En Italia hablamos de ellos como la Generación drafta, jugadores sub 22 que se piensa, y todos pensamos, como jugadores de Draft NBA. Son los cuatro magníficos: Bargnani del 85, Belinelli del 86, Datome del 87 y Gallinari del 88. Italia sonríe, y con ella Marco Crespi, jefe del scout internacional de los Phoenix Suns. El pasado fue dulce y rutilante y el presente es dudoso, pero el futuro inminente de los azzurri parece que va a recaer en muy buenas manos.
Las mas conocidas, junto a su envergadura y a sus desplazamientos, las de Andrea Bargnani (http://nbadraft.net/profiles/andreabargnani), el mayor de los cuatro niños, Il Mago para un buen puñado de italianos. Mejor jugador joven de la última Euroliga, competición en la que se fue hasta los 11 puntos y 4 rebotes en 21 minutos de juego, primera opción ofensiva de muchos sistemas del Benetton de Treviso, Bargnani nació en 1985 y con él más de 210 centímetros de baloncesto moderno, de un jugador de los que definen el baloncesto de hoy en día, inclasificable: pívot que juega como un alero, alero con juego de interior; grande con alma de pequeño. Un suave preludio de 1986, que llegó en Italia con Marco Belinelli (http://nbadraft.net/profiles/marcobelinelli) bajo el brazo, un escolta de físico imponente con la pureza del tiro escondido en su 1,96m., con una muñeca y una mecánica imponentes, de diccionario.
Jugador de límites desconocidos y aterradores por su enorme margen de mejora, a pesar de lo cual esta temporada ya ha sido protagonista de nombre propio en la Euroliga con el Climamio y con 13,3 puntos en 28 minutos de juego. Y también hubo un día, un año después, que llegaron 1987 y Luigi Datome (http://nbadraft.net/profiles/luigidatome), más de dos metros de razones para creer en él como otro prototipo de alero total, con tiro, primer paso, juego bajo la cesta, veloz y generoso, habitual del nosotros para referirse a sí mismo y capaz de irse, con apenas 18 años, hasta los 5,5 puntos y 2,2 rebotes en sólo 11 minutos de juego en Euroliga defendiendo los colores de la Mens Sana de Siena.

Están estos cuatro espuntas. Pero además tenemos a estos chicos acompañados por otros buenos jugadores, jugadores con talento y capacidad para hacer buenos equipos, conjuntos ganadores, apostilla Crespi. Jugadores como Daniele Cavaliero, base del Armani Jeans cedido al BT Roseto y que esta temporada ha gozado con 22 años de más de 33 minutos en pista, en los que ha producido para sí (14 puntos) y para sus compañeros (3 asistencias.) O Jacopo Giachetti, base de 23 años del Lottomatica de calado talante defensivo, que sabe dirigir y mantener el tono del equipo, uno de esos trabajadores que hace de la discreción virtud. O el alero Davide Bruttini, de 2,03m. y 19 años, ya con esporádicas presencias en Euroliga (Climamio) y conocido y reconocido en las categorías inferiores italianas por su capacidad de lideraje en el campo. Y Marco Cusin, pívot de 2,11m. y 21 años que esta temporada ha tenido su presencia y su rol en el Angelico de Biella (3 puntos y 3 rebotes en 10 minutos), o Giorgio Boscagin, escolta del Bipop Reggio Emilia de 23 años y 1,95m. con más prestaciones que sus 7 puntos en 22 minutos de esta pasada temporada. O Michelle Antonutti (Snaidero Udine, 2,03m y 20 años), Gino Cuccarolo (Benetton Treviso, 2,09m. y 18 años) y Brian Sacchetti (Castelletto, 1,97m. y 20 años).

Para el entrenador balcánico sin embargo, de toda la colección de cromos el nombre en el que hay que cimentar el futuro es en el de Belinelli, un jugador que me gusta muchísimo; mi tipo de jugador talentoso. Ha progresado mucho, cada día crece, pero aún necesita más continuidad y protagonismo. Se lo merece. Y lo mejor para él es quedarse unos años en Bolonia, en un club y con un entrenador que creen en su juego y su persona.
Qué lejos suena 1975
Por fin llegaron, para descanso de algunos y alegría de muchos más, pues hace ya más de un buen lustro que la fórmula selección italiana de baloncesto precede sin remedio a un listado de apellidos prácticamente invariable: Marconato, Galanda, Basile, Chiacig; Bulleri, Righetti y Soragna. Años más, años menos, la generación transalpina del 75 ha sido la protagonista principal y de reparto de las distintas Italias que se han presentado en los grandes campeonatos de este siglo, una estirpe de jugadores que ya echó sus raíces en los centímetros de Denis Marconato y Giacomo Galanda dentro del combinado que condujo hasta la plata continental de Barcelona 97 Ettore Messina. Dos años después, en el oro de París 99 dirigido por Bogdan Tanjevic, se les unieran Gianluca Basile y Roberto Chiacig, que junto a los Fucka, Myers, Bonora, De Pol, Abbio o Andrea Meneghin pueden presumir de poseer el segundo y último título italiano de selecciones junto al conseguido en el Europeo de Nantes del 83 (también superando a España en la final) por los Brunamonti, Marzorati, Villalta, Costa, Riva o Dino Meneghin en la pista, y Sandro Gamba en el banquillo.

Novedades que llevaron por nombre Mian, Radulovic, Camata, Lamma, Rombaldoni, Pozzeco o, en el pasado Europeo de Serbia dónde Italia ni tan siquiera llegó a cuartos, Dante Calabria, un rookie azzurro de 32 años. Una situación que el técnico del Unicaja Sergio Scariolo adjetiva sin vacilar: La premisa obligada es pensar, con razón, que la selección italiana de los últimos años ha terminado su ciclo y que lo ha hecho con resultados extraordinarios e inesperados. Una vez esto, la tendencia es resistirnos a jubilar a una generación que nos ha dado tanto, y tendimos ha retirarla un mes después y no un día antes.