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La fábula del gigante Nedzad

Todos saben quién es pero poco se sabe de su historia, cargada de falsos mitos y leyendas. Superviviente en la Guerra de Bosnia, apareció en el draft siendo un desconocido y sin jugar ningún partido oficial. 8 años después de aprender a jugar al baloncesto en Málaga, llegó su momento

¿El primer bosnio en la NBA?
© ¿El primer bosnio en la NBA?
  

“Si te digo la verdad, no he visto una oveja en mi vida, lo del fútbol no fue nada serio y claro que sabía lo que era un balón de baloncesto”. Es lo que tienen las leyendas urbanas. Se propagan rápido, entretienen, son divertidas y le dan un punto más de emoción a cada relato. Pero son muy tramposas.

La historia de Nedzad Sinanovic está repleta de ellas. Quizás por ello, a pesar de haber aterrizado en España hace más de 8 años, cumplir su quinta temporada en este país e incluso haber inscrito su nombre en la historia del draft de la NBA, del bosnio se sabe poco, más allá de sus infinitos brazos, sus centímetros y sus fabulosas condiciones para el baloncesto. Entre mitos y leyendas, es el gran desconocido. Llevar hasta hace unas semanas poco más de 100 minutos en ACB tampoco ayudaba. A sus 28 años, en el momento más dulce de su carrera y con su equipo subiendo como la espuma, en parte gracias a él, quizás llegue el momento de presentarse en sociedad. Más vale tarde que nunca. Dentro y fuera de la pista, ahora habla él.



Creciendo demasiado rápido

Maldita guerra. Aquellos niños de Bosnia miraron a los ojos de la muerte. Los más afortunados, vivieron una infancia atroz. Los más desdichados, no tuvieron nunca la oportunidad de narrarlo. Triste e impotente, Nedzad regresa a su niñez, con el sonido de las bombas y el olor de la metralla mezclándose con sus pasos hacia la adolescencia. Nacido en Zavidovici, a menos de 100 kilómetros de Sarajevo, Sinanovic creció con miedo. “Pasé la guerra sufriendo, peleando, luchando en mi día a día. He tenido una infancia muy mala. Ayudaba a conseguir comida para la familia, hacía cualquier cosa que hiciera falta para sobrevivir”, confiesa orgulloso. “Pero no era fácil, ¿sabes? A veces llegamos a vivir hasta 20 personas en mi casa, contando a los abuelos, primos… todos. De verdad, no fue sencillo, pero gracias a Dios sobrevivimos y ahora podemos contarlo”.

No solo creció rápido por dentro. Sinanovic era un chico alto desde la más tierna edad, aunque a partir de los 14 años, prácticamente coincidiendo con el final de la guerra, dio un estirón importante, haciéndose más y más grande durante el siguiente lustro. “Cuando oigo lo de que jamás había visto un balón de baloncesto me río. No es cierto”. Años más tarde, para darle más morbo a la historia del gigante desconocido, desde Estados Unidos se le presentaría como un pastor de ovejas que, cuando no estaba en la montaña, jugaba al fútbol en un equipo, sin saber aún qué diablos era el baloncesto. Falso mito. A él le gustaba el basket y lo practicaba con su hermano, también alto. Sin embargo, entre sus amigos, el deporte rey era el balompie y si le tocaba jugar, lo hacía como medio derecho. Quién sabe si Santillana hubiese quedado como una broma al lado de sus remates de cabeza.

En 2002, el bosnio entró en el Ejército, donde se lo pasó pipa durante medio año, trabajando en informática y comenzando a jugar al basket a partir de los dos meses. Un día, un buen amigo de Kosta Jankov, asistente técnico de Boza Maljkovic en el Unicaja, le vio jugar y se quedó atónito. No se podían desperdidiar tantos centímetros y potencial en pachangas esporádicas. El terreno profesional tenía hueco para él. A ese chico había que enseñarle a jugar al baloncesto. Pero ya…



Curso intensivo en Málaga

Jankov quedó convencido. Maljkovic, también. Debían observar de cerca al tal Sinanovic, para comprobar si, además de altura -2’15 por aquel entonces-, tenía futuro en este deporte. El Unicaja le llamó en diciembre y él se dejó seducir, creyendo entonces que solo iría a Málaga para probar unos días con el club. El idilio duró medio año. “No podía perderme esa oportunidad, tenía ya casi 20 años y aún no había salido de mi país. Me quedé encantado e impresionado”.

“Nedzad no tenía ni ropa para entrenar. Los jugadores le llevaron chándal, camiseta, zapatillas… y él se puso a llorar”, contaría Boza años más tarde. Y es que el balcánico era –es- un buenazo, un jugador que se ganó el cariño de todos por su esfuerzo para convertirse en meses lo que a algunos les cuesta toda una juventud. Dieta especial, entrenamientos de todo tipo, desde coordinación hasta lecciones tácticas, pasando por interminables sesiones físicas y de fundamentos técnicos básicos. Y repetía varias veces en un mismo día, a veces “colándose” en el entrenamiento de los cadetes o del equipo EBA.

Ese bosnio tan simpático no dejaba a nadie indiferente. Los aficionados le empezaron a ver por el Martín Carpena, sin que nadie supiese de dónde había salido. Compartía piso con Fran Vázquez. Aún los vecinos se preguntan cómo demonios entraban en el ascensor. A las pocas semanas chapurreaba español. A los varios meses ya se atrevía a hablarlo. De cuerpo flacucho a poder presumir de un físico mucho más apto para el baloncesto, tras ganar más de 20 kilos en ese periodo. Para colmo, la naturaleza se aliaba con él para hacerle seguir creciendo, arañando centímetros a la lógica, hasta el 2,20 definitivo.

El club malacitano había quedado más que convencido pero, cuando se decidió a atarlo, Sinanovic se marchó. “No podía jugar ni en liga ni en las categorías inferiores, por lo que decidí ir a un sitio donde poder tener minutos y crecer como jugador”. Antes de su nueva etapa, tiempo para un sueño. Uno que no realizan centenares de jugadores de la NCAA que entregan su vida en la cancha y que cumplió el de Zavidovici, unos meses después de decidirse por este deporte y de aceptar la propuesta de Jankov. Su nombre se oyó en el draft. Acababa de nacer para el mundo.

"¿De dónde sale este tío?"

Corría el verano de 2003 y, según confesó su agente americano Bill Duffy en un artículo que Sports Illustrated le dedicó a Nezdad, el plan salió al revés. ¡Sí, al revés! Siempre según su representante, se confiaba tanto en su potencial que la idea que nadie le escogiera para negociar con total libertad en el futuro cualquier contrato NBA. “Es uno de los 10 mejores jugadores elegibles”, sostenía Duffy confiando en que su representado generase el día de mañana tantos millones como los ilustres de aquella mítica cosecha en la que coincidieron los All-Star Lebron James, Carmelo Anthony, Chris Bosh, Dwyane Wade, Chris Kaman, David West, Josh Howard y Maurice Williams, amén de otros referentes actuales en la NBA.

Sus agentes no se molestaron en programar sesiones de trabajo con equipos NBA, limitándose a escribir su nombre, edad, altura, peso y club (el de su antiguo instituto) en la ficha con la que Sinanovic se convertía en elegible. Parecía un nuevo Ivan Renko y los medios aprovechaban para exagerar sus anécdotas. O inventar alguna nueva. Incluso algunas franquicias se dirigieron al Unicaja para pedir información. ¿Acaso era posible que no hubiera ningún dato sobre él? Nadie le conocía. Hasta esa noche. Hasta que sonó su nombre. El primer bosnio en conseguirlo. Elección 54, Portland. Chico Averbuck, scout europeo de los Trail Blazers, apostó por él convencido: “En tres años será un diamante”.

“No me lo esperaba. Nadie sabía nada de mí y todos se preguntaban quién era ese chico. ¿De dónde sale este tío? ¿Cómo es que nadie lo ha visto? ¿Dónde jugaba? ¿Dónde juega? Nada. Portland dijo ‘vamos a coger a este que no sabemos ni cómo es’ y así fue”. Minutos más tarde, su teléfono sonaba. Era su agente. “Te acaban de elegir”, le anunciaba. “¿Ah, sí?”, respondía Nedzad. Y se quedaba tan pancho, tras la sorprendente circunstancia de aterrizar en el draft sin haber disputado un solo partido oficial en su vida.

Pese a jugar ligas de verano con los Blazers, franquicia y jugador sabían que tenía que quedarse en Europa para ganar experiencia y dar solidez a sus deseos de NBA. Pronto le surgió la opción del Pepinster belga de Hervelle, entrenado por Bavcevic, amigo personal de Jankov, que le recomendó.



“Tuve que buscar sitio donde poder crecer y trabajar. En Bélgica surgió esa oportunidad y no me arrepiento”. Al bosnio le costó adaptarse a la exigencia de un conjunto profesional, sin firmar grandes números durante esas dos temporadas, con 5,6 puntos, 5,8 rebotes y 1,9 tapones de media en la última. Para colmo, cuando empezó a crecerse tras la llegada del técnico Eddy Casteels, se rompió un hueso de la mano. Antes, había sumado con facilidad en pocos minutos de juego, aunque se cargaba muy pronto de faltas personales y pecaba de inexperiencia. Simplemente, estaba aún muy “verde”. En ese caso… ¿por qué no pintarlo de blanco?

Tocar el cielo con billete de vuelta

Boza Maljkovic no se había olvidado de aquel joven tan risueño dispuesto a comerse el mundo saltándose varias etapas en su camino. En aquel verano de 2005, más allá de un altercado con su compañero en los Blazers Ha Seung Jin –el surcoreano, otro 2,21, le agredió con un palo… como suena- Sinanovic había demostrado que su paso por Bélgica fue productivo. Corría ya septiembre y, con la temporada a la vuelta de la esquina, se enteró desde un campus de Los Ángeles que el Real Madrid llamaba a su puerta, con una propuesta por cuatro años. Imposible rechazarla.

El técnico balcánico le puso por las nubes a su llegada, refiriéndose a Sinanovic como el futuro del club, con unas condiciones únicas -220 centímetros acompañados de velocidad, coordinación, tiro y ética de trabajo- para triunfar a medio o largo plazo. Y él no se cortó un ápice en sus primeras declaraciones: “¿Me gustaría ser el nuevo Sabonis, primero en el Real Madrid y luego en Portland. ¿El mejor del mundo? No renuncio a nada y, si tengo suerte con las lesiones, lo intentaré”. Su objetivo quedó muy lejos de la realidad, siendo carne de banquillo durante toda la temporada. Implicado, animaba como el que más desde la banda y repartía toallas si hacía falta sin perder la sonrisa, con solo 51 minutos en liga durante toda la temporada… hasta ese día.



Fue un 26 de mayo del 2006. Llevaba sin jugar tres meses. Su Real Madrid, al borde de la eliminación, debía ganar en el Palau, con su juego interior en cuadro. Boza miró al banquillo y le vio, con el entusiasmo de siempre. “A pista”, le dijo. Y cambió su vida. O eso creía en ese momento. “Siempre esperas tu oportunidad, oyendo comentarios y sabiendo que eres capaz de hacer cosas, aunque no te crean. Fue un partido que me devolvió la ilusión de estar en ACB”. Resultó mágico. Tres alley-oops, intimidación decisiva, sensación de superioridad insultante y, como guinda, un triple a falta de minuto y medio para finiquitar el partido (76-84). Sin él en pista, 42-16 para el Barça. Durante sus 24 minutos en la cancha, un surrealista 34-70. Todos le requerían en la rueda de prensa, todos los aficionados, propios, rivales y neutros, mencionaban el “Factor Sinanovic”. ¿Acababa de nacer una estrella?

La serie se la llevó el Barça pero se siguió hablando de Nedzad. Especulaciones sobre su nacionalización para jugar el Eurobasket 2007 con España y un debate sobre posible impacto en ACB avivado por el nuevo técnico blanco Joan Plaza: “El fichaje de esta temporada es Sinanovic”. Sin embargo, a pesar de rascar minutos durante los primeros partidos, el fichaje de Varda le condenó al ostracismo, siendo relegado al filial de LEB-2 durante la campaña, donde alternaría partidazos con choques en los que generaba más dudas (9,8 pt, 8,2 reb, 12 val). “Fue una decepción, sí, no sé por qué pasó pero acabé un poquito disgustado. Aunque no puedo mirar atrás, estoy enormemente agradecido a Joan Plaza por muchas cosas durante mi etapa allí”. De héroe a olvidado en un solo año.

En la 2007-08, el conjunto madrileño le cedió al Koln 99ers, con una experiencia parecida a la de Bélgica (8,6 val). En el Rheinergie comenzó dubitativo pero fue de menos a más. Cuando mejor jugaba, el club se declaró insolvente. “Tuvimos bancarrota pero, justo cuando el club iba a desaparecer, media hora antes una persona llegó desde Hamburgo y nos salvamos”. Para celebrarlo, el bosnio hacía un 19-11 (26 val) en su mejor encuentro de la temporada… justo antes de lesionarse el escafoide y quedarse fuera de juego para el resto de la campaña. Otra vez la mala suerte. ¿Hasta cuándo?



La hora de Nedzad

Todo tuvo visos de cambiar en la 2008-09. Nuevamente en España, el Autocid Burgos confió en el pívot para su proyecto en Adecco Oro y él no pudo comenzar mejor, conectando a la perfección con Iván Corrales. ¿Quién en la categoría podía defender a alguien de sus características? Las faltas seguían su cruz, si bien rentabilizaba su tiempo como ninguno, con un promedio de 12-7 en 18 minutos de juego durante los tres primeros meses. Empero, cuando volvía a sonar su nombre en la escena baloncestística, Sinanovic se fue diluyendo, desapareciendo de bastantes partidos y conformándose con unos números al final de campaña parecidos a los de Alemania: 8,4 pt, 6,4 reb y 11 de valoración. Sabían a poco. Solo él conocía los motivos de su bajón. “Tuve muchos problemas personales, mi mujer estaba embarazada y estuvo mucho tiempo ingresada. Fue una época muy complicada para mí, pero mereció la pena ese año en Burgos”.

Su soltura en la categoría animó al Clínicas Rincón a ficharle en la siguiente campaña, si bien Nedzad tenía miras más altas al firmar por ese club. “Pensaba que era una forma de llegar al Unicaja, pero al final no tuve muchas oportunidades”. Solo los dos primeros partidos de liga. De todas formas, Sinanovic se dio una segunda oportunidad. Ahora o nunca. La élite no podía esperarle más. Y respondió. En su versión más regular y constante, se erigió como uno de los “5” más dominantes de la liga, con 18,3 de valoración (13,5 pt, 9,1 reb), jugando el mejor baloncesto de su carrera. “Era un equipo con talento que necesitaba algo de experiencia. Yo se la di”.

Igual de sólido se ha mostrado este curso en el cuadro axárquico (13 pt, 8 reb, 15,5 val), lo que le abrió la puerta de la ACB. Aunque no por el camino que esperaba. “Estábamos en Atenas y, después del partido contra Panathinaikos, Rubia me dijo que me iban a ceder a Granada. La plantilla se iba a jugar a Vitoria, y yo preparaba la maleta para irme. Sin embargo, se tuerce la cosa, Paulao no se va a Fuenlabrada y, finalmente, me dicen que me tengo que quedar. En ese momento Chus Mateo me dice que intentará darme alguna oportunidad”. Lo que no imaginaba es que sería tan pronto.



Y llegó el partido del Lietuvos. “El partido”, a secas. La perfección, la dichosa perfección, es esa sonrisa que exclama exhausta un “No puedo más” orgulloso cuando ya no hay hueco para las palabras. La de Sinanovic en aquella mágica contra el Lietuvos Rytas. Con el Unicaja naufragando, en una noche parecida a aquella excelsa del Palau, el bosnio aportó 15 puntos (4/4 T2, 7/7 TL), 8 rebotes, 1 asistencias, 4 faltas recibidas y 27 de valoración en… ¡12 minutos! Ocho años y medio después, aquel chico espigado que salió por primera vez de su tierra para aterrizar en Málaga, se ganaba el corazón del Martín Carpena, que le despidió en pie, con el partido ya en el bolsillo para el cuadro de Mateo. “¿Imagináis lo que podría hacer jugando 40 minutos?”, bromearía más tarde en el vestuario.

Aquel día se ganó un hueco en el equipo. Y no ha podido responder mejor, con otra demostración sorprendente de cómo sacarle jugo a su tiempo en pista. En Euroliga, en solo 17 minutos de juego de media durante los 5 partidos que jugó (todos del Top16), firmó 14,6 de valoración, con 10,8 puntos, 5,4 rebotes y 1,2 tapones por choque. En ACB, tras el soberbio 19-17 –cogió un rebote más que todo el DKV- del pasado sábado, se conforma con 9,7 de valoración (7 pt, 7,3 reb) en solo 15 minutos por choque, superando entre ambas competiciones el 60% en el lanzamiento y el 90% (¡23/25!) en tiros libres, como si fuese un especialista. Parece que, ahora sí, ha llegado su turno.

La fábula se escribe en casa

“Estoy empezando a hacer cosas buenas para mí y para mí futuro, ahora espero seguir mejorando cada día”, reconoce, sin perder la perspectiva. Y tiene muy claro a quién agradecérselo: “Aurioles tiene mucha responsabilidad, me conoce muy bien y le dijo a Chus que me subiera al primer equipo. Pero también la tienen Ángel Cañete y Paco Alonso. Es una cuestión de confianza, otros técnicos no apostaron por mí ni aprovecharon lo que les puedo dar. Ellos sí. Saben lo que puedo hacer y se está viendo lo que puedo hacer. Tampoco me olvido del preparador físico del Clínicas y el cuerpo médico que me curaba… ahora está dando sus frutos”.

Aurioles responde. "Sus números son increíbles. Ha sido esta temporada MVP en Euroliga, LEB y esta semana quedó 2º en ACB. Es un jugador diferente, que no puede ser piedra angular de un proyecto porque es distinto, sus virtudes y defectos son muy acusados. Pero en algunos partidos tiene un grandísimo impacto. En otros no, como en Valladolid porque enfrente había pivots muy pequeños. Es cuestión de utilizar cuando se debe", confesó a los micrófonos de Ser Málaga.

Hoy, los ojeadores de los Blazers vienen a ver a Freeland y se sorprenden el mejor Sinanovic visto nunca. A pesar de que a nadie le amarga un dulce, Sinanovic dejó volar los pájaros de la NBA y prefiere soñar con un título ACB o con jugar una Final Four. Ya no anhela ser como Sabonis, sino poder retirarse en un futuro con la sensación de que él hizo todo lo posible para explotar el don sus centímetros.



Esposa española con raíces bosnias y pasaporte inminente para aquel gigante que, como ayer, como mañana, sigue removiendo cielo y tierra para encontrar la ropa o aún debe agacharse para franquear una puerta. Humilde y bonachón, Sinanovic, por experiencia, vive ahora un momento que no difiere mucho a la del veinteañero reciente que empieza a explotar su potencial, 8 años y medio más tarde de empezar en este deporte. Pero él tiene 28 años. Para lo bueno y para lo malo. Más madurez, menos margen. El reloj no para y las promesas, caducan.

Toca vestirse de realidad. La tangible, la exhibida contra Lietuvos o el DKV, la de ese 2,20 ágil que corre, rebotea y tira. Y no la repleta de hipótesis o cábalas sobre su techo. El techo es él. “Me siento en casa, me hace más ilusión triunfar aquí”, exclama con orgullo bañado por el mar que le vio llegar, sin maleta y sin brújula allá un buen día de diciembre de 2002.

En la dictadura de los clichés, a un siete pies que no domine no se le tiene en cuenta. Y a él le costó mandar. Y a él no se le tomó nunca en serio. Las altas expectativas en torno a su figura, el glamour del draft, la mala suerte de las lesiones o la falta de confianza y experiencia. Qué más da ahora. Si ni la miseria de una guerra quebró su fe, ¿por qué hacer un paréntesis en su propio sueño? Con trabajo callado y las mismas ganas con las que entrenaba con el equipo cadete meses antes de llamar a las puertas de la NBA, Nedzad redibuja su camino. Ahora con lápices verdes, acariciando un hueco en el primer equipo como especialista de lujo, agarrándose con fuerza a la ACB sin lanzar aún las campanas al vuelo. Eterno agradecido, con cada palabra destierra un falso mito. Con cada buen partido, una etiqueta injusta. El gran desconocido cambia leyenda por fábula. La moraleja la pone él.