloncesto que, poco a poco, las circunstancias hicieron que compaginar los estudios y el baloncesto fuera difícil. Tenía que entrenar y jugar en Málaga, pero vivía en Marbella; eran muchos viajes y perdía mucho tiempo en la carretera. Fue un sacrificio muy grande el que hice pero, sobre todo, el hicieron mis padres para mantener viva esa ilusión que tenía por jugar y que comenzó a dar sus frutos cuando en infantiles me fichó Unicaja.
De mi época del colegio recuerdo que tenía predilección por don Fernando que, además de ser mi tutor, era el profesor de lenguaje. Fue una persona que tuvo mucho que ver en mi educación y del que guardo un gran recuerdo por lo difícil que son siempre esas edades en los niños.
La Navidad, una fiesta familiar | |
De pequeño era más de Reyes Magos. Cuando era más pequeño, tanto para mi hermanita Silvia como para mí, los Reyes Magos eran algo fundamental. Siempre lo celebrábamos con la familia y como todos los niños del mundo teníamos una ilusión tremenda porque llegara ese día. Siempre me han reglado un baloncito, una canasta o equipaciones de la NBA. Recuerdo que tenía de casi todos los equipos. Mi abuela Carmen me regalaba siempre una equipación. Si me regalaban juguetes decían que era un llorón y cuando me traían cosas de basket era el niño más feliz del mundo. |
Crecer junto a un balón de baloncesto
Como todos los niños a mí también me gustaba jugar al fútbol en el cole. Era hábil y rapidillo, pero sí que es verdad que tenía más talento para el baloncesto así que la decisión fue muy fácil.
Que mi padre fuera jugador de baloncesto hizo que mi infancia fuera muy especial. Era el espejo donde quería verme reflejado y que él fuera deportista simplificó el hecho que luego yo también lo fuera. Mi padre siempre que podía quería que estuviéramos cerca de él y como en aquella época se viajaba mucho en autobús recuerdo viajes con él y el equipo.
En mi casa siempre se ha respirado mucho el deporte y se nos han inculcado sus valores. Mi familia siempre ha sido muy deportista y además de mi padre tengo un tío que jugó en el Betis. Ellos siempre me han dado consejos que han ayudado a que no estuviera tanto en la calle y luego me han ayudado a mantener la ilusión de ser profesional.
El gen del tirador
Es curioso pero mi padre y yo somos jugadores muy diferentes. Mi padre era un gran tirador y su juego era muy distinto al mío. Yo soy un base que intenta hacer jugar al equipo, aunque sí que es verdad que en momentos puntuales de mi carrera deportiva puedo ser un base que tenga facilidad para anotar y quizá eso sí que lo he heredado de él. Con todo, es cierto que ambos tenemos un instinto ganador, pero no sé si eso es una cuestión de los genes o es algo que también se trabaja.
Un concurso muy especial
Muchos días iba a esperar a mi padre y los dos íbamos juntos al colegio para practicar. Él sacaba tiempo de donde fuera para estar mucho tiempo entrenando conmigo. Entrenábamos sobre todo mucha técnica individual y tiros. Está claro que luego todas las facetas del juego las he ido puliendo con entrenadores pero la base empezó aquellas tardes junto a mi padre.
Tantas horas que le echaba junto a mi padre y los lanzamientos que hacía tuvieron su recompensa cuando en un campus que hacía Mayoral gané el concurso de triples que se organizó. Ahora lo recuerdo como una anécdota pero entonces disfruté mucho. Imagínate, yo estaba como cualquier niño feliz con mi trofeo. Además, aquel día nos vino a visitar Dee Brown, que había ganado el concurso de mates de la NBA con sus Reebok Pump. Por entonces todos los niños estábamos alucinando con él, creíamos que aquellas zapatillas te hacían volar
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Descubrir un talento latente
Siento que tengo un talento especial para el baloncesto cuando empiezo en la escuela a jugar y en infantiles el padre de Berni, Bernardo Rodríguez, me hace las pruebas en Unicaja junto a José María Martín Urbano y las personas que llevaban la cantera de Unicaja. Entonces hago las pruebas junto a David Gil y Rubén Mayo, bases muy buenos. Al final cuando deciden que me quede y noto un salto de mucha calidad porque ya entré en un equipo que ese año quedó subcampeón de España después de perder la final contra el Barcelona.
Era un equipo muy especial que ganó en Andalucía y donde tenía como compañeros a Francis Perujo, Berni Rodríguez, Germán Gabriel... una serie de jugadores que ya a esa edad se les notaba con mucho talento. Aunque todavía era muy niño el dar el salto de Marbella a Málaga me hizo sentir especial y afortunado por compartir generación con aquellos niños.
Madurar con 14 años
Cuando era muy chico fue difícil tener que entrenar mucho y alternarlo con el colegio. También fue difícil el primer año que entré en la residencia para entrenar en Unicaja y convivir con otros chavales que no conocía. Pero bueno, todo lo demás que significa dedicarte a tu pasión es muy positivo. Pronto te das cuenta de que estás en un equipo muy bueno, que día a día vas mejorando en eso que tanto te gusta que es jugar a baloncesto y lo ves todo como un sueño.
Es verdad que con la edad cadete y junior notaba que era más maduro que otros niños, también porque tenía más responsabilidad. Ya tenía contrato y eso te hace madurar porque también estás con gente con experiencia más mayor y tienes más responsabilidad. Recuerdo antes, con 12 años, una vez ir con mi vecino y montar en una moto. De la torta que me dio mi padre, se acabó eso de montar en moto y hacer cosas peligrosas. Esas cosas ya no iban conmigo porque era tanta la responsabilidad y la pasión por jugar que, cuando tienes un sueño por alcanzar, hay cosas que tienes que dejar.
Marbella on my mind
Aunque nací en Málaga me crie en Marbella y es mi ciudad. Aunque yo era muy pequeño recuerdo que la ciudad cambió rotundamente con la llegada de Jesús Gil. A los del pueblo nos hizo crecer. Hizo una Marbella limpia y ordenada, apostó por el deporte y la ciudad creció en todos los sentidos. A pesar de lo que alguna gente pueda criticar su gestión, también hay quien le recuerda con aprecio porque hizo mucho para que fuera una mejor ciudad.
Si tuviera que quedarme con un sitio de Marbella creo que sería las pistas donde entrené y en los bares que había a su alrededor. Después del colegio prácticamente siempre estaba allí, en el pabellón cubierto y sus pistas jugando con los chicos. Ahora cada vez que paso por ahí lo recuerdo y me siento muy orgulloso de todo el tiempo que pasé allí.
Marbella siempre es especial y yo sigo yendo mucho. Sobre todo, en la ciudad, el pueblo de toda la vida y donde me he criado, la gente me para y aún se acuerda de mí cuando me ve. Han sido tantas horas las que he pasado por sus calles que la gente y los amigos de entonces ahora me saludan y me preguntan cómo me va. Creo que para ellos también es un orgullo el ver hasta donde he llegado, aunque para mí también es un orgullo el haberme criado en Marbella. Es una ciudad maravillosa por todo lo que representa para mí.
Vivir el sueño
Cada vez que íbamos consiguiendo cosas todo era más bonito y te lo vas creyendo más. Sabíamos que llegar a la élite era muy difícil porque son muchos los que empezaron y al final sólo Berni, Germán y yo hemos sido los afortunados de tener la oportunidad. Una oportunidad que llegó evidentemente después de demostrarlo porque nadie te regala nada.
Formar parte de una generación inolvidable
Reconozco que he vivido una etapa dorada con la generación del 80. Con edad junior comenzamos a ser conocidos y valorados y para mí esa etapa será una de las más bonitas de mi carrera. Sobre todo, lo fue el campeonato de Mannheim porque es cuando yo llego a la Selección de la mano de Charly Sainz de Aja. Ganarlo fue un boom y luego pasar tantos momentos y conseguir lo que conseguimos con aquella generación fue un orgullo para todos. Fue un orgullo para la familia y para nosotros. Aquellos años vivimos muchos momentos muy especiales.
Recuerdo que éramos un grupo muy divertido cuando había que serlo, pero que cuando nos poníamos a jugar éramos unos ganadores. Siempre íbamos con la mentalidad de ganar. Fuera de las canchas hicimos un gran grupo, siempre estábamos de piques con la PlayStation, con las cartas... siempre nos gustaba estar jugando a algo.
¿Sabías qué | |
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