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Alfredo Pérez: el último cañonero español

Bell, Roe, Hermann, Perasovic, Perasovic y Perasovic, Schmidt y Smith, Petrovic, Phillips (Eddie), Phillips (Mike), Nate Davis, Coughran, Hollis, Guyette, Fullarton, Davis y Pérez, ¿Pérez? Pérez Gómez, más concretamente. Alfredo Pérez Gómez fue el último jugador español en ser el máximo anotador de la Liga. Fue en 1973. Alfredo Pérez anotó 705 puntos con la camiseta del Breogán de Lugo: un promedio de 23,5 y casi un tercio de los puntos totales de su equipo. Un cañonero de leyenda y con leyenda. El último máximo anotador nacional es también el protagonista del último capítulo de los históricos de la Liga Nacional

Archivo Fundación Pedro Ferrándiz)
© Archivo Fundación Pedro Ferrándiz)
  

“¡¡¡Eso es un rollo macabeo!!!” Alfredo Pérez ha bajado la música de Joaquín Sabina que sonaba de fondo y repite: “¡¡¡eso es un rollo macabeo!!!”. Le acabo de comentar el rumor que corre sobre él, el último jugador nacional que consiguió ser máximo anotador de la competición. Alfredo Pérez era y es miope. Hasta ahí todo correcto. La leyenda negra dice que tenía memorizadas las zonas de tiro de su propia cancha, la del Breogán, donde los operarios bajaban la luz para dificultar la puntería de los rivales. “¡¡¡Eso es un rollo macabeo!!! Tenía dos dioptrías y no veía bien los marcadores pero sí la canasta. Intenté jugar con lentillas pero fue imposible por el sudor; con gafas, igual. Esta historia también viene de un partido que disputamos contra el Picadero en Barcelona en el que tuvimos que jugar sólo con un foco porque se apagó la luz. Se me dio bien y metí bastantes puntos”. Alfredo Pérez explica que el secreto de su acierto fue el entrenamiento. “Mi primera especialidad fue el contraataque. Entraba bien a canasta y en el uno contra uno era difícil pararme porque manejaba las dos manos y hacía fintas que ya no se hacen. El tiro lo fui mejorando con el tiempo”.

Alfredo Pérez Gómez comenzó a jugar en una de las canteras más importantes del baloncesto madrileño, el colegio Buen Consejo, desde donde pasó al Vallehermoso, un club histórico del barrio madrileño de Chamberí. Sus primeros entrenadores fueron Roberto Outeiriño y Manuel Villafranca, dos personas muy vinculadas al también histórico Canoe, y José, Pepón, Auseré, el entrenador con el que el Vallehermoso consiguió el ascenso a Liga Nacional. Alfredo Pérez formaba parte de una generación que echaría raíces en la Liga: los hermanos Escorial, Víctor y José Manuel, Ignacio Moko González Blanch o Iñaki Sarria. “Eramos un equipo muy joven. Outeiriño y Auseré habían traído gente de colegios y, con algún retoque como Palmero o Montilla, más experimentados, nos presentamos en la Liga Nacional”, recuerda Alfredo Pérez.

Vallehermoso acabó antepenúltimo y tuvo que jugar la promoción frente al Bosco de La Coruña. Los gallegos derrotaron a los madrileños pero a la directiva coruñesa, presidida por Antonio Álvarez, le gustó la manera de jugar de su rival y se hizo con el entrenador, Auseré, y con varios jugadores: González-Blanch, José Manuel Escorial y Alfredo Pérez. “La cosa comenzó complicada. Cuando llegamos, Antonio Álvarez, el presidente, nos dijo que no tenía dinero para pagarnos y, que el que se quisiera marchar, que lo hiciera. Los jugadores hablamos entre nosotros y decidimos quedarnos para pelear, aunque éramos un equipo muy bajito y no teníamos americanos”. Estuvieron a punto de conseguirlo. El culpable, cuyo nombre aún se recuerda en el baloncesto coruñés, fue el árbitro Hernández Muñoz. El Bosco estaba jugándose la permanencia ante el Joventut, que dependía del triunfo para disputar competición europea. “Quedaba un segundo y ganábamos de un punto. La gente saltó a la cancha y este Hernández Muñoz, achuchado por Kucharski y Buscató, pitó una técnica al público, algo que no he vuelto a ver en mi vida”. El Bosco descendió y no ha vuelto a haber un equipo coruñés en la máxima categoría. Después de un año en Mataró, donde no acabó de cuajar, regresó a Galicia para fichar por el recién ascendido Breogán.

Archivo Fundación Pedro Ferrándiz)
© Archivo Fundación Pedro Ferrándiz)

La leyenda, la blanca y la negra, comenzó a forjarse. En su primer año logró ser el máximo anotador con 589 puntos, una media de casi 27 por partido. Unos números que no evitaron que el equipo llegara a la última jornada jugándose la promoción con el Estudiantes. Los gallegos visitaban al Manresa, mientras que los colegiales recibían al Barça. Alfredo Pérez logró 38 puntos, más de mitad de la anotación de su equipo, que no evitaron la derrota. El Estudiantes no falló. En la promoción ante el Vasconia, el Breogán se salvó por una canasta y Alfredo Pérez evitó el que podía haber sido su tercer descenso en cuatro años en Liga Nacional. Su segunda temporada en Lugo tenía que haber sido la consolidación pero fue la de los problemas. Chocó con el nuevo entrenador, el caribeño Moll, y diversas tormentas en la directiva dificultaron el cobro regular de las magros ingresos que entonces tenían los jugadores de baloncesto. “Nada más llegar, Moll me dijo que ya me conocía y que no me iba a dejar hacer lo que yo quisiera. En Lugo contra el Madrid no me sacó de titular y, en el descanso, perdíamos de 40. Dí una patada a unas cajas de refrescos que había en el camino al vestuario y me mandó cambiarme. Cuando salí a la grada vestido de calle, la gente comenzó a irse del pabellón”.

Cambió la directiva y el entrenador. Alfredo Pérez siguió y volvió a hacerse con el galardón de máximo encestador. 705 puntos, 23,5 de media, y la segunda posición en el trofeo al jugador más regular. Su ex compañero en Vallehermoso, Víctor Escorial, quedó segundo en anotación y primero en regularidad. “Fue un buen año. Los jugadores nos llevábamos muy bien e incluso ganamos el primer partido fuera de Lugo. Entonces era muy complicado ganar fuera de casa”. Pero la tranquilidad duró muy poco. La siguiente temporada, la 73-74, Adolfo Beneyto, jugador de la cantera del Canoe y matador de toros, ejerció de jugador/entrenador pero su relación con la directiva no fue nada fluida. “Hubo problemas de dinero e incluso tuvimos que hacer varios viajes por nuestra cuenta. Además, eramos un equipo muy bajito y, en lugar de ficharnos un americano alto, nos trajeron uno de 1,80, Richard Thibodeau, que tiraba ganchos desde medio campo”, recuerda.

Breogán descendió pero su estancia en Segunda sólo duró un año, entre otras cosas, por el acierto con el sustituto del hombre de los ganchos: “tuvimos el mejor americano que pasó por Lugo. Se llamaba Randy Nol y medía 2,03. Cogía rebotes, corría contraataques y tiraba desde fuera de miedo”. Lo del “mejor americano” tiene su aquel porque el año siguiente, de nuevo en Liga Nacional, estaba Bob Fullarton, un hombre que dejó huella en el baloncesto español e incluso fue máximo anotador con Manresa. “Bob tiraba muy bien pero no entraba a los rebotes y, cuando tienes un americano, es para coger rebotes”.

El año en Segunda estuvo a punto de cambiar de equipo sin moverse de ciudad. “Un grupo de personas que habían estado en el Breogán fundaron otro club con el apoyo de La Casera, que tenía una fábrica en Lugo. Habíamos tenido problemas con los dirigentes y firmé con el nuevo equipo pero la directiva de Breogán cambió y los nuevos me hicieron una encerrona. Antes de un torneo me dijeron que habían llegado a un acuerdo con los de La Casera y acabé renovando con Breogán”. No sería la última vez que los caminos de ambos equipos se cruzaran. Ambos se clasificaron para jugar la fase de ascenso a Liga Nacional, disputada en Sevilla. “Conseguimos subir antes de la última jornada y salimos hasta tarde para celebrarlo. El último partido era contra La Casera. Si nos ganaban, también ascendían. Nosotros estábamos cansados de la fiesta pero no fueron capaces”.

En su regreso a Liga Nacional, Alfredo Pérez tuvo que compartir el protagonismo anotador con Fullarton pero tiene un gran recuerdo de aquellos años. “El entrenador, Juan Quiñoa, había sido periodista y nos lo pasamos muy bien pero el segundo año el equipo se fue a pique”. El pique fue la desaparición y la refundación en Tercera la temporada 79-80. Alfredo Pérez no vivió esos dos años en Segunda. Jugó un año con el Bosco de Vigo y, después, sin haber cumplido los 30 años, se retiró. Tuvo un breve retorno como entrenador en la temporada de refundación: “Fui el primer entrenador durante cinco meses y sólo perdimos dos partidos. Lo tuve que dejar porque en el trabajo me solicitaron dedicación completa”.

Adiós antes de los 30, una retirada demasiado temprana para el último cañonero español. ¿Y los grandes? “Hubo un ofrecimiento del Madrid antes de venirme para Galicia pero fue una cosa velada, no fue clara. Ferrándiz le insinuó algo a Outeiriño pero no hicieron nada en firme. El Estudiantes sí me quiso fichar cuando estaba en el Bosco pero llegamos a contactar. Antes no era tan fácil cambiar de equipo porque existía en derechos de retención”. ¿Y la selección? “Antes de venir al Bosco, Díaz Miguel me llamó para jugar el campeonato de Europa junior en Vigo y quedamos quintos. Estuve bastante postergado y perdimos definitivamente la relación porque un día me vio fumando. No me llamaba y, una vez que me llamó para una preselección, no fui yo porque me acababa de casar”. Tras dejar el baloncesto, se quedó a vivir en Galicia, en La Coruña, y desde allí espera, escuchando a Sabina, a que le den el trofeo por ser el máximo anotador de la temporada 72-73, que no recibió nunca.

FICHA PERSONAL

Alfredo Pérez Gómez
Madrid, 12 de junio de 1949
Alero, 1,91 cm.

Trayectoria como jugador
Procede de la cantera de Vallehermoso
67-68 Vallehermoso de Madrid
68-69 Bosco de La Coruña
69-70 Mataró
70-71 a 76-77 Breogán de Lugo
77-78 Bosco de Vigo (Segunda)

Trayectoria como entrenador
79-80 Breogán (Tercera)

Máximo anotador la temporada 70-71 con 589 puntos (26,77 de media)
Máximo anotador la temporada 72-73 con 705 puntos (23,5 de media)