Crónica

Marcelinho Huertas conoce el éxtasis (81-80)

El Barça Regal pone el 1-0 en el Playoff Final con una canasta asombrosa de Huertas a 10 metros, en carrera y sobre la bocina: 81-80. Los blaugrana remontan así 17 puntos de desventaja en un último cuarto para la historia. Historia inmediata

  



Barcelona, 6 Jun. 2012.- Poco importan los entresijos tácticos, las polémicas arbitrales, los colapsos ofensivos, las fortalezas defensivas, las orgías desde 6,75. A nadie importan las estadísticas, el dolor de un killer anticulé como Jaycee Carroll, el poderío del mejor Ante Tomic, el Real Madrid yéndose 17 puntos por encima en el marcador, Pete Mickeal siendo alma en el alzamiento.

Qué sentido tiene todo eso cuando un hombre que no había anotado en todo el partido agarra el balón cuando faltan segundos, recorre la pista y se inventa un triple de 10 metros. Para qué queremos todo el resto si podemos vivir la euforia en menos de 5 segundos. Si podemos condensar la pasión en un solo tiro. Si el ánimo de más de 7.000 almas presentes se desboca en un triple ganador de Marcelinho Huertas. 1-0.



Inicios, previsiones y cualidades asociadas

El comienzo deparaba un cambio: Fran Vázquez ocupaba el lugar en el quinteto inicial que siempre había pertenecido a Boniface Ndong durante este Playoff. En lo restante, el esperado duelo de exteriores altos, con Eidson-Singler y Mickeal-Suárez.

Y, para empezar, se cambiaban las tornas. El Barça Regal superaba unos iniciales problemas en el ataque estático con dos contraataques. La velocidad, cualidad asociada al conjunto blanco, había cambiado de colores, llevando a los azulgranas hasta el 6-5. Como si las señas de identidad no quisieran corresponderse a lo comúnmente asociado, Tomic dominaba en ataque (6 de los 11 puntos iniciales de su equipo) a partir del bloqueo y continuación. El juego interior madridista se revelaba más anotador que el barcelonés, algo que Xavi Pascual intentaba remediar con la entrada en pista de Ndong.

El orden ofensivo del Barça Regal impedía al Real Madrid incluso conatos de transición rápida, hasta que llegó el desordenado genio. Juan Carlos Navarro entró a pista en el minuto 6 para dar algo de chispa a un ataque estático azulgrana si no plano, sí algo chato. Y, tras dos errores, igualó el partido a 13 (min. 8) con un triple en una jugada en que parecía que su equipo lo tenía todo perdido. Navarro es Navarro, no importan los tópicos o asociaciones. No hay creencias, cuando de Juan Carlos se trata. Por encima en lo etéreo, su figura se reduce ahora, quién lo iba a decir, a lo físico.

Por eso mismo es Víctor Sada el encargado de perseguir a Carroll, dejando al de Sant Feliu con Sergio Llull. Para que en ataque siga siendo el mismo generador interminable. Creador de sola presencia. El hombre que, con el balón en las manos, hace que aparezcan espacios por los que, sencillamente, el juego azulgrana pueda transitar, y terminar en un plácido mate de Ndong (15-13). Aunque eso no era suficiente para llevar la delantera al término del primer cuarto, donde aparecía un Kyle Singler que aprovechaba sus oportunidades para poner el 15-20 en un cuarto donde las dos figuras madridistas eran Tomic y Singler, menos lúcidos en las semifinales.

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De esfuerzos y facilidades

El Barça Regal estaba desacertado en el tiro exterior (1/7 inicial), mas lo compensaba con un rebote ofensivo que causaba problemas a los visitantes (tanto cortos como largos). Mas, cuando se anota a partir de ese nivel de esfuerzo, un triple modo killer de Carroll y una asistencia de Sergio Rodríguez (penetrando por el corazón de la zona) para Felipe Reyes sientan como un jarro de agua fría (21-26). Los blancos eran menos constantes en su esfuerzo, pero más recompensados. Menos esforzados, si se quiere; más retribuidos. Pero la igualdad no atiende a esfuerzos ni constancias: 26-26 tras un 2+1 de Mickeal y 29-28 tras un triple de Erazem Lorbek que, sí, ha vuelto (13 de los 29 primeros puntos) y, sí, él es de los que elimina el esfuerzo del rostro propio –y del ajeno–.

Mas era el Real Madrid el que llevaba la iniciativa en el marcador, aupado por ese extraordinario nivel de acierto que viene mostrando en semifinales: con 4/5 en triples dejaba a su rival por detrás constantemente (31-37). Y, a remolque, los de Xavi Pascual no se han sentido cómodos en varios partidos importantes de la temporada. Como si solo se pudiera ganar ganando. Como si a una canasta (Mickeal) solo la pudiera suceder una rival (2+1 de Llull).

El Real Madrid pausaba, buscando la ansiedad (preciado tesoro si es ajena), mientras el Palau Blaugrana protestaba varias acciones arbitrales consecutivas. El reclamado efecto Palau entraba en juego y una piruética bandeja de Sada ponía el 37-43 previo al descanso.

Navarro no finalizaba como acostumbra (1/6 en la primera mitad), pero lo suficiente para acostumbrar a pensar que puede hacerlo cuando llegue el momento. Su ficha estadística no cuenta. La sola presencia. Y la de un Lorbek impecable (6/6 al descanso), vital para que los madridistas no se hubieran escapado con su anotación compartimentada, primero con Tomic y luego con Singler para que tomara el relevo Carroll, ese detonador revestido de pólvora azulgrana.

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Carroll y Llull activan el modo Copa

Navarro reanudaba el encuentro desquitándose del desacierto de la primera mitad, pese a que la velada persecución de Llull le desactivaba en las siguientes jugadas. Desacertado su equipo, el Madrid aprovechaba para imponerse en la pintura, primero con Novica Velickovic, luego con Tomic y finalmente con un rebote ofensivo de Singler. Todo, para llegar el momento más asociablemente madridista del partido: Sergio Llull culminando un mate en solitario, al contraataque. Y entrando en materia: triple para seguir aumentando la máxima (41-54). La nave azulgrana se resquebrajaba, entre vientos de protestas arbitrales, yéndose 15 puntos abajo (41-56), ante un rival que, lo más peligroso, se empezaba a gustar a sí mismo. Tiempo muerto de Xavi Pascual para salvar el órdago gritado por el Real Madrid.

El desacierto azulgrana proseguía, mientras la defensa interior en nada se parecía a lo acostumbrado y Ante Tomic se retrotraía a este mismo escenario en el Playoff de Euroliga de 2010, donde su actuación había sido razón básica (e inesperada) en la victoria de su equipo.

Hasta la llegada de la jugada extraña del encuentro, cuando Carroll aprovechó el despiste de lo que parecía había sido una infracción que paraba el juego, para servirle el pase al contraataque a Llull e irse +17 (43-60). Protestas infinitas y reacción inmediata de la sangre más hirviente del Barça Regal: 5 puntos consecutivos.

Hablando de estrellas: Jaycee Caroll. Estratosférico triple (otro... el tercero del día), para seguir siendo ese tormento azulgrana perfectamente identificado. Ese que puede sobreponerse a defensas y gritos infernales. El genio que contrarresta al genio. La mejor partida dispuesta. Ahogando la incipiente genialidad de Navarro con su contundente genialidad de 6,75. Hay muchas formas, pero para el espectáculo existen las finales... Como existió en febrero la Copa del Rey.

Cuando una pequeña reacción azulgrana ponía la desventaja en 12, una técnica por las protestas de Víctor Sada en el banquillo acababa suponiendo una ventaja blanca de 15. Eso sí, el ambiente creado ya empezaba a recordar al mejor Palau. Navarro se quejaba amargamente a los árbitros y su pabellón le correspondía. Agradecido él, se inventó un 2+1, para no dejar morir el partido antes del último periodo: 54-66.

Y a eso se dedicó en el último periodo, a atacar la placidez ofensiva madridista a partir de su genialidad. Hasta que Carroll se pone a restar genial-genial y le sale Real Madrid +14. El estadounidense volvía a ser el cilicio azulgrana, la penitencia más amarga. Y, cuando llegaban a ponerse a 10 (61-71), era Sergio Rodríguez el que tomaba el látigo de castigo, con un nuevo triple (y posterior bandeja) desde ese sobrenatural acierto de los de Pablo Laso desde la larga distancia: 8/11. A ese nivel de acierto, poco remo existe. Y menos mástil.

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Cambio del estado de ánimo

El Real Madrid miraba al rival desde lo alto de su atalaya. El que le concedían múltiples opciones ofensivas fructíferas, el del desquicio al rival por facilidad ofensiva versus sufrimiento anotador. Los blancos mantenían diferencias (63-76, min. 35) mientras el Barça Regal se tomaba cada ataque como el de la victoria, terreno en el que Pete Mickeal se mueve con soltura, llevando la diferencia por debajo de los 10 puntos por primera vez en muchos minutos. Siendo alma, la que le había faltado a su equipo durante la mayor parte del encuentro. Lorbek se sumaba con un triple (70-78) para instalar el encuentro en cifras en las que el Barça Regal sí que podía obrar la remontada (70-78, min. 36). Y el Palau así lo sentía. Empezaba a enloquecer. Y lo que le quedaba...

Mickeal cerraba un parcial de 9-2 y obligaba a un tiempo muerto de Laso que era fiesta barcelonista. Ambiente de grandes ocasiones. Locura generalizada. Mickeal es el hombre. Posteando o encarando desde el exterior, el roto a la defensa madridista era constante, y así lo hacía ver el marcador: 74-78. A los blancos apenas se les oía entre el griterío. Sus tiros acababan en poderosos rebotes culés. El fiel reflejo de un componente anímico que se había trasvasado hasta rebosar el depósito azulgrana. Recortando desde lo exultante.

El consuelo madridista solo residía en el luminoso. En pensar que, por muy mal que pudiese ir cada ataque, por mucho que el acierto se hundiese, a su rival todavía le quedaba camino por recorrer. Concretamente, cuatro puntos en 1:38. Tres en 1:19. Tapón estratosférico a Tomic. Último minuto.


Y Navarro. Y Marcelinho. Y locura

Y llegó. Si le duele, puede jugar descalzo. O sin pies. Porque es un superhombre nietzscheano. Navarro anota el triple del empate. Un triple de los suyos, como si hiciera falta describirlos... Y se le nota. Es de esos hombres y nombres que flotan en el ambiente. Nueva película. Solo faltaba decidir quién sería el malo.

78-78 y Llull que rompe el parcial de 11-0 desde el tiro libre. El Barça Regal dispone de 32,7 segundos tras un tiempo muerto. Sale a pista Huertas (era Eidson el que oficiaba de base). Navarro falla. También lo hace Llull, pese a que el Barça Regal agota la defensa sin hacer falta. Pero el termómetro del Palau se rompe. Marcelinho Huertas lo pulveriza. Cabalga desde un extremo del campo y dice que a maldad no le gana nadie. Que él es el villano más sangriento del séptimo arte. El malo que en el último segundo agarra el arma y, sin aviso ni piedad, mata al protagonista. No, no es un triple en carrera, a una pierna, a tablero y sobre la bocina. Es un acto inmediatamente histórico. En el mismo instante en que el balón surcaba el Palau y las pupilas de más de 7.000 aficionados ya aparecía en los libros.

No le hace falta la estadística al Barça Regal. Hasta en 26 de las 28 finales, el ganador del primer partido se ha llevado el título. Para qué... El Barça Regal tiene permiso para sonreír. Y Marcelinho Huertas para creérselo. Y, si no, inventarse algo más.