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Wayne Robinson, el pastor de los tableros

Antes dirigía balones hacia el aro y ahora dirige almas. Es Wayne Robinson, uno de los norteamericanos más populares en la Liga ACB durante la década de los 80 (Real Madrid, Granollers, Manresa) y que ahora es pastor del Centro Cristiano del Nuevo Milenio en su localidad natal, Greensboro (Carolina del Norte). 15 años después de despedirse de un baloncesto español en el que lo ganó todo con un juego espectacular, Robinson ve la vida de otra manera, aunque en su mente sigue muy presente el tiempo que pasó en España, entre nosotros

Wayne Robinson vivió con el Real Madrid una época dorada (Foto Gigantes del Basket)
© Wayne Robinson vivió con el Real Madrid una época dorada (Foto Gigantes del Basket)
  

“Fue una gran pena la muerte de Fernando Martín. ¿Todos los demás del equipo están bien ahora? ¿Qué hacen Chechu (Biriukov), Rafa (Rullán), Juan (Corbalán), Iturriaga y Fernando (Romay)?”. Lo primero que hace Wayne Robinson cuando le llama un periodista español es preguntar por sus antiguos compañeros del Real Madrid, en el que militó desde 1983 a 1986. Fueron las tres primeras ligas bajo la denominación ACB y las tres las ganó, añadiendo dos Copas del Rey. Un vistazo a aquellas plantillas revela algo que sería inimaginable hoy en día: eran extremadamente cortas (nueve o diez componentes, incluyendo a los juniors Paco Velasco y Antonio Martín) y apenas variaron en ese trienio mágico más que en un par de jugadores.

Prehistoria NBA e Italia

Nuestro protagonista, que nació el 19 de abril de 1958, fue un notable jugador de la Virginia Tech University –donde estudió Finanzas-- y el puesto 31 en la segunda ronda del Draft NBA de 1980 por los Lakers lo atestigua. Fue aquella una elección de la que saldrían muchos futuros ACB –Ricky Brown (13), Reggie Johnson (15) y Brad Branson (43), entre otros--, aunque el número 1, Joe Barry Carroll, no tendría una carrera precisamente espectacular en la NBA. Sin embargo, Robinson no pudo jugar al lado de Magic Johnson y Kareem Abdul Jabbar, ya que sus derechos fueron transferidos a unos por entonces oscuros Detroit Pistons. En Michigan tuvo minutos (19,6 de promedio con 7,9 puntos), pero aquel era un equipo muy lejano a lo que serían los “Bad Boys” y ni se metió en los Playoffs (21-61 de balance).

“En aquel tiempo pocos jugadores de la NBA tenían contratos garantizados. En realidad, sólo las estrellas tenían ese privilegio. Una vez que fui cortado, pude haber esperado a que me reclamase otro equipo, pero no fue así y me fui a jugar a Italia”, cuenta.

Su destino fue Trieste, donde completó dos temporadas prácticamente idénticas que adelantaron los números que acreditaría en la ACB después: 17 puntos y 8,4 rebotes (1981-82) y 16,7 y 8,7 (1982-83). “Había jugadores internacionales como Bertolotti y Alberto Tonut y un entrenador de prestigio como Franco Lombarda. Fue una gran experiencia para mí recién llegado a Europa”. Pero un equipo de la zona media de la Lega era demasiado poco para él. Los cambios estaban por llegar del modo más visionario posible.

La llegada al Madrid

Wayne Robinson y Fernando Martín formaron una pareja letal bajo los tableros (Foto Gigantes del Basket)
© Wayne Robinson y Fernando Martín formaron una pareja letal bajo los tableros (Foto Gigantes del Basket)
“Una noche, estando en Trieste, vi por televisión un partido de la Copa de Europa entre el Simenthal de Milán y el Real Madrid. Le dije a mi mujer que yo tenía que jugar esa competición, pero no tenía ni idea de que acabaría siendo en el Madrid. Mi agente hizo un gran trabajo y fiché por el que entonces era el equipo con más éxito de Europa”. Aquel conjunto, entrenado por Lolo Sainz, era una máquina de hacer baloncesto en el viejo pabellón de la Ciudad Deportiva: una fórmula aparentemente sencilla mezcla de defensa inteligente, contraataque, el tiro exterior de Brian Jackson o Linton Tornes y, por supuesto, el indiscutible liderazgo de Fernando Martín. Robinson y él formaron una pareja interior terrorífica.

“Yo era joven, fuerte y estaba dispuesto a sacrificarme. En mi carrera, mi éxito vino por ser el mejor jugador de equipo. Hacía lo que fuese para que ganásemos”, revela. Con 13,5 puntos y 9,3 rebotes de su pívot norteamericano, el Madrid que ganó la primera Liga ACB (83-84) sólo perdiendo tres encuentros de los 28 de los que se componían las dos fases de la liga regular. Luego vino la polémica final ante el Barcelona, en la que Robinson fue testigo directo de la pelea entre Mike Davis, Iturriaga y Fernando Martín en el segundo partido. Los azulgranas no se presentaron al tercero y definitivo por no estar de acuerdo con las sanciones impuestas por el Comité de Competición.

“El baloncesto es un deporte físico, por eso hay veces en las que los sentimientos y las emociones chocan. Todos queríamos ganar”, afirma Robinson, que hoy en día se siente “muy afortunado” por haber jugado con “Martín, Iturriaga, Romay y Corbalán, que eran auténticos ídolos en aquel momento”.

Las dos siguientes ligas también las ganó, la primera de ellas (84-85) remontando en la final la derrota inicial ante el Ron Negrita Joventut y añadiendo una Copa del Rey a su palmarés (90-76, también a los verdinegros, en la mismísima Badalona). Su último ejercicio como madridista (85-86) también acabó con un doblete incontestable: en la liga únicamente perdió cuatro partidos en toda la campaña (ninguno en los Playoffs, culminando la final ante el Barcelona); en la Copa, anotaba 18 puntos ante el Joventut y se alzaba con el título en el Palau Blaugrana (87-79). Aquellas dos temporadas, además, se quedó a las puertas del triunfo en los primeros concursos de mates que se celebraron en España. El estudiantil David Russell lo superó por poco en los All Stars celebrados en Don Benito y Vigo, pero la contundencia de Robinson era por entonces difícilmente discutible.

El Granollers fue su segundo equipo en España (Foto Gigantes del Basket)
© El Granollers fue su segundo equipo en España (Foto Gigantes del Basket)
“Aquel Real Madrid puso el listón muy alto. Cada uno de los jugadores era diferente, pero todos eran únicos. No nos llevó nada de tiempo entender lo bien que jugábamos juntos. Cada uno desafiaba al otro a trabajar duro y conseguimos el éxito a través de la dirección de Lolo Sainz”, apunta ahora Robinson, que por entonces se las tuvo tiesas con el entrenador, del que llegaría a afirmar que estaba “anticuado”. Pese a cumplimentar dos temporadas casi idénticas en cuanto a promedios (16,1 pts y 7,4 rebs en la 84-85 y 16,0 y 7,4 en la 85-86), el Madrid decidió prescindir de él, buscando más kilos bajo los tableros con Brad Branson. No ganar la Copa de Europa fue la asignatura pendiente del baloncesto madridista de la época.

Granollers y la retirada momentánea

Wayne Robinson continuaba siendo un americano cotizadísimo en el verano de 1986 y el entonces Cacaolat Granollers le reclutó con la idea de hacerse un hueco entre los grandes. “Disfruté jugando allí. Fue increíble estar en el mismo equipo que Chichi Creus y Javier Mendiburu. Ganamos muchos partidos porque éramos listos y teníamos un gran líder como Chichi”, recuerda. De aquellos dos años también le queda la complicidad con el presidente Antonio Novoa, uno de los fundadores de la ACB y que fue clave en su llegada.

El club no consiguió su objetivo de meterse en semifinales ni en la 86-87 (18,4 pts y 7,4 rebs de Robinson) ni en la 87-88 (20,3 y 8,8), pero seguía confiando en él como una de las bases de su proyecto. La fusión con el Grupo IFA en 1988 abría excelentes augurios, pero entonces llegó el peor momento de la vida deportiva del jugador norteamericano.

Wayne Robinson lloró el día que tuvo que anunciar su retirada (Foto Gigantes del Basket)
© Wayne Robinson lloró el día que tuvo que anunciar su retirada (Foto Gigantes del Basket)
“Me resultó difícil de creer, pero tuve que anunciar que me retiraba del baloncesto por problemas en el corazón. Regresé a casa, pero después supe que no era serio”, cuenta. La conmoción fue terrible con su precipitado adiós, anunciado en una rueda de prensa en la que no pudo evitar que se le saltasen las lágrimas ante los atónitos periodistas.

Estuvo dos años sin jugar, dedicándose a sus negocios en Estados Unidos, hasta que consiguió coger fuerzas para el retorno. Sin embargo, nada volvería a ser lo mismo. “Estaba entrenando bien en casa y quería ver si podía volver a jugar al mismo nivel anterior, pero pocos equipos me dieron la oportunidad”, lamenta. En la temporada 91-92 el TDK Manresa se la dio: vivía con su compatriota George Singleton y sustituyó a Lance Berwald durante seis partidos. “Todavía hoy les estoy muy agradecido por confiar en mí”, destaca. Su impacto fue algo menor (14,8 pts y 8,7 rebs) y no volvería a pisar una pista de la ACB. Al año siguiente consiguió un contrato con el Alcalá en la por entonces Primera División, pero la edad (34 años) y, sobre todo, la larga inactividad le pasaron factura. “Volví a ver a mis viejos amigos de Madrid e hice algunos nuevos. El equipo tenía potencial, pero como todo equipo en progresión, se necesita tiempo para desarrollar la química y ganar consistentemente. Una vez que acabó la temporada, supe que era tiempo para retirarme”.

El encuentro con Dios

Regresó a EEUU y fundó varias academias con una idea inspirada en lo que había visto en España: clases particulares para los alumnos que necesitan mejorar sus notas. Sin embargo, sus mayores esfuerzos los ha empleado en difundir la palabra de Dios.

“Fui ordenado pastor del New Millenium Christian Center (Centro Cristiano del Nuevo Milenio) en enero de 1996 bajo la guía del pastor Paul C. Willis. Mi tarea se centra en evangelizar a los jóvenes”, explica.

También tiene tiempo para ser presidente de Office of the Answer, una organización para favorecer el desarrollo de deportistas universitarios. Dirige además el North Carolina’s Governor’s Council of Physical Fitness and Health. “Lo importante tanto en la vida como en el deporte es el liderazgo, la diligencia, la determinación y el trabajo en el equipo”, añade. Su especialidad es ofrecer charlas a estudiantes y a jóvenes ejecutivos para que consigan motivación para completar sus retos.

Wayne Robinson es pastor en el Centro Cristiano del Nuevo Milenio
© Wayne Robinson es pastor en el Centro Cristiano del Nuevo Milenio
“El pastor Robinson es muy serio en lo que se refiere a la enseñanza y en aportar cosas a la comunidad”, afirma una de las numerosas páginas web sobre evangelización en la costa Este americana que hablan sobre él.

“Los jóvenes de hoy representan la fuerza más brillante de la actualidad, la generación más preparada que haya habido. Enseñándoles la palabra de Dios les dejaremos preparados para conocer la verdad”, agrega el propio Robinson en su versión más religiosa.

Europa y América

Aún vive en Greensboro con su esposa Renee Holland, con la que lleva casado 26 años, y tiene dos hijos, Blake, de 21, y Holland, de 13. Sigue de cerca el baloncesto, aunque no le guste la actual versión que da la NBA. “Los conceptos de equipo se han perdido. Muchos jugadores jóvenes quieren jugar como Kobe Bryant, Lebron James y Allen Iverson, pero eso no puede ser y ha afectado a la calidad del baloncesto universitario. Es importante que los entrenadores puedan enseñar fundamentos”, opina.

“El baloncesto europeo ha mejorado tremendamente. La distancia entre la NBA y Europa ha bajado mucho y esto es bueno. Ahora, al contrario de lo que ocurría en mi época, hay muchos europeos jugando en la NBA”, augura.

Para los seguidores españoles que le recuerden, sólo tiene palabras de agradecimiento: “Fueron momentos maravillosos. El baloncesto español seguirá mejorando y, como pasaba entonces, los jugadores de mi país siguen deseando jugar allí”, apostilla.