Redacción, 2 Abr. 2014.- A estas altura de la vida, para una jugadora salir de España es casi una obligación si se quiere competir (y vivir) de baloncesto. La crisis económica ha ido empujando en los últimos años a ir saliendo del parís a los mayores talentos del baloncesto. Sin embargo, cuando en 2006, salir no era una obligación sino una opción, hubo una jugadora que abrió el camino hacia la internacionalización de nuestro baloncesto femenino.
Un talento diferente, una personalidad fuerte y un espíritu único, no sólo por la concepción particular del baloncesto como elemento lúdico dela vida, sino, valga la redundancia por la propia concepción de la vida. Pionera como Amaya Valdemoro en esto de la emigración deportiva, hoy Núria Martínez recuerda como fue aquel día en que decidió dar un giro a su carrera y buscar una arriesgada pero emocionante aventura por el mundo.
Siempre he sido una persona curiosa y deseosa de nuevas experiencias y al presentarse una oportunidad de salir de España y jugar en grandes clubs cómo el Dynamo de Moscú, no me pude negar, señala. Núria acababa de ganarlo todo en Salamanca con Perfumerías Avenida. Estaba en la cresta de la ola y era un referente también en la selección española, por lo que la llamada del potente Dynamo de Moscú y la cuantiosa oferta económica que puso sobre la mesa fueron dos acicates que ayudaron a tomar una decisión que, no obstante, "fue difícil ya que dejaba atrás lo que fue para mí, hasta el momento, la mejor etapa a nivel personal y profesional, pero a pesar de eso, las ganas de vivir nuevas experiencias y conocer nuevas ligas pudo más. Rusia en ese momento era la liga más potente de Europa, todo un reto para mí y un aliciente jugar con las mejores jugadoras del momento".
"Estados Unidos fue diferente, al ser una liga de verano no tuve ningún problema en compaginarlo todo, llegando a un acuerdo con los Minnesota Lynxs, me permitieron acudir a las citas con la selección y no tener que elegir entre la WNBA o el mundial".
Ahora, vista en perspectiva, aquella decisión de coger la maleta y dejar atrás la comodidad de lo conocido y seguro, y el calor de la familia ha merecido la pena y mucho, no me arrepiento de ninguna de las decisiones tomadas hasta el momento, cada país, liga, dónde he jugado me ha aportado experiencias irrepetibles y difíciles de vivir quedándome en casa.
Pese a ello, Núria reconoce que evidentemente por el camino he sacrificado mucho, me he perdido cosas que estando en España seguramente no me hubiera perdido, pero haciendo balance, ha valido la pena. Los siete años en el extranjero me han servido para madurar tanto a nivel personal cómo deportivo, he conocido diferentes culturas, lugares, tradiciones, además de aprender varios de los idiomas de los países dónde he residido, he compartido vestuario con grandes personas y grandes jugadoras de las que he aprendido mucho.
La aventura americana | |
De todos sus viajes, el que emprendió rumbo a Minneapolis es sin duda el más llamativo. Aunque ya otras jugadoras fueron a la WNBA siempre el ver jugadoras nacionales compitiendo entre las mejores del mundo es fuente de interés. Elegida en el draft por Sacramento Monarchs en el puesto 36, tuvieron que cambiar de equipo sus derechos y pasar los años para que se presentara la oportunidad de cruzar el charco. La espera valió la pena pues. como asegura la jugadora, la experiencia fue única. Fueron 4 meses de competición sin parar de viajar y jugar, todo lo que rodeaba al deporte era muy profesional y cuidado al detalle, en realidad no tiene mucho que ver con las ligas europeas en las que he estado, es otro sistema. Pese a todo y aunque me gustó poder jugar con las mejores jugadoras del mundo y conocer de primera mano lo WNBA Núria señala que, no creo que quisiera repetir. Tengo muy buen recuerdo de ésa etapa pero también soy consciente del desgaste físico y psicológico que ello conlleva, llegados a una edad, hay que cuidarse y priorizar . |
Puesto en la balanza de las emociones y las experiencias, la jugadora de Mataró tiene claro que gana lo positivo del viaje. En el trayecto vital recorrido ha habido tantas vivencias que le es imposible quedarse con una en concreto, prefiera hablar de lo global del viaje. Han sido tantos los buenos momentos que no podría escoger uno, de cada temporada siempre ha habido algún momento muy especial y personal para mi, por suerte a lo largo de estos años siempre he tenido alguna vivencia de las que recordaré siempre, reconoce. En pocas palabras, Núria ha encontrado mucho de todo aquello que esperaba encontrar cuando decidí marcharme, pero me quedaba corta en mis expectativas respeto a todo lo que he llegado a aprender y a conseguir en todos éstos años cómo jugadora y por todo ello tiene claro que cuánto más me muevo, más conozco y más ganas tengo de seguir adelante, si todo va bien, me quedan unos años más cómo profesional para poder aprovechar bien, señala.
Pero como las monedas, la vida también tiene una cruz y, como no podía ser de otra manera, Núria también ha tenido por el momento malos momentos. Empero, no son instantes que recuerdos que achaque a la distancia del hogar o la añoranza de lo cercano, sino a las propias dificultades y particularidades de la vida de la deportista de élite. Los malos momentos en la vida de un deportista casi siempre van relacionados con algún tipo de lesión que hipoteca el rendimiento de la temporada y con lo cual también el estado de ánimo. En mi caso, aunque las lesiones me han respetado bastante en los últimos años, recuerdo la temporada que jugué en Schio (Italia), estuve los tres primeros meses fuera de las pistas por lesión, pero en ese momento, lo peor no fue estar lesionada, lo peor fue no encontrar un diagnóstico claro y la incógnita de saber cuándo podría volver a jugar, se sincera.
Quienes la recuerdan en los albores de su carrera pueden hablar de una jugadora explosivamente creativa, de un talento como pocos y un carácter competitivo que quizá se queda corto para nuestro territorio. Un espíritu inquieto que un día salió fuera de nuestras fronteras y que se ha desarrollado como persona y deportista por Rusia, Italia, Estados Unidos y, ahora, Turquía. Un viaje que, quizá, ha difuminado en la memoria del aficionado a aquella jugadora y que, en cierto punto, puede que hasta quizá se valore en menor medida todo lo conseguido. Para Núria en España se podría decir que queda el recuerdo de la joven promesa que integraba el Perfumerías Avenida de Salamanca que un día decidió aventurarse al extranjero y volvía en verano para formar parte de la selección. En cambio, fuera de España me han conocido cómo la jugadora que soy ahora y me han sabido valorar cómo tal. Tiene mucho que ver, el hecho que mi mejor etapa como jugadora ha sido estando en el extranjero, ha sido dónde realmente he crecido y he cogido más experiencia jugando finales, copas y partidos decisivos de la temporada. Como triste metáfora de la vida, la sensación de Núria es que fuera de casa se valora más lo conseguido que en tu propia casa y que sólo se recuerda y se añora cuando se está lejos.

Creer en sí misma como motor del éxito
En un intento de recuperar ese calor de lo próximo y por dar un salto competitivo, en 2011 Núria aceptó el reto de Ciudad Ros Casares. En plena revolución valenciana (Habían salido Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar), el extinto conjunto apostó por recuperar el talento de la base internacional para dar un golpe de efecto. Sin embargo, ninguno de los buenos propósitos de aquella temporada salieron se cumplieron en equipo y Jugadora. Ciudad Ros Casares perdió su hegemonía nacional y decepcionó en Europa aunque lo peor para Núria Martínez fueron las sensaciones personales que dejó aquel año de regreso. Sinceramente, fue el peor año de mi carrera cómo profesional, no me sentí respetada ni valorada y eso lo transmití en la pista, no supe sobreponerme a la desconfianza y a todo lo que rodeaba la situación, realmente fue una temporada para olvidar.
Ahora, a toro pasado y mirándolo desde la distancia, me sirvió mucho, aprendí a sacar lo mejor en los malos momentos y puedo decir que a día de hoy me considero más fuerte gracias a esos momentos , recuerda.
Visto lo visto, coger las maletas y viajar por el mundo era, nuevamente, la mejor solución para olvidar la desazón del momento. Primero Liomatic Umbertide y ahora Kayseri Kaski, han devuelto la alegría a la jugadora recompensando con éxitos personales y colectivos el infortunio pasado. Hoy Núria Martínez vuelve a ser un nombre importante, se siente quería y valorada siendo base en uno de los mejores ocho equipos de Europa. El cariño se transmite en la pista y la base vuelve a repartir alegría en su juego dentro de un equipo que está siendo una de las agradables sorpresas de la temporada consolidándose como tercera potencia en Turquía y logrando estar por primera vez en la Final Eight de la Euroliga. Kayseri Kaski ha estado compitiendo en la FIBA Cup y disputando sus últimas dos finales, pero nunca había participado en la máxima liga europea, éramos conscientes que son dos ligas totalmente diferentes, y por eso el equipo estaba un poco a la expectativa de cómo competiríamos con los grandes. Las posibilidades de entrar en la Final Eight eran pocas, teníamos un grupo complicado pero aún así, siempre ha sido uno de los objetivos marcados desde principio de temporada. Viendo la evolución del equipo durante la fase previa de la competición, el objetivo de la Final Eight se hacia más real
La felicidad del ahora se refleja en sus palabras y por ello es difícil preguntarle por una única clave para entender el éxito de lo conseguido. Te podría decir tantas cosas cómo el trabajo, la constancia, la calidad del grupo, la lucha...etc. pero en realidad, lo que realmente nos ha ayudado ha llegar hasta aquí, creo que ha sido la confianza en el equipo. El hecho que finalmente creyéramos que podíamos lograrlo, admite. Confianza como equipo y confianza como jugadora. Hoy ver a Núria Martínez es revivir al torbellino que azotaba cada pista en 2006.
Siete temporadas después, empero, mucho ha cambiado, los años reconoce que han temperado su juego, aunque reconoce que no ha perdido la magia y la creatividad de su baloncesto. Hacedora de pases imposibles, siempre es un gozo ver la chispa de su juego. Me gustaría pensar que sigue siendo así y que conservo ésa chispa, aunque también es verdad que con los años, me he sosegado un poco y ahora es mi cabeza quien tiene más protagonismo frenando mi impulso natural que en realidad, sigue siendo el mismo, asegura. Lo que sí no ha cambiado en Núria Martínez es la pasión por el juego. Quedan las ganas de disfrutar del baloncesto y la ilusión de conseguir nuevos retos. Siempre he tenido claro que cuando deje de pasármelo bien y de sonreír haciendo lo que hago, será momento de cambiar, asegura.

Un camino sin escalas nacionales
Una pasión que también ha tenido sus momentos de éxito con la Selección Española. Bien pudieran ser pocos para el talento de su baloncesto, pero es que la relación entre selección y jugadora siempre fue especial. Con un puesto tan competido como el de base, la irregularidad ha marcado el devenir dela relación selección-jugadora. Cómo en toda trayectoria hay altibajos, y en el caso de la selección supongo que pasó algo parecido, siempre que hay una transición de jugadoras es complicado, requiere una adaptación y eso necesita tiempo. Pero en general podríamos decir que el balance de todos estos años ha sido positivo. Aunque lo que yo puedo opinar es muy superficial, ese tipo de valoraciones preferiría que las hicieran los realmente entendidos en el tema, la gente que sigue, estudia, valora y decide todo lo que se refiere a la selección.
Anteponiendo el lado bueno de las cosas, el recuerdo de Núria Martínez con la selección puede pasar por los momentos de felicidad colectiva que ha vivido y donde, por qué no decirlo, ella ha sido protagonista. El buen aficionado al baloncesto recordará como su entrada en pista revolucionó la lucha por el bronce en 2003. Ella cambió un partido que estaba perdido, su chispa dinamitó el encuentro como volvería a suceder cuando en 2010 su actuación ayudó a que el equipo eliminara a Francia en cuartos de final del Mundial. Como acicate defensivo, la base entró puso ese granito de arena necesario para que España forzara la prórroga y acabara con la todopoderosa selección gala siendo la antesala de la histórica medalla de bronce conseguida hace cuatro años.
Puesto en el recuerdo es para sacar pecho y sentirse muy orgullosa de lo conseguido, aunque Núria Martínez prefiera hablar de lo global y asegura que es verdad que son momentos que cobras protagonismo y te recuerdan por ello, pero no por eso, creo que fueran los mejores momentos que viví con la selección. Fue especial porque eran dos partidos que marcaban un punto de inflexión para la selección, pero en todos estos años como internacional he podido vivir grandes momentos que recordaré con especial emoción.
Preguntada por la posibilidad de regresar al equipo español, Núria prefiere ser realista y precavida. Ya ni me lo planteo, en el caso que me llamasen, estaría contenta de volver a la selección pero si no es así, aprovecharé los 4 meses que tenemos de descanso con nuestros clubes para descansar, cuidar mi cuerpo y trabajar cosas que durante la temporada no podemos por la frecuencia de partidos, así que por un lado u otro sacaré algo positivo de este periodo del año, afirma.
De momento, ni selección ni vuelta a España. La hoja de ruta de la jugadora no parece tener más escala en España que la propia de la época estival. Lo vivido fuera ha sido tan satisfactorio que Por ahora no hay fecha marcada (para el regreso), estoy en un momento de mi carrera que en principio no me planteo la vuelta, pero nunca se sabe, no descarto ninguna posibilidad. Lo que es seguro es que juegue donde juegue, el aficionado al baloncesto siempre tendrá un ojo puesto en ver lo que hace una jugadora diferente, empeñada en buscar la magia del juego; y una persona apasionada que cada día busca la felicidad de la vida esté donde esté.
