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Una plata redentora

La selección española completó su particular transición con una fantástica actuación en el Eurobasket donde logró una plata especial por muchos motivos.

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La historia de España en el Eurobasket entraña en sí muchos relatos personales que tienen el nexo común de la redención. Por que sí, el deporte es tan cruel que en dos años nos olvidamos del enorme legado que este equipo había construido. Las derrotas en cuartos en el Eurobasket y los Juegos Olímpicos en 2021, y la no participación en la Copa del Mundo de 2022 apartó a España de la senda de triunfos y la empujó a un viaje personal y colectivo que acabó en Ljubljana donde sumó su quinta medalla europea en los últimos seis campeonatos.

El comienzo no fue sencillo y Miguel Méndez tuvo que reconstruir un equipo lacerado por circunstancias deportivas y extradeportivas. Lo hizo con su sello de identidad y garantía de éxito, aunque eso no siempre fuese fácil.

En esa construcción fueron moviéndose piezas pero siempre con el firme convencimiento de que más que nombres la clave de cualquier éxito pasaba por colectivizar el juego y darles libertad para que cada una pudiese sumar al grupo. “Creo que llevamos un par de años haciéndolo y alguien que me conozca desde hace años y haya visto jugar a mis equipos, tanto Ekaterimburgo, como Schio como aquel Rivas que entrene en España cuando o hice por última vez en España, sabe que tienen esa característica. Parte de mi catecismo es colectivizar el juego, no solo en defensa como se ha visto, sino también en ataque independientemente de las jugadoras que tenga. Porque en Ekaterimburgo sí tenía jugadoras con la capacidad de asumir mucho juego, pero aún así nos íbamos a 30 asistencias por partido, repartíamos mucho los puntos y es lo que aquí intentamos hacer porque es lo que yo creo que debe ser un equipo”, reconocía Méndez y así lo evidenció España cuando, tras el traspiés inicial contra Letonia (67-63), promedió 25 asistencias en los duelos frente a Montenegro y Grecia.

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La Selección tuvo que jugar una especia de ‘todo o nada’ frente a Grecia donde podía quedar eliminada o ser primera de grupo. Ese día apareció Queralt Casas en tareas ofensivas y a su siempre excelente defensivo sumó 16 puntos llenos de carácter.

La Selección se había quitado un peso de encima librándose del cruce de octavos, pero llegaba la hora de la verdad y en cuartos había un rival y un fantasma al que derribar. En la pista, Alemania no fue tan fiero adversario porque quedó empequeñecido por una colosal Laura Gil. La pívot volvió a ser una titán durante todo el campeonato reivindicando su grandeza con la selección y alargando si idilio con las medallas (lleva 17, ocho de ellas con la selección absoluta) tras un año en las sombras recuperándose de su lesión de tendón de Aquiles.

“He trabajado duro para estar aquí en las mejores condiciones después de la lesión. Me rodeé de los mejores profesionales, he estado día a día trabajando con un preparador físico y eso me da una base que me ayuda a competir bien. Estoy volviendo a disfrutar del baloncesto” reconocía la pívot en declaraciones a Elena Jiménez de TVE.

La victoria suponía pelear por las derechas, acabar con fantasmas recientes y, como se encargó de recordar el seleccionador, asegurar que el año que viene se continuará compitiendo con las mejores. “Algo que me hacía estar muy tenso era la posibilidad de que España se perdiese campeonatos. Creo que es lo peor que le puede pasar al baloncesto español; no a este grupo de jugadoras o cuerpo técnico, sino al baloncesto español. Nos perdimos el Mundial y perdernos competir en febrero y en verano hubiese sido muy duro para este grupo de jugadoras que está entrando en la Selección: Cazorla, Carrera, Conde… quedarse año y medio sin competir sería terrible y eso me tenía y nos tenía al cuerpo técnico muy preocupados y muy tensionados. La frase esta de ‘nerviosamente tranquilos’ pues tratamos de no transmitirla a las jugadoras, pero sí es verdad que nos hemos quitado un peso de encima sabiendo que en febrero vamos a tener la oportunidad de tener ocupado el verano que, insisto, es muy importante para este grupo y esta generación”, dijo tras la clasificación a semifinales.

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Si en cuartos, Laura Gil se sacó su particular espinita, las semifinales fueron cosa de Alba Torrens. Cierto es que la defensa estuvo a un nivel excelente para sacar de punto a Hungría y que Maite Cazorla (16 puntos, seis asistencias y tres recuperaciones) dio un paso al frente en madurez y liderazgo competitivo, pero nada de eso hubiera tenido sentido sin los 27 puntos de Alba Torrens. España había demostrado la colectividad de su juego teniendo a cuatro jugadoras diferentes como máxima anotadoras en cinco partidos… pero lo de Alba Torrens fue superlativo.

Sin pretender ser líder o ejemplo de nada, lo fue de principio a fin: anotando los triples que abrieron el marcador y anotando canastas decisivas cuando Hungría se empecinaba en parar los corazones españoles. Cuando la tensión se cortaba, la perenne sonrisa de Alba puso la calma y el temple necesario para llegar a la final.

Sin duda, una jugadora especial como se encargó de destacar Miguel Méndez: “Hemos pasado muchas cosas juntos, nos conocemos desde hace mucho y yo la conozco desde que ella me conociera a mí. Es una mujer especial y eso lo lleva a la pista y lo ha llevado siempre. Ella se divierte jugando, juega con una sonrisa, sabe perdonarse sus errores y eso es muy importante para tirar del carro. No quiero poner ejemplo de estrellas de otros equipos, pero sabes que Alba en estos partidos lo va a intentar no digo que lo vaya a hacer bien pero lo va a intentar siempre. A lo largo de la historia del baloncesto hemos encontrado ejemplos de estrellas que son siempre estrellas y Alba puede estar escondida y dejar que aplaudan a otras, pero también es capaz aparecer cuando se le necesita. Yo he disfrutado mucho con ella; cuando era más joven me salía alguna cana y gran parte de las canas que tengo en la cabeza son gracias ella, pero ahora disfruto mucho de su presencia, de su compañía y de seguir caminando juntos. Espero que por algún tiempo más”.

La balear se había perdido los dos últimos Eurobasket por lesión y Covid-19, por lo que su presencia este verano en la selección española también ha tenido mucho de redención por más que ella quiera prepondere el colectivo. “Todo esto coge sentido cuando va más allá de ti, cuando es un objetivo común. Cuando es compartido es cuando de verdad lo sientes y es donde está la felicidad” decía.

Para Alba, la plata conseguida “sabe a gratitud, sabe a compromiso a respeto por lo que estamos haciendo, a equipo, a amor y con una pizca de escozor por el color. Sabe a estar muy orgullosa de este equipo”.

Y es que el único lamento (si es que hay un lamento posible tras la sensacional actuación del equipo) fue que durante 37 minutos de la final España tuvo el oro en la mano. Dominó todo ese tiempo a una Bélgica que se había paseado por el torneo (hasta en tres ocasiones ganó por más de 40 puntos), pero el fuelle se desvaneció cuando más falta hacía y el poderío físico del rival hizo claudicar a España.

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La tristeza duró lo que tiene que durar en un equipo con carácter y orgullo, pero tras ella llegó la satisfacción de haber devuelto a España al lugar al que nos hemos (mal)acostumbrado.

Por las que construyeron el camino, por las que lo deben explorar en el futuro, la medalla en el Eurobasket es la certeza de que la transición iniciada hace dos años se ha completado con éxito. Como dijo Maite Cazorla la agria herida que dejaron el Eurobasket y los Juegos Olímpicos ha cicatrizado. “Eso ya está pasado y toca vivir el presente”. Disfrutemos de él.