acb Photo / M. Henríquez
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El Llull de siempre, como nunca
En la misma pista donde cuatro años antes se lesionó de gravedad, Sergio Llull volvió a derramar una lágrima. Esta vez no para maldecir su mala suerte, sino para celebrar la emoción de sentirse nuevamente importante en un título del Real Madrid.
  

Resultó imposible no emocionarse con el llanto redentor de Sergio Llull al terminar la final de la Supercopa Endesa. Cada lágrima derramada es una palabra escrita de una triste historia que sangra al ser recordada y para el base, esas lágrimas del domingo hablaban de una historia que comenzó a escribirse un funesto nueve de agosto de 2017. Los gritos mientras se sujetaba la rodilla desgarraban el alma y adelantaron el traumático diagnóstico: rotura del ligamento cruzado de la rodilla derecha. Aquella fue la primera de otras muchas noches en las que, en la intimidad del silencio, Sergio Llull maldijo su infortunio.

Durante semanas y meses, todo el baloncesto le acompañó en la pena y la recuperación. Había dado tanto a este deporte que éste se volcó y trató de mimarlo en sus momentos más duros. En el dolor es fácil empatizar pues no importa el rostro que tenga ya que, de una manera u otra, todos nos reconocemos en él. Por ello, Sergio contó con la complicidad de todos para volver a verlo cuanto antes.

Desde entonces comenzó una cuenta atrás para su retorno, pero no el físico que todos sabían que llegaría más pronto que tarde, sino su pleno regreso. Desde fuera se pecó de ansiedad y se quiso (y a veces se exigió) que volviera a ser el mismo sin un mínimo período de readaptación a su nueva realidad. Hubo críticas cuando la hoja estadística no respondía a su estrella, pero no se hacía caso a todo aquello que seguía aportando al equipo. Se le apartó del foco cuando no respondía, pero no se iluminaba cuando los éxitos colectivos seguían llevando su nombre.

PALMARÉS DE SERGIO LLULL
Seis Ligas Endesa (2007, 2013, 2015, 2016, 2018 y 2019), seis Copas del Rey (2012, 2014, 2015, 2016, 2017 y 2020), siete Supercopas Endesa (2012, 2013, 2014, 2018, 2019, 2020 y 2021), dos Euroligas (2015 y 2018) y una Copa Intercontinental (2015). Dos medallas de bronce (Eurobasket 2013 y JJ.OO 2016) una plata (JJ.OO. 2012) y cuatro oros (Eurobasket 2009, 2011 y 2015; Mundial 2019)

Nadie puede creer posible que un jugador, pasados los 30 años y con varias lesiones, tenga el mismo rendimiento que en sus años de exuberancia física. Sería algo de superhéroe, pero el ‘Increíble Llull’ hizo tantas heroicidades que nos olvidamos de que también era humano.

Los jugadores modulan esfuerzos, moldean estilos de juego restando físico y añadiendo inteligencia… en definitiva: cambian. Llull lo hizo si bien siempre mantuvo la misma exigencia. Esta nunca bajó por más que problemas musculares y una nueva operación fueran erosionando su físico durante las últimas temporadas. Él mismo reconoció que el pasado sábado su mujer, Almudena, tuvo que aguantar el enfado y la frustración por un partido que no salió como esperaba…, pero sin esa presión por dar lo mejor de sí mismo no hubiera éxito el domingo.

La autoexigencia puede desgastar, pero es esencial para alcanzar la excelencia. Y esto no sólo se aplica al deporte, en cualquier esfera profesional todos hemos sentido la misma frustración que pudo sentir Llull un mal día y la felicidad de la recompensa cuando llega el éxito.

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MVPS DE SERGIO LLULL

COMPETICIÓN EDICIÓN
SUPERCOPA ENDESA 2014, 2018 y 2021
COPA DEL REY 2012 y 2017
LIGA ENDESA 2016/17
PLAYOFF FINAL LIGA ENDESA 2015 y 2016

Quizá el físico ya no sea el mismo, pero sí su alma. Esa que de niño le hizo acaparar titulares con gestas imposibles, que siendo un imberbe jugador le llevó a derribar el muro de la acb desde la LEB a ritmo de remontadas imposibles y que, en plena madurez, le convirtió en símbolo de un Real Madrid para la historia.

Sergio, además, es uno de los raros casos donde la persona traspasa la pared de cristal que separa al deportista del aficionado. La infinidad de instantáneas que hay suyas en efervescencia competitiva junto a la hinchada madridista son icónicos fragmentos de una relación afectiva que se extiende por toda la geografía nacional.

Con la misma fuerza que se celebraron sus canastas al grito de ¡Llull, Llull, Llull!, dolió verle sobre el parqué del Pabellón Santiago Martín. De igual manera que se saltaba del asiento en cada una de sus remontadas, hoy sonreímos cuando vemos feliz a Sergio Llull. Es fácil reconocerse en la fragilidad. Cuando se es joven, se tiene talento y éxito, prima la admiración; cuando se intuye vulnerabilidad, el afecto es mayor.

Puede ser que el paso del tiempo haya desgastado su capa y que en ella aparezca algún que otro jirón mostrando imperfecciones, pero debajo de ella late el mismo corazón de siempre.