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Raimundo Saporta, el arquitecto de sueños (y II)

En 1965, Raimundo Saporta creó el Torneo de Navidad, un clásico del Real Madrid y una más de las muchas aportaciones que realizó este gran directivo al mundo del baloncesto. En esta segunda entrega, Gonzalo Vázquez nos ofrece las múltiples parcelas que abarcaron la actividad de este hombre que vivió hasta sus últimos días su pasión por el deporte de la canasta. La serie sobre los Históricos de la Liga Nacional se rinde ante la importancia que ha supuesto Saporta para el baloncesto, no sólo en España, sino también en Europa y en todo el mundo

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  • Raimundo Saporta, el arquitecto de sueños (I)

    Aquel año 65 don Raimundo sacó otro as de su manga. Había conseguido publicidad de Phillips, pero la marca exigía Televisión. Reparando que en Navidad no había eventos deportivos, ideó un torneo para esas fechas. La conservadora Junta directiva, donde siempre tuvo que lidiar los profundos rechazos a la sección, se opuso frontalmente, pero Saporta convenció a la FIBA para que el torneo lo organizase ésta y no el Madrid. El directivo satisfizo así a todos, incluida TVE, que rellenó con inesperado éxito buena parte de su programación. El Torneo de Navidad escribe algunas de las más jugosas páginas en la historia de la sección. Saporta traería a Madrid, en fechas complicadas, un desfile de equipos que abarcaba selecciones, universidades americanas y clubes europeos de renombre. Y con el deseo de hacer sentir a todos en familia, cada día 25 organizaba una copiosa cena conjunta en el Hotel Victoria que coronaba un fraternal brindis.

    Como presidente de las Competiciones Internacionales trató siempre de complacer a todos cuando tenían lugar los emparejamientos de primera ronda. Los equipos españoles se reunían con él y llegaban incluso a elegir rival o grupo. Saporta concedía todo lo posible por ellos. Durante una comida con la plantilla previa a la Copa de Europa se dirigió a Emiliano y le dijo: “Emiliano, dime, ¿qué equipos quieres y en qué orden?”. El jugador tomó una servilleta y allí escribió su lista. Tal cual fue el deseo, el directivo cumplió su promesa.

    Ni el infarto sufrido en 1987 le privó de su reunión en la FIBA. En casi cuatro décadas no se perdió ni una. En los años que éstas se celebraban en Munich, Saporta encargaba una paella en el castizo Restaurante Riscal y allá que la metían en una caja de cartón. Trasbordo en Frankfurt, pasillos y pasillos con ella al brazo, nuevo vuelo, y llegados por fin a Munich la paella había perdido hasta el color. Saporta se las ideaba para recalentarla dignamente y regar la comida con unas botellitas de fino que también acarreaba. Con el estómago lleno y conquistada la mesa, procedía entonces la reunión. “Cuéntenos, señor Saporta, cuéntenos...”.

    Aun con el inmenso poder que atesoraba, mucho mayor que cualquier otro miembro de la Junta que envidiaba su cercanía a Bernabéu, Saporta hacía mutis cuando el Baloncesto recibía una y otra vez ataques durísimos en las reuniones del club. Era para él una convicción casi religiosa mantener el orden de la entidad, lo que casi suponía ocultar el Baloncesto, donde no cabía el menor problema. Sólo títulos y superávit. “La directiva me perdonaba mi capricho del Baloncesto a cambio de trabajar día y noche para el club. Decían, que este loco siga con su Baloncesto mientras nos lleve la casa”. Con el único fin de procurar una actitud humilde y sumisa de los “canasteros” y la paz del club, solía terminar cada temporada diciendo: “Chicos, no sé si el año que viene podremos seguir con la sección”.

    Las gestiones de Saporta no cabrían en una enciclopedia. Durante décadas su despacho en el Banco Exterior se abría, con británica puntualidad, media hora después de las 8. Por las tardes simultaneaba sus obligaciones en el Real Madrid, la Federación y la FIBA, cargos por los que no recibía una peseta, y rara era la jornada que regresaba al hogar antes de las 2 de la mañana. Cuando en 1980 España acude a Moscú bajo bandera olímpica, prevalecía una norma que impedía a los deportistas abandonar el servicio militar. Epi era el caso. Saporta acudió directamente a hablar con el Rey don Juan Carlos para solicitar una excepción. El equipo partió sin él, pero horas después Epi y Saporta volaban hacia Moscú para consumar a la postre un brillante cuarto puesto olímpico.

    Que fuese artífice clave en la organización del Eurobasket ‘73 en España no bastaba. Seis años después recibió el encargo de hacer lo propio con el Mundial de Fútbol. Sólo puso dos condiciones: que el nombramiento fuese por Real Decreto (para que no interfiriese un cambio de Gobierno) y no recibir una peseta por ello. Con él como cabeza pensante todo salió bien. Todo excepto la selección española, que pareció olvidarse de qué iba el asunto. Saporta aún tuvo tiempo de poner la guinda en el 50ª aniversario de la sección trayendo a España un combinado NBA y, a la par, ir promoviendo la futura ACB.

    Durante décadas y como una firme promesa, don Raimundo silenció un expreso deseo de Bernabéu. “Don Santiago me dijo en una ocasión que a su muerte no aceptara la presidencia. Y eso fue lo que hice. Primero por falta de ambición personal, y segundo, porque me dijo que sufriría mucho en ese puesto”. Poco después de fallecer el histórico presidente en junio del 78, cuando todos pensaban en Saporta como sucesor, el directivo encerró al comité en la Sala de Juntas. Él se marchó y no regresó hasta que hubo fumata blanca. En septiembre, luego del tiempo preciso para hablar con todos y cada uno de los empleados del club, al que dejó en la mejor disposición posible, cogió sus cosas y se fue, no sin antes procurar incluso patrocinio al Tempus. Curiosamente el elegido, Luis de Carlos, le había presentado años atrás a un amigo que decía estar interesado en ser directivo. Se llamaba Ramón Mendoza. Tras media hora de reunión con él, don Raimundo se dirigió a Agustín Domínguez para decirle: “Toma, la tarjeta del futuro presidente del Real Madrid. No la pierdas”. Viene a cuento la anécdota porque tan sólo las súplicas de Mendoza consiguieron que siete años después regresara para hacerse cargo Saporta de su sección, pero ya entonces, más simbólicamente y como siempre había deseado, muy lejos de las luces que otros anhelaban. Su adiós definitivo se produjo en 1991, pese a que los problemas de salud venían ya de atrás. De ese modo se cerraba la etapa más gloriosa y prolongada en la historia del club blanco.

    Aún en 1995 llegó a ser nombrado vicepresidente de la FIBA con una absoluta unanimidad. “Yo no lo pedí ni lo esperaba. Después de 37 años en la FIBA -35 en el Madrid, más de cinco décadas en la Federación- que me propusieran y saliese elegido fue algo muy emocionante. Pero mucho más el que los representantes de los 5 continentes me aplaudieran de corazón. (...) Yo jugaba muy mal. Yo no he sido jugador, ni árbitro, ni entrenador, ni siquiera espectador. En el palco nunca miraba el partido; miraba si había tranquilidad a mi alrededor y si todo estaba bien. Sólo al final miraba el resultado. He sido directivo sólo de dos equipos, el más pobre, el Liceo, donde tenía que comprar los balones a plazos y pintar con cal las líneas de juego, y el más rico”. Antes de ese nombramiento ya trabajó con firmeza en la nueva Euroliga que sería vigente en 2000 y que hoy disfrutamos.

    En el 32º Torneo de Navidad celebrado en 1996, al que asistieron sus grandes amigos Stankovic y Samaranch, Saporta recibió un sentido homenaje de todos los presentes. Lo agradeció de todo corazón. Pero al día siguiente apostillaba: “Estos homenajes me huelen mal. Eso es que creen que será el último Torneo que vea”. Así fue. El domingo 2 de febrero de 1997 el inmenso corazón de uno de los mejores directivos deportivos mundiales de todos los tiempos dejaba de latir.

    De entre las infinitos elogios que este hombre recibió en vida, acude uno manuscrito sobre el original de una fotografía legendaria de nuestro Baloncesto: aquélla en que Ramos vuela en paralelo al piso a por un balón. “Con mi agradecimiento a Don Raimundo Saporta, de quien recibí orientación deportiva y humana (VICENTE RAMOS)”.

    Así pues, si no lo reza su epitafio vale recordarlo aquí: “Fue un hombre honrado y un caballero”. No hay mejor sentencia para la vida de un hombre.

    FICHA PERSONAL

    Raimundo Saporta Namías
    París (Francia), 16 de diciembre de 1926.

    Trayectoria directiva

    1945-48
    Entra en la FEB
    Es nombrado directivo de la FEB

    1948-60
    Vicepresidente de la FEB
    Accede al Real Madrid (contador y tesorero)
    Miembro creador de las Copas de Europa de Fútbol
    Crea la Liga española de Baloncesto
    Crea las Copas de Europa de Baloncesto

    1960-78
    Nombrado Vicepresidente del Real Madrid
    Nombrado Responsable de la Sección de Baloncesto del Real Madrid.
    Elegido miembro del Consejo Internacional de Deportes de la UNESCO
    Elegido miembro del COE
    Nombrado miembro del Comité Ejecutivo de la FIBA
    Crea al Torneo de Navidad
    Nombrado Presidente de la Asoc. de Baloncestistas Internacionales (AEBI)

    1978-97
    Nombrado Presidente del Comité Organizador del Mundial '82 de Fútbol
    Nombrado Responsable del Comité Reestructurador de las Comp. Intern. FIBA
    Nombrado Responsable del Comité de la Liga Europea en la FIBA
    Nombrado Vicepresidente de la FIBA
    Nombrado Vicepresidente de Honor del Real Madrid

    1997
    Fallece

    1998
    La FIBA renombra la Recopa de Europa por Copa Saporta
    Se crea la Fundación Raimundo Saporta y su beca anual a un jugador promesa

    Distinciones honoríficas

    Gran Cruz del Mérito Civil
    Encomienda de Isabel la Católica
    Medalla de Oro al Mérito Deportivo
    Orden del Mérito Olímpico
    Comendador de la Orden de Mayo
    Orden del Mérito de la FIBA
    Medalla de Oro de la Federación Española de Baloncesto

    Fuentes oficiales: Biografía "Raimundo Saporta, retrato de un líder en la sombra", de Rafael W. González, y "Libro del Centenario del Real Madrid"