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La legendaria rutina de Felipe Reyes

En un jugador que ha experimentado múltiples reinvenciones a lo largo de su carrera, hubo algo que siempre permaneció constante: el deseo ilimitado por el rebote. Los que le conocen hablan de una faceta que el capitán del Real Madrid, que cumple hoy 37 años, ha convertido en historia por puro afán personal. Felipe Reyes: hermano, compañero, pupilo… Leyenda

ACB Photo / Emilio Cobos
© ACB Photo / Emilio Cobos
  


Redacción, 16 Mar. 2017.- Sus compañeros en la selección española campeona de Europa junior en Varna'98 apodaron a Felipe Reyes 'El Escoba', porque no dejaba pasar oportunidad. Lo 'barría' todo. Su impacto reboteador fue bastante inmediato también desde su debut en la Liga Endesa, en ese mismo 1998, o en la absoluta en 2001, en un Eurobasket en el que solo jugó 14 minutos… y le dio tiempo a coger ¡11 rebotes!

Ganaba la posición y atrapaba los balones rechazados con una combinación de energía, astucia y cabezonería. Quizá uno de los aspectos más llamativos en el capitán del Real Madrid, que hoy cumple 37 años, es que, tras veinte de carrera profesional, pese al lógico declive físico y a que sus capacidades son perfectamente conocidas por todos sus rivales, sigue haciéndolo con la misma efectividad. No hay scouting que pueda con el deseo.

En un jugador en permanente reinvención y adaptación a las situaciones que se ha ido encontrando, el rebote ha sido una constante; su rutina. Solo gracias a su altísima regularidad año a año, el pasado domingo se convirtió en el líder histórico en rebotes de la era ACB, superando a un jugador que se retiró el mismo año en el que él debutó y cuyo reinado ni siquiera había sido inquietado en dos décadas. Puede que el suyo dure incluso más.

Instinto

El cordobés fue el máximo reboteador de los Juniors de Oro tanto en Varna'98 (9,6 de media) como en el todavía más mítico Mundial junior de Lisboa (7,6) un año después. Si bien no se puede negar su evolución y continuo perfeccionamiento en múltiples facetas a lo largo de los años, Felipe Reyes ya llegó con un instinto por el rebote de serie.

"Es un talento natural que tiene desde que empezó a jugar", explica Alfonso Reyes, su hermano y actual Presidente de la ABP. "Es una de sus señas de identidad de siempre. Es cierto que tiene una serie de cualidades muy importantes, pero se resume todo en ese talento innato". Nadie tuvo que enseñarle la importancia de atrapar una pelota errante porque nadie le daba más valor que él.

ACB Photo
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Aquel joven y emergente Felipe era un despliegue continuo de energía. La mera visión de su incesante actividad agotaba. Todavía en su periodo formativo en el Club Estudiantes le reubicaron en la posición de 'tres' para variar su juego, que cogiera tiro y ayudarle en la defensa de exteriores. "Pero sabíamos perfectamente que su fuerza iba a estar cerca del aro", reconoce Pepu Hernández, el técnico que le hizo debutar en el primer equipo colegial en octubre de 1998.
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El rol y la influencia de Felipe en aquel equipo aumentó rápidamente. Y el hecho de que coincidiera en el conjunto colegial con otros grandes reboteadores de la dimensión de Carlos Jiménez, Pancho Jasen o su propio hermano, convirtió a aquel Adecco Estudiantes en líder de la competición en capturas dos temporadas seguidas (2002-03 y 2003-04) y el segundo mejor en otras dos (2000-01 y 2001-02). No será casualidad que, con el cordobés ya de blanco a partir de 2004, el Real Madrid liderara esta clasificación en otras cuatro temporadas: 2005-06, 2008-09, 2011-12 y 2012-13.

"Felipe ha hecho mejores a sus equipos porque es la seguridad atrás. Trabaja mucho bajo el aro; bloquea al rival, se faja, busca el hueco, gana la posición... Digamos que es una combinación de deseo, habilidades y estrategia", desgrana Pepu.



Uno de los mejores reboteadores de la historia de este deporte, Dennis Rodman, sabía que la mayoría de balones solían caer del lado del aro contrario al lugar desde el que se producía el lanzamiento. El 'Gusano' pasaba largos ratos observando tirar a Jordan y Pippen para encontrar tendencias en los rechaces de los tiros que estos erraban. Pero no hay una certeza absoluta. El rebote encierra algo de azar y ahí es donde interviene el famoso 'instinto reboteador', tan difícilmente definible.

"Parece que los balones le caen en las manos. Lo que ha conseguido es impresionante. Es increíble poder tenerle en nuestro equipo", dice de su capitán Luka Doncic. Y, efectivamente, a veces parece que así es como funciona, pues no es infrecuente ver a Felipe atrapando rechaces entre varios rivales sin siquiera despegar los pies del suelo. "No es por peso ni por altura. Es por colocación. Sabe leer la trayectoria de la pelota cuando está en el aire", explica Andrés Nocioni.


"El deseo te lleva a intuir, y la intuición, a la colocación", analiza el mayor de los hermanos, otro excelso reboteador; otro "martillo pilón", una imagen muy gráfica para definir a los Reyes Cabanás cuya autoría corresponde a Pepu. "Por muy grande que seas, si no te sabes colocar ni tienes voluntad no cogerás nada. Además, ahora que hay cierta animadversión a pegarse en la pintura, el que va siempre, al final obtiene premio", incide Alfonso.

"Felipe se ha sabido adaptar. Aquellos rebotes que antes cogía por pura energía y explosividad, por ir a por todos los balones, ahora los sigue cogiendo por otras razones. Con el paso de los años ha potenciado la colocación, la intuición, ha ganado en experiencia y en adivinar la trayectoria del rebote", afirma Carlos Jiménez, director deportivo del Unicaja, excompañero de Felipe en el Estu y la selección y número tres en la lista de reboteadores históricos de la Liga Endesa con nada menos que 3.526 rechaces.

Manos

24 de mayo de 1998. El último rebote de Granger Hall. El Ciudad de Huelva acababa de perder el partido decisivo del play-out de descenso ante el CB Granada y, acto seguido, Hall decide poner fin a su prolífica carrera. Fórum Valladolid, Magia de Huesca, TDK Manresa, Caja San Fernando, Salamanca y Huelva. Dejó huella, y no solo por su hipérbólica rutina de tiros libres: '¡Uno, dos, tres!' Tampoco era el pívot más alto en pista (medía 2,04), pero sí el con más fe perseguía los balones. Los rebañaba todos con sus reflejos felinos y soberbio timing de salto.

Unos años antes, en el inicio de la temporada 1994-95, Hall había superado a su compatriota Claude Riley (ex de CAI Zaragoza, Granollers, Breogán, Unicaja y Salamanca) como el mejor reboteador ACB de siempre. Pasarían más de dos décadas hasta que alguien lo desbancara de esa posición. Y estaba claro que tenía que ser alguien especial.

Hall necesitó 269 partidos menos que Felipe para llegar a 4.292 rebotes… Pero 400 minutos más. No es una paradoja. En su última campaña profesional, con 35 años, Granger Hall promedió casi 36 minutos en cancha; Felipe solo ha superado los 30 minutos de media una vez en su carrera: en la temporada 2002-03, en la que registró 10,4 capturas. Probablemente el cordobés no consiga superar los minutos totales de Hall hasta la temporada que viene.

Si bien baloncesto, estilos de juego y la composición de las plantillas ha evolucionado notablemente, lo que une a ambos es la constancia nunca abandonada. Ni con el inexorable paso del tiempo.

En lo que va de la actual Liga Endesa, Felipe Reyes acredita 0,35 rebotes por minuto disputado: el ratio más alto de su carrera. Incluso en sus campañas de mayor producción absoluta, la 2002-03 y la 2005-06, cuando dominó la competición, o la 2008-09, cuando fue segundo, a poca distancia de Curtis Borchardt (9,9 de uno, 9,4 de otro), su promedio por minuto fue inferior. Es uno de esos datos difíciles de explicar en jugador de 2.04 y, ya, 37 años.

Su hermano combate la atención generalizada sobre su altura, cuando son otros elementos lo que tienen tanta o más influencia en el rebote. "Me hace gracia cuando se dice que no es grande. Felipe es muy ancho. Yo tengo una complexión más robusta; él es muy longilíneo. Tiene los hombros muy altos y es muy ancho; cuando estás a su lado te das cuenta de lo grande que es", señala. "Utiliza su tren inferior muy bien", incide su compañero de generación Juan Carlos Navarro. "Tiene unas manos especiales y se sabe colocar muy bien". Manos, diríase, magnéticas.

Deseo

Cuando a Charles Barkley le preguntaban por su técnica reboteadora, se reía y la resumía así: "Sí, tengo una técnica y se llama 'Coger el maldito balón'". A veces es tan sencillo, pero tan complicado, como eso. Porque llega un punto en que ni el estudio más concienzudo llega a explicar por qué el balón siempre acaba entre las mismas manos. "Felipe tiene muchas cualidades, todas ellas necesarias para ser un gran reboteador, pero pienso que hay una por encima de las demás: su afán competitivo. Cuando estás en el campo y quieres competir y ganar por encima de todo, le das importancia a cada acción del juego y vas a por todas", razona Jiménez.

El meollo del Felipe reboteador está en esa virtud básica: el deseo. "Siempre ha tenido un deseo por mejorar, por luchar, por rebotear… Felipe sigue deseando el rebote igual que al principio de su carrera. Le da lo mismo salir del banquillo o titular; jugar más o menos; tener más o menos responsabilidad", declara Pepu.


"Puede jugar mejor o peor, pero es siempre un jugador muy constante", apunta Pablo Laso. "Es un orgullo entrenar a un jugador que ha dado tanto al baloncesto en su carrera". Sin deseo, no hay rebotes. Además, hay que tener luego unas condiciones que Felipe cumple, pero la más básica de todas es así de intangible. "Felipe es un jugadorazo; un ejemplo para todos los niños que ven baloncesto, tanto dentro como fuera de la pista. Para mí, personalmente, todos estos años con él son un lujo", subraya Sergio Llull.

Esa eterna motivación por querer ser más, ganar más, seguirá impulsando a Felipe Reyes al siguiente hito, ya sea colectivo o individual. En el horizonte ya divisa el puesto de máximo anotador del Real Madrid (Chechu Biriukov a 45 puntos) y el liderato en histórico en la valoración de la Liga Endesa que ocupa su jefe Alberto Herreros (9.699) y del que ya le separan solo 141 puntos (Reyes acumula 9.558). Por ahora, ya ha conseguido ser el mejor reboteador que nunca tuvimos. Y cien cosas más. Su récord, y su ejemplo, perdurarán.