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Carlos Sevillano: La sonrisa del éxito

Nueve ligas, seis Copas, cuatro Copas de Europa, dos Intercontinentales y múltiples distinciones jalonan la carrera de Carlos Sevillano, la sonrisa del intratable Real Madrid de los 60. Él era el capitán y la sonrisa más brillante, el encargado de levantar los históricos trofeos de aquella época gloriosa. Pívot con apenas 1,83 y fichado por 12 balones, Sevillano ha vivido una época plagada de anécdotas, dificultades... y recuerdos que ahora comparte con Jorge Dioni López en un interesante reportaje

Carlos Sevillano sostiene la Copa de Europa conseguida con el Real Madrid (Foto Fundación Ferrándiz)
© Carlos Sevillano sostiene la Copa de Europa conseguida con el Real Madrid (Foto Fundación Ferrándiz)
  

Hay muchas fotos parecidas. Los jugadores del intratable Madrid de los 60, con traje negro y camisa blanca, levantan la Copa de Europa en la escalerilla de un avión. En esas fotos, siempre hay uno que sonríe más que el resto, su capitán: Carlos Sevillano. Fue uno de los pocos jugadores surgidos de la cantera blanca y el capitán del equipo que lo ganaba todo en España y casi todo en Europa. Nueve ligas, seis Copas, cuatro Copas de Europa, dos Intercontinentales, Medallas de Oro, Plata y Bronce al Mérito Deportivo, Insignias de Oro y Brillantes del Real Madrid y la Federación, Medalla de Oro del Comité Olímpico Español y Caballero de la Orden de Cisneros. ¿Caballero de la Orden de Cisneros? “Es una distinción que se da por méritos políticos y la tengo en representación del Real Madrid, como capitán, por haber contribuido a las relaciones diplomáticas con todos los países a los que viajábamos”. Se levanta y me enseña una pila de pasaportes situada en un rincón de una alacena llena de recuerdos: “Esta es una cristalería que nos dieron en Praga y por ahí tengo una caja de puros que nos regalaron en Filipinas con el nombre en la vitola”.

Carlos Sevillano nació en Madrid, en el barrio castizo de Chamberí, y comenzó a jugar al baloncesto en los Maristas. “Yo era pívot porque ya era igual de alto que ahora, 1,83, y por aquel entonces era una altura considerable”. Bernabéu había encargado a Saporta montar la sección de baloncesto del Real Madrid y éste había confiado en un entrenador alicantino llamado Pedro Ferrándiz. El técnico decidió que, para formar un equipo competitivo, además de fichar a los mejores entre los consagrados, tenía que haber una cantera y fue de pesca: “Anduvo por los colegios para ver jugadores y a mí me fichó por doce balones”. Sevillano nunca perdería la confianza de Ferrándiz: “Ha estado conmigo durante toda mi carrera y siempre tenía fe en mí; pensaba que, aun jugando mal, podía resolver un partido en cualquier momento”. En las categorías inferiores madridistas, Sevillano participó en uno de los choques más famosos de la historia: el del balón congelado. El Madrid, dirigido por Ferrándiz, se enfrentaba en categoría infantil al Colegio Estudio y a su defensa en zona, algo que el entrenador alicantino consideraba antibaloncesto. “Fuimos todo el rato perdiendo de un poco y, cuando nos pusimos por delante, Ferrándiz nos dijo que diéramos el balón al pívot, que era yo, para que lo retuviera. No había límite de posesión y así se pasaron cerca de quince minutos con el consiguiente alboroto del público hasta que los árbitros pararon el partido a falta de tres minutos. Se reanudó a los cuatro días, ya con defensa hombre a hombre y ganamos”. La leyenda dice que este partido provocó la introducción en el reglamento del tiempo de posesión. No ha sido el único cambio introducido por Ferrándiz: “También estuve en la autocanasta de Varese, cuando Alocén marcó para perder por dos y evitar una prórroga. Ferrándiz le dijo, cuando recibas el balón, metes canasta y te echas las manos a la cabeza. Los italianos estaban encantados con haber ganado hasta que se dieron cuenta”.

Carlos Sevillano lanza a aro pasado contra el Club Estudiantes (Foto Fundación Ferrándiz)
© Carlos Sevillano lanza a aro pasado contra el Club Estudiantes (Foto Fundación Ferrándiz)
De las categorías inferiores, no subió al Madrid directamente, sino a su filial, el Hesperia. El Colegio Huérfanos de la Armada había logrado el ascenso a Liga Nacional pero no tenía presupuesto para afrontar la temporada y Saporta puso al equipo bajo su protección y le dio el banquillo a Pedro Ferrándiz. “Allí estábamos Pepe Laso, Llop Llopis, Crespo, Sainz o Nadal que, después, llegaríamos al primer equipo”. No tardaron mucho. El Madrid se había quedado en blanco, una debacle para aquellos años, y Saporta había decidido dar todo el poder técnico a Ferrándiz y éste hizo un curioso trasvase entre el filial y el primer equipo. Sevillano, Laso o Nadal subieron al Real Madrid y otros, como Joaquín Hernández, se fueron al Hesperia. Ferrándiz también tanteó el mercado y se trajo a Lluís, Jordi Parra y al primer americano, Montgomery. Para empezar, doblete. Repitieron éxito los dos años siguientes y la mirada comenzó a irse hacía la recién nacida Copa de Europa.

Los extraterrestres

Esas fotos del Madrid de los 60 siempre solían ser después de una victoria ante un equipo del Este, cuando el Este era el Este y una victoria era más que una victoria porque tenía un componente político que hoy nos cuesta imaginar. “Nos daban un pasaporte especial que había que anular a la vuelta. Saporta montó el primer viaje a Rusia con dos aviones: uno, para el equipo y otro, para invitados. Venía Perico Chicote, el de la cafetería, que traía tortillas de patata o Padilla, el de las perfumerías. Allí, nos miraban como si fuéramos extraterrestres. Sobre todo, a Bernabéu, cuando se fumaba un puro después de las comidas”. Pero el entendimiento llegó pronto: “Ellos nos querían comprar cosas que allí no había o eran muy caras, ropa, por ejemplo, pero los rublos no se podían cambiar fuera de Rusia así que montábamos un mercadillo en las habitaciones y cambiábamos cosas: un vaquero por un icono, por ejemplo”. Yo volví con la maleta vacía de ropa y llena de iconos.

Carlos Sevillano ha protagonizado infinidad de anécdotas (Foto Fundación Ferrándiz)
© Carlos Sevillano ha protagonizado infinidad de anécdotas (Foto Fundación Ferrándiz)
Deportivamente, la fortaleza soviética fue más complicada. “Tenían jugadores muy buenos de los que nosotros, al principio, no sabíamos nada”. No había vídeos y los ojeadores no podían irse una temporada al otro lado del muro así como así. Sevillano recuerda a Janis Krumins, 2,23, el gigante del ASK Riga de Gomelski: “Hacía siempre la misma jugada. Recibía en la zona, se daba la vuelta y anotaba a una mano. Como nos sacaba unos veinte centímetros a todos, era imparable”. Después de dos finales perdidas ante el Dínamo de Tblisi y el TSSK, llegó la victoria ante los checos del Spartak de Brno. Fue una victoria descafeinada porque no contó con el baloncesto de la URSS, concentrado en los Juegos Olímpicos de Tokio. La temporada siguiente, la 64-65, fue la consagración total. El Madrid derrotó en semifinales al OKK Belgrado del malogrado Korac y, en la final, remontó siete puntos de ventaja del TSSK en el Frontón Fiestalegre con la tele y la presencia de los actuales Reyes. Era la primera vez que un equipo soviético no ganaba la Copa de Europa de Baloncesto. Sevillano muestra la foto del quinteto: Sainz, Emiliano, Luyk, Burgess y yo. En aquellos tiempos, apenas había cambios. La victoria del Madrid tuvo otro secreto: “Los equipos europeos sufrían en nuestra cancha porque era un frontón. Eso quería decir que no botaba en todos los sitios igual, era de cemento con baches, y, además, había un lateral en el que, si no estabas acostumbrado, te chocabas con una pared si te salías del campo”.

Cayeron otras dos Copa de Europa. La tercera, frente al Milán, representante del naciente poder italiano, y la cuarta, ante el Spartak de Brno. Su último partido de Copa de Europa fue la final de Barcelona frente al TSSK de Moscú, el partido de la canasta fallida de Aiken. A Sevillano no le gusta recordar las cosas malas. Ni la Liga de la canasta de Emilio Segura, la única que no ganó en sus diez temporadas en el Madrid, ni la derrota en la final de Copa ante Estudiantes en San Sebastián, ni la lesión en un partido frente a la Penya que significó su adiós al baloncesto. “Me acuerdo de las cosas buenas y perder nos sentaba fatal. En aquellos tiempos, perder un partido era una vergüenza”. La única espina que se le nota son los Juegos: “No pude ir a los de Roma por estudios y a los de México, por lesión”. La que le obligó a retirarse. “Tuve una lesión de rodilla que no se me acababa de curar y, además, tenía cierto cansancio porque ya lo había ganado todo. También sabía que tenía que ponerme a trabajar porque el baloncesto no daba para vivir. Eran los tiempos de jugadores amateurs y, como era de Madrid, vivía con mi familia. Nos daban 100 pesetas por partido ganado en casa; 200, si era fuera y, en la última Copa de Europa, del 69, hubo una prima de 45.000 con los que me compré un seiscientos. Lo importante era que nos lo pasábamos bien, todos éramos amigos, nos gustaba jugar y, sobre todo, saber que podíamos ganar a cualquiera en Europa. Los americanos era de otra galaxia”.

Carlos Sevillano de la Cuerda
Madrid, 5 de noviembre de 1940
1,83 Alero / Base

Trayectoria
Formado en las categorías inferiores del Real Madrid
12 temporadas en Primera División
Hesperia (57-58 / 58-59)
Real Madrid (59-60 / 68-69)

Palmarés
9 Ligas (59-60 / 60-61 / 61-62 / 62-63 / 63-64 / 64-65 / 65-66 / 67-68 / 68-69)
6 Copas de España (59-60 / 60-61 / 61-62 / 64-65 / 65-66 / 66-67)
4 Copas de Europa (63-64 / 64-65 / 66-67 / 67-68)
2 Copas Intercontinentales (68 y 69)
1 Copa Latina (66-67)

Selección nacional
96 partidos con la selección española

Otros logros individuales
Primer jugador español, junto con Emiliano, en vestir la camiseta de la Selección de Europa.
Jugador internacional más joven en la historia de la Federación Española
Insignias de Oro y Brillantes del Real Madrid y la Federación Española
Medallas del Oro, Plata y Bronce al Mérito Deportivo
Caballero de la Orden de Cisneros